Despues de rezar como pendejos, luchemos a muerte por la vida

Yo propongo que *mañana, después de que pasen las ilusiones y rezos convocados a nivel mundial contra la pandemia del COVID-19, todo el planeta, sobre todo, los pobres y la clase trabajadora:

1. Tomen los laboratorios, farmacéuticas, fábricas y plantas en donde elaboren las vacunas, como las de Astra Seneca y Pfizer, comprobando, además si son efectivas sus fórmulas de vacunas y de serlo; controlar y aumentar el número de producción, masificar la vacuna equitativamente, jerarquizar a ancianos, niños, diabéticos, por encima de políticos, reyes, príncipes, jerarcas religiosos y ricos privilegiados, pero en dónde no sea posible la equidad e igualdad, armar el zafarrancho a muerte;

2. Obligar a la Organización de Las Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) a qué declaren la pertenencia universal de esta vacuna, con distribución equitativa y prohibir su venta en toda la cadena de distribución y comercialización, estableciendo un solo uso de los fondos del Banco Mundial (BM), Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para cubrir todos los gastos de la cadena de investigación, producción, masificación por estos hasta desaparecer la pandemia y variantes de ella.

3. Acelerar, simplificar los permisos, certificaciones y restricciones para la administración de vacunas, jarabes, gotas y tratamiento por parte de la OMS.

Para nadie es un secreto que gracias a la COVID-19 hoy los ricos son más ricos. Los arruinados son los pobres, los trabajadores y las naciones que han vaciado en muchos casos, las arcas del Estado, los fondos, en protección y preservación de la acumulación de capitales de los ricos.

Es un secreto, Soto Voce, a voz en cuello, que con esta pandemia muchos gobiernos, deliberadamente, están diezmando su población, hasta alcanzar el número promedio necesario para la explotación laboral y la mano de obra medianamente calificada, con el menor gasto social para los gobiernos y las transnacionales.

Hay una certeza: al ritmo que van los estados, gobiernos y laboratorios, la mortandad deliberada y programada, aumentará como nunca antes en la historia. A este ritmo la vacuna no llegará a tiempo para salvar la vida de los más inermes, de los pobres, de los trabajadores. Estamos frente a una razzia, muy superior a la practicada por los nazis contra los judíos y a la practicada por los judeosionistas contra los palestinos.

Paradójicamente, sólo nos queda luchar a muerte por nuestras vidas.

 



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Luis Alexander Pino Araque


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