Cuarta lección (IV):

La no repetición y excepcionalidad de la Comuna, hipótesis de una nueva revolución socialista hoy

Si pensamos en términos civilizatorios, la Comuna de París fue un triunfo táctico y episódico de la revolución social europea y, por qué no, de la revolución mundial en el siglo XIX. Acerca del proceso revolucionario francés de 1848-1850 y las tareas estratégicas de un auténtico interés obrero comunero, el ethos internacionalista de Marx escribió en la revista Nueva Gaceta Renana: “La guerra de clases dentro de la sociedad francesa se convertirá en una guerra mundial entre naciones”. Y así fue.

Sin embargo, desde el punto de las ciencias que siguen el paradigma del materialismo histórico dialéctico, la clase trabajadora en tanto clase, estaba incapacitada de hacerse del poder y de construir el socialismo a nivel mundial. Engels, en 1895, ad portas de morir, lo reconoce incluso a escala continental, en su prólogo a la Lucha de clases en Francia de 1848 a 1850 de Marx.

El enunciado sobre la falta de madurez del triunfo mundial es sostenido hasta por paradigmas distintos, de la clase media intelectual y la burguesía intelectual. Lo relevante para una teoría marxista de la crisis son los pronósticos y condiciones para que una revolución comunera sí pueda triunfar a nivel universal. A su vez, de por qué la Comuna de París, en lo que a su espontaneísmo socialista respecta, es altamente probable de no darse hoy sino bajo una fisonomía totalmente diferente, esto es, centralizada, organizada.

Si bien la derrota de la experiencia parisina de 1871 no estaba condenada al fracaso, la masacre de 30.000
personas no era inevitable y la Comuna pudo haber durado más. Incluso, podría haberse expandido a otro país, según la lucha procesual de clases y respuesta a la contrarrevolución del proyecto de la Santa Alianza y los planes económicos de los capitalistas. Aun así, no estaban dadas las condiciones objetivas y subjetivas del triunfo socialista mundial y la decadencia capitalista mundial. Por ello se precisaba, según Marx (1850), de revoluciones de largo aliento y el concurso de trabajo de varias generaciones, a la altura histórica de la revolución permanente misma[20].
En este sentido, y solo en este, tiene sentido la crítica al voluntarismo idealista, que en todo caso evite caer en la pasividad y el espíritu conservador. La experiencia comunera es ajena a esto pues nos mostró la posibilidad del triunfo, así fuese prematuro en términos históricos, lo cual la hace doblemente atractiva y visionaria.
Como lo expresa Trotsky: “Si la Comuna fue destruida, ciertamente no fue por ninguna insuficiencia en el desarrollo de las fuerzas productivas. En cambio, se debió a toda una serie de causas políticas: el bloqueo de París y su separación de las provincias, las condiciones internacionales extremadamente desfavorables, sus propios errores [de su dirección y lucha de fracciones], etc”[21].

Una hipótesis y escenario histórico de correlación de fuerzas de las clases que permitiese un triunfo mundial, solo pudo presentarse en el siglo XX cuando en 15 países se expropió a la burguesía (la federación de la URSS, el Bloque del Este y zona asiática y caribe). Pero aun así, fue derrotado este proceso por la restauración capitalista de la burguesía mundial y la responsabilidad histórica del stalinismo como corriente contrarrevolucionaria en el movimiento obrero y popular, viva hoy, aunque debilitada, frente al poderío de otras fuerzas reformistas y neoreformistas del campo heterogéneo del reformismo.

A modo de hipótesis, por mor del desarrollo desigual y combinado, pareciera que la clase trabajadora mundial de inicios del siglo XXI, en cierto sentido, si bien es más numerosa y en algunos casos formada, está a un nivel similar o mucho más atrasado de la Comuna de París. Es decir, en el terreno de las condiciones subjetivas, están bastante atrasadas y desmemoriadas. El reformismo se alimenta de esta objetividad. No estamos ni siquiera en el proceso acumulativo de los grandes partidos de masas obreros y sindicatos que, a pesar del golpe de las crisis interimperialistas y guerras, permitieron una hazaña como la Revolución de Octubre y la construcción de la Unión Soviética por siete décadas y en el resto del Bloque Socialista (en sentido extenso intercontinental). A diferencia de antes, hoy no hay grandes conmemoraciones de la Comuna. Aun así, como dijo Lenin, en medio de todo ese atraso y la guerra franco-prusiana, se produjo una Comuna de París, que a la postre fue derrotada por su falta de desarrollo político y social.  Lo que Marx llamó “un momento en que la burguesía había perdido ya la facultad de gobernar el país y la clase obrera no lo había adquirido aún”[22](p. 64), aun después de haber construido la Comuna.

Lo anterior resulta muy interesante en términos de la complejidad de la historia y su lógica, lejana de toda suerte de evolucionismo, etapismo, modernismo y desarrollismo, teleologismo, visiones naïve y mecánicas, aplicadas a la noción ascensional del desarrollo desigual y combinado, en cuanto modelos lineales lejanos a las ciencias que estudian los procesos no lineales, caóticos, catastróficos, contra fácticos y falibles, aleatorios pero determinados. Por supuesto, esto no nos obliga a negar ni abandonar la noción de progreso, como varios marxistas e intelectuales “progresistas” del siglo XX (los frankfurteanos críticos, en especial W. Benjamin) y XXI (los ecosocialistas desmoralizados y ecologistas radicales), cayeron  y sucumbieron, al realizar la crítica subjetiva en momentos de auge del fascismo y hoy los decibeles de barbarie ecosocial de la última época del capitalismo, el imperialismo de las transnacionales, expresados, entre otras, en la pandemia en curso.

La Comuna de París mostró la posibilidad de la victoria estratégica y viabilidad de una sociedad post-capitalista, pero también nos advierte de las continuidades de las debilidades subjetivas de la clase revolucionaria, máxime cuando desde 1975 con Vietnam, ésta no protagoniza una revolución socialista, pero sí ha participado en numerosas situaciones revolucionarias, algunas de ellas con victorias parciales y devenires en derrotas.

Queda en la discusión pública de la ciencia política y el movimiento obrero, si la próxima revolución socialista del siglo XXI pueda surgir del mero espontaneísmo comunero, debido a la agudeza explosiva de las contradicciones, o sí, por el contrario, la Comuna de París es la muestra de la singularidad histórica y la excepcionalidad, en la que la burguesía fue tomada por sorpresa. De manera que, el triunfo de una nueva situación revolucionaria en cualquier país del globo, la chispa que incendie la pradera, el asalto planificado del cielo, el polvorín, implique no solo una crisis endogámica, una agencia comunera a la ofensiva revolucionaria y estallido social común, sino también un correlato organizativo-político centralizado tipo Octubre del 17, China del 45, el 59 cubano, el 75 Vietnam, o al menos, cercano a estos procesos históricos. La tensión de la auto liberación de los trabajadores y su organización gremial y partidaria (su Estado Mayor de Mando), el sujeto social y político, su subjetividad asalariada, expresa lo complejo de la crisis y el análisis científico de lo infra-supra estructural, su acción recíproca causal socioecológica y sociopolítica.

La revolución europea posterior al ascenso ruso del 17 fue derrotada por esa exacerbación del espontaneísmo comunero y por el oportunismo (por no decir, traición) de la dirección socialdemócrata de los partidos obreros al no enrumbar bien el proceso hacia la conquista del poder y expropiación de la burguesía. Aun cuando el siglo XXI traiga nuevos brotes plebeyos espontáneos revolucionarios de tipo comunero (triunfos tácticos, lejos estamos de despreciarlos) y fenómenos de resistencia (los Chalecos Amarillos en Francia), el porvenir de una nueva Comuna en cualquier lugar del globo estará determinado por su grado organizacional y político, es decir, dependerá en gran medida del factor subjetivo consciente y organizacional, conspirativo y ultracentralizado en los procesos sociales de la historia. Los procesos sociales revolucionarios a inicios del siglo XXI, el sirio, ucraniano, egipcio, tunecino, argentino, boliviano, ecuatoriano, venezolano, haitiano, myanmareño, etc., han tenido similitudes espontáneas con la Comuna parisiense, pero no han logrado hacerse del poder, antes bien se lo han entregado a fracciones nacionalistas burguesas, pequeñoburguesas y han sido derrotados.

Siguiendo las enseñanzas de la Comuna de París de 1871, la revolución socialista puede estallar por una serie de combinaciones, tal como decía Trotsky, cuando lo imposible se torne posible e inevitable, cuando lo espontáneo se torne centralizado y fuerza concentrada. No obstante, al parecer, a diferencia de finales del siglo XIX y su pico comunero, lo mismo el anticipo del siglo XX y los avances de crisis y transiciones, en este siglo XXI ya parecieran estar casi todas las premisas materiales de la transición civilizatoria mundial, reconocidas por varias comunidades científicas y políticas:

La profundidad de las crisis sobreproductivas-

Lo contradictorio es, como decimos, que el grado de experiencia de la burguesía, el arte de aprender de sus errores y valerse de la ciencia, difícilmente permitirá la licencia de otra experiencia comunera y soviética. La burguesía ha desarrollado una poderosa ingeniería de gobierno para conjurar las revoluciones, apaciguar conflictos y sortear situaciones de crisis y hondas dificultades, con políticas flexibles de garrote-zanahoria, diplomacia, división de sectores y cooptación. Ha usado la ciencia política para sí. Razón por lo cual se precisará ahora de un alto grado de organización social y política de los trabajadores, las condiciones subjetivas de la crisis y la transición, en la que ciertamente en estos momentos aún no se cuenta con niveles óptimos. El significado de Trotsky de la crisis de liderazgo como crisis de la humanidad no solo involucra una internacional potente de partidos obreros revolucionarios de vanguardia, sino también el grado de organización gremial, tradición de lucha y modus vivendi, programa y agencia integral de la clase trabajadora misma, sus sectores más dinámicos y explotados.

La derrota de la Comuna del siglo XIX y sus enseñanzas, a la vista de la crisis capitalista agónica en el siglo XXI, son que por sí solo el descontento y la espontaneidad no son garantía automática de la transición socialista, pero hacen de la posibilidad histórica una necesidad, en caso de que no queramos sucumbir a la barbarie civilizatoria y supervivencia del capital en el otro siglo y el propio despliegue barbárico de este (pronósticos climáticos y ¡qué mejor prueba que la pandemia del COVID-19, su estela de millones de más de 3 millones de muertos y enfermos a su paso que no cesan!). La invasión imperialista yanqui de Irak y Afganistán, tras el atentado del 11 de septiembre de 2001 por fracciones burguesas islámicas, lo mismo el baño de sangre de la dictadura de Assad frente la revolución del pueblo sirio, son avisos claves del grado de peligrosidad y barbarie, caso tal que se tarde la emergencia de una nueva hipótesis de una Comuna de los explotados y oprimidos, extendida a nivel global.

En términos aún más dramáticos, cuasi alarmistas rojos, posibles, con cabeza fría y caliente,  teniendo en cuenta el debate de los plazos y las tragedias de la crisis, no podemos más que estar de acuerdo de que “si el proletariado y su vanguardia de clase no conquistan el poder político en algún país en las próximas décadas y este siglo XXI, abriendo un nuevo Octubre rojo global [o Comuna expansiva], es probable que, por mor de la crisis socioecológica, la civilización humana colapse, se degrade y finalmente se extinga. El triunfo de la barbarie. Cada año, quinquenio y década que pasa sin un cambio revolucionario, sin una Revolución de Octubre y la tardanza, postergación, conjuración o desviación desde la segunda posguerra de numerosos procesos revolucionarios, es más y más catastrófica en términos sociales y ambientales”[23].

Como escribiría, ya no Rosa Luxemburgo y Kautsky, sino el propio Marx en un discurso a una asociación educativa obrera alemana en Londres (1867), comentada por John Foster, frente a la hambruna de 1846 y sus efectos (inanición, decrecimiento población, éxodo, carestía y sumisión), el agotamiento del suelo y yugo colonial sobre Irlanda, se trata de nada más ni menos que de “la ruina o la revolución”[24]. Ese “es el lema”, la consigna programática radical, para el topo, “una cuestión de tierra y existencia”.

La comuna terráquea o el infierno omnicida, decimos hoy en términos filosóficos comunistas. El capitalismo es el último Ángel diabólico de la Muerte al que se enfrenta el proletariado humano y su gesta por una nueva Comuna de salvación terrena. Por el momento, decimos con toda claridad y crudeza que, sin una nueva revolución comunera en el horizonte del presente siglo, la civilización humana profundizará su barbarie social y ambiental. Realizar sus sueños políticos es lo que hoy nos convoca.

Lea aquí la Tercera lección (III): www.aporrea.org/actualidad/a302385.html


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