O como morir en Monagas en nombre del desarrollo

Cuando las matas crezcan estaremos todos muertos

Una se levanta, la mayoría de las veces, con mucho entusiasmo, sobre todo cuando se cree en la vida como patrimonio principal. Basta que usted tome en sus manos el periódico para que le entre ese regustico de arrechera por las cosas que siguen pasando en nuestra Patria Grande.

El pasado lunes 18 de Marzo apareció en Ultimas Noticias un reportaje que, ilusa, imaginé iba a levantar del sueño a muchos funcionarios públicos. Me refiero al trabajo de Ernestina Herrera titulado “Fumigaciones intoxican a poblado de Monagas”. Sólo ver los rostros, leer los comentarios de los desahuciados, hace que den ganas de ser  Ministro de Salud o del Ambiente, por un solo día, para llevar esperanza y soluciones a los humildes habitantes de El Costo, en el  estado Monagas.

Refiere la periodista que en ese pueblo se ha asentado, en nombre del desarrollo de la línea estratégica alimentaria del Gobierno, un señor, brasileño para más señas, con un cultivo de 600 hectáreas de soya a menos de 20 metros del poblado. Así vistas las cosas no parece tan malo. Es más, si las consecuencias no fueran tan nefastas hasta felicitaríamos al señor Dozlein (que así se llama) por tan magna labor. Pero, y siempre hay un pero, sin pararle bolas a ninguna disposición legal acerca del uso de fertilizantes, herbicidas o distancia para cultivos, el distinguido negrero ha venido experimentando con una sustancia llamada Faraón que ya se llevó a la otra vida a un joven y que tiene a 21 personas enfermas, niños incluidos.

Pensar en Glise Ramos, de 16 años, y en los kilos que pierde todos los días a causa de los vómitos; en Daniel Rodríguez, de 19 años, que en sólo tres semanas de trabajo mal pagado ha dejado en seis meses 10 kilos de vida; en Oscar Alvino, que nunca sabrá si su muerte conmovió las fibras de los burócratas de los Ministerios correspondientes; en Engelivel, Angela, María Angela y Angel Ramírez, niños que no entienden que pasa en sus pequeños cuerpos; hace que muchas veces dudemos de las políticas que se están aplicando y de sus bondades.

Dicen los habitantes y los miembros del Consejo Comunal de El Costo que la siembra ni siquiera ha representado oportunidades de trabajo para la comunidad, porque el señor Dozlein, muy patriota él, trae paisanos suyos para trabajar. Entonces, que carajo le puede importar la línea estratégica alimentaria del gobierno a una gente que ve morir a sus hijos de una leucemia producida por la siembra de la soya del terror. Mucho más grave cuando afirman que la Fiscalía del Ministerio Público está al tanto de la situación y que al igual que los muchos casos mencionados por Luis Tascón, la denuncia duerme el sueño eterno en que tienen sumidos los casos Isaías y Clodosvaldo Russian.

Mención aparte merece la atención que han puesto diputados de la Asamblea Legislativa de Monagas, quienes con pruebas en mano intentan llamar la atención de la Asamblea Nacional para que se tomen medidas. Lo que preocupa a quien esto escribe es que uno de ellos informa que “espera que se lleven a cabo las investigaciones pertinentes y que se tomen las medidas para evitar que más personas resulten afectadas”. Preocupa porque ya estamos acostumbrados a ver la lentitud con que suelen moverse muchas investigaciones, sobre todo cuando llegan a esos cementerios de expedientes llamados Fiscalía y Contraloría General de la República. Preocupa mucho más porque ya están dispuestos los terrenos para que en abril arranque de nuevo la siembra de la muerte. Preocupa porque los mismos funcionarios de la Asamblea Nacional reconocen que los productores no respetan las disposiciones nacionales. Pero sobre todo preocupa porque los venezolanos hemos caído en una especie de amnesia cuando las cosas que ocurren a nuestro alrededor no nos afectan directamente.

Una situación como ésta, lo mínimo que debería es convocarnos a acompañar a los habitantes de El Costo, Guayabal, Altamira, Orocual y El Rincón de Monagas a boicotear la siembra sin control de cualquier tipo de cultivo que más que alimentos, trabajo y progreso, está trayendo la muerte.

Si tuviéramos una fibra de sensibilidad nos plantearíamos movilizarnos, como lo hicimos los días 11, 12 y 13 de abril del 2002 ante el Golpe de Estado; o hace muchos años a Los Cañizos (Yaracuy) en la lucha de los campesinos contra los terrófagos. Paso al frente le diríamos  a esa comunidad que muere lentamente que no está sola, que cuenta con nosotros. Los invitaríamos a  acostarnos en los cultivos de la muerte y exigir su erradicación. Nos acostaríamos hasta que los órganos competentes le digan a los Dozlein que pululan en nuestra tierra que Venezuela se respeta y que la vida vale más que unas malditas hectáreas de soya. Y finalmente, nos acostaríamos frente a la Fiscalía y la Contraloría para pedirle a sus más altos jerarcas que renuncien, que le den el paso a gente con más ganas y menos años para hacer el trabajo que ellos hace tiempo dejaron de hacer.

itza97@yahoo.com



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Ana T. Gómez F. (La Guara) / PNA-M13A


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