Distopía

Por primera vez lo decía el filósofo, político y economista británico, John Stuart Mill, en el curso de una intervención parlamentaria en 1868.

Su significado etimológico es "mal lugar", y es el antónimo de utopía, concepto acuñado por Tomás Moro, quien describe una sociedad mejor. Sin embargo, había algunos aspectos de esa sociedad imaginada que Moro contemplaba probablemente con horror: por ejemplo, la ausencia de Dios.

Las distopías a menudo se caracterizan por la deshumanización, muy bien expresada en características asociadas a un declive en la sociedad, y en quienes la dirigen, donde la realidad transcurre en términos antitéticos.

Si bien la pandemia de la covid-19 ha mostrado la peor cara de la humanidad, haciendo una reinvención de lo vivido, nadie logró nunca revelar el verdadero rostro de lo que el mundo podría llegar a ser, o es.

Como puñalada trapera se evidencian las acciones propiciadas bajo argumentos de estatus irregulares o falta de doble nacionalidad, que deja automáticamente excluidos del proceso de vacunación masiva contra la covid-19, a alrededor del 55 % de los 1,7 millones de venezolanos que se encuentran actualmente en Colombia. Un incidente irracional y egoísta que parece ser la excepción y no la regla, pero que comienza a trascender. República Dominicana tampoco vacunará contra la covid-19 a venezolanos irregulares.

Con la adopción de este enfoque del tipo "yo primero", se viola notoriamente el derecho internacional de los derechos humanos, evidenciado en el menoscabo de la eficacia de futuras vacunas, de las cuales más de la mitad ya han sido compradas por las naciones ricas, que representan únicamente el 13% de la población mundial, según datos de la Oxfam.

Esto significa que más de la mitad de las dosis prometidas de las cinco principales vacunas candidatas está ya reservada. Hasta noviembre de 2020, más del 80 % del suministro previsto para 2021 de las vacunas de Pfizer-BioNTech y Moderna había sido vendido ya a países ricos.

El "nacionalismo de las vacunas" parece ser parte de lo políticamente correcto en algunas naciones, dejando en entre dicho en cuál espacio se ubica aquel "mal lugar" contrapuesto a lo utópico de Moro.

Y en la distopía nuestra de cada día, se recrudece el hallazgo de una salida medianamente temprana para el venezolano. En Venezuela, el proceso de vacunación contra la covid-19 de 20 % de la población, podría costar alrededor de 84 millones de dólares, si se toma en cuenta la estimación de la Organización Panamericana de la Salud, lo cual se suma a los vetos foráneos, asfixia económica, deudas internas, sanciones y bloqueos financieros que generan trabas, razones por las que el país tendrá que comprar las vacunas y tratamientos a precios internacionales, lo que en plena contracción económica podría acentuar la emergencia, considerando los casi 30 trimestres de caída consecutiva que acumula el Producto Interno Bruto en la nación, lo cual arrojó un 98,6 % de menos ingresos que en 2013, según lo expresado por el presidente Nicolás Maduro en su mensaje anual de Memoria y Cuenta.

En un escenario donde Colombia sigue en el pico de la pandemia con cifras de contagios y muertes muy elevadas, habría que, casi obligatoriamente, imaginar una tragedia revertida, donde familias colombianas escaparían de la enfermedad, camino de la frontera colombo-venezolana, tratando de poner a salvo sus vidas de un virus mortal, lejos de avizorar los mismos controles infranqueables que invertirían el poder de freno y de vacunación sectaria.

Sin embargo, mientras algunos opuestos al sistema de gobierno que rige en la nación suramericana, califican de "estrategia certera" el plan de vacunación en la nación vecina, Venezuela anunció que vacunará de forma gratuita contra la covid-19 a todas las personas que residan en su país, sin importar su nacionalidad, a través de un contrato con Rusia para la compra de 10 millones de dosis de la vacuna Sputnik V.

Tal parece que en la esfera política no impera la nostalgia de los desprovistos, y que como decía el poeta Ramiro de Maeztu: "Carece de sentido decir que los hombres son iguales ante la ley, cuando es la ley mantenedora de su desigualdad.

"Nuestra verdadera nacionalidad es la humanidad". (Herbert George Wells, escritor inglés).



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Ileana Velásquez

Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas. Magister en Gerencia de Recursos Humanos. Locutora profesional. Escritora y poeta. Productora de televisión.

 ileanaavm@gmail.com      @ilevelasquez

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