Al lado del taxista II

El lunes próximo pasado, el taxista era un negrote de rostro jodedor. Reía de cualquier cosa que yo le decía, aunque nimia. Su auto era uno de esos esperpentos a los cuales les suena todo menos la corneta. En un espacio de la vía se apagó, no sin antes pegar varios sonidos quejumbrosos que venían desde el capó. Empero, mientras frenaba, el taxista reía. Se bajó y hurgó algo en el motor. Regresó, pasó el suiche y el descalabro andante encendió. Seguimos. Dijo que el maldito carburador lo tenía jodido; que era el carburador más caro del mundo, porque algunos días hasta le gastab cuarenta mil bolívares. Al preguntarle que porqué no compraba uno nuevo, dijo: “Qué bolas tienes tú, con lo que cuesta una vaina de esa pago tres meses de alquiler y me queda pa´echame unas birras”. ¡Vaya! ¿Están así de caros los repuestos de carros?

Le inquirí sobre la situación del país. Me contestó: “Mira pana, todo está bien, menos la seguridad. El gobierno si le pusiera más atención a eso, la vaina quedaría de pinga. La muerte de Yanis Chimaras me destrozó espiritualmente, porque ese carajo era burda de buena gente, además de tremendo profesional de la actuación. Tenía bolas, pues integraba el Sindicato Bolivariano de Venevisión, a sabiendas que los dueños de esa televisora son unos tipos capitalistas que sólo piensan en los dólares y no en ningún país, porque el capitalismo, mi pana fue creado para lambucios”

Avanzamos. El sol creaba figuras de humo sobre el asfalto. Varias máquinas gigantescas de las que se usan para reparar las calles, semejaban monstruosos elementos fílmicos, a la orilla del camino, que a la vez resultaban peligrosas, pues no tenían ninguna identificación que avisara a los usuarios sobre todo en la noche. La vía me recordaba, que no sólo en la Fórmula 1 se corre. A nuestro lado pasaban Alonsos, “chumaqueres”, Laudas, Kimis y otros. Me imaginaba que podríamos hacer un buen papel en esa categoría. De pronto rompió el corto silencio oral: “A mi nadie me puede negar que la muerte de Franco y de Chimaras, así como las de otros que son asesinados por equis causa, tienen implicación política, mi pana. Alguien está tratando de desacreditar al gobierno, sobre todo porque se aproxima la fecha en la cual la televisora de bigote ´e brocha va a quedar fuera del aire”

Los taxistas son periodistas del volante: los más reales periodistas. Los que escuchan la noticia y la propagan con emoción, sin otra pasión que el análisis popular, sin metáforas. Escucharlos da nostalgia, pues se acuerda uno de aquellos hombres que se formaban en las redacciones de los periódicos y que salían a “patear” las calles, sin micrófonos, ni reproductores, menos con el rostro maquillado, galanes deformadores de opiniones a favor o en contra de alguien. Nadie sabe más de lo que pasa en las calles, que los taxistas. “Hay mucha corrupción dentro del Estado, porque a los hombres venezolanos les enseñó el capitalismo, que el dinero es la fuente de la vida y que sin él nadie sube en la escala de los valores degenerativos” ¿?

Yo quería saber de otra opinión, sobre la inseguridad y le pregunté al respecto. Así me contestó: “Fíjate, hace poco iba yo por cerca de la Escuela de Guardias Nacionales, a la entrada de la UD2 de Caricuao y me detuve en el cafetín del Pediátrico a tomarme un café. Un joven guardia que estaba ahí se me acercó y me preguntó si podía hacerle una carrerita a la UD4. Claro ese es mi trabajo y le dije que sí. Él agregó: “Lo que pasa es que quiero llevarme a casa varios uniformes, los cuales tengo negociado para la venta a unos tipos” Me quedé tieso. Aquel chamo se estaba robando los uniformes de la escuela para venderlos, para que unos malandros se disfrazaran y robaran, ¿qué tal? La Guardia Nacional debe estar pendiente de eso”

Le dije que porqué no había denunciado eso a la escuela al momento y él, con cara de yo no fui expresó: “Mire parroquia, lo que pasa es que aquí no se puede estar denunciado a nadie, porque uno ha perdido hasta la confianza en los demás. Si el pueblo se atreviera a echarle bola a eso, aquí la delincuencia se hubiera acabado, pero ¿qué pasa?, hace poco un señor se acercó a una oficina de policía y según, me dijo, allí en ese asiento donde tú estás sentado, que el jefe de esa dependencia le dijo que él cobraba tres millones por agarrar choros peligrosos e igualmente la misma cantidad por soltarlos” El que me quedé loco fui yo. No puedo afirmar que eso sea cierto, pero como me lo dijeron lo escribo Así no se puede. Debe hacerse una auditoria humana en los entes del Estado.

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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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