La mayor suma de infelicidad posible

Sí, vivimos la mayor suma de infelicidad posible, la mayor inseguridad social, la mayor inestabilidad de nuestra historia. Es, obviamente, una paráfrasis de las palabras del Libertador sobre el sistema de gobierno más imperfecto e incapaz que hemos tenido. Nunca hemos sufrido en Venezuela tanta distancia entre potencialidad económica y realidad aberrada. Nunca tal conciencia del fracaso como nación, como colectivo, como proyecto social. Nunca, tanta desesperanza. Los dos abismos se abren y nos acosan: un gobierno incapaz de manejar el país, que insiste acosado y acosador en permanecer, frágil ante antagonistas mediocres, sin ideología real, ahogado en precarias consignas que ya nadie oye. Y una oposición autoborrada, que profundiza sus posisicones antinacionalistas, dividida por su prepotencia, incapaz de convocar electores prefirió borrar su propia base de existencia, incapaz políticamente, porque no tiene horizonte social, termina afianzando una vez más al gobierno que dice oponer con palabrería vana. Cada vez es más estrecha la franja entre ellos. Dos abismos en espejo que deforman la imagen de la nación.

Cómo es posible que la sociedad alcahueta admita que el gobierno oculte toda información económica, toda data de análisis, no hay base para rectificación, porque no hay deseo de rectificar. Falta data para ellos mismos, diletantes de la desgracia ajena, mientras esconden el pescuezo de la guillotina que ellos mismos han elevado. El secreto es confesión de parte. No hay nada de qué vanagloriarse, nada que diga algo optimista, nada positivo que ofrecer como resultado de una gestión que es puro gesto, pura mueca macabra. Las cifras se esconden, pero la realidad sale del alcantarillado. La gravedad es tal, que ya hasta sus niveles de lo oculto pierden importancia, puntos más, puntos menos, la infelicidad se acumula a manos llenas y es parte del chantaje, que no funciona con los venezolanos, es tan evidente, que nada lo matiza, nada lo esconde.

El primer índice es la hiperinflación: FRACASO ECONÓMICO. Sus cifras históricas y mundiales, su instalación definitiva bate toda estadística. Se intenta convencer de que la hiperinflación es culpable del estado de la economía, y no al contrario, su resultado. Los sueldos desaparecen, no hay ahorro ni inversión. Nada anuncia recuperación, porque cada día es menos a recuperar. Las fuerzas económicas opositoras ayudaron con lo que pudieron al fracaso, a la destrucción como salida, lo que finalmente los hace corresponsables, forjadores de su propio oráculo de la derrota. Un gobierno que manejó una de las rentas más grandes de nuestra historia económica, y la desapareció con arte de Babá. Sinergia del incendio, quemarlo todo para tener razón. Hacer fracasar una realidad que se despertaba desde abajo. El castigo, Tanatos resurgente. La hiperinflación no se puede controlar, porque no hay producción, no hay oferta ni mercado, no hay divisas, no hay politica fiscal ni económica. Un barco a la deriva. Los cuerpos de Güiria son una metonimia de la nación. Desangrar a quien se pueda, con lo que se pueda. El rentismo se acabó, porque no hay renta, pero la mentalidad permanece como simulacro. De pobre país rico a pobre país pobre no hay ni un paso. No hay producción petrolera, y si la hubiera, ni los socios de la OPEP la recibirían con agrado. Nadie quiere que Venezuela se recupere, y el gobierno corrupto e ineficiente lo hace peor, mientras la oposición corrupta y prepotente sigue avanzando su traición al mejor postor, que sustituya sus incapacidades. Los países vecinos están al asecho, el absurdo saboteo norteamericano abre las heridas, que apenas sangran, pero no se cierran. A los chinos les bastará cobrarse con sobras, mientras negocian con el Norte una nueva repartición del mundo, en el que seremos tierras libias latinoamericanizadas. No hay manera de parar la hiperinflación, sin un acuerdo de las pocas fuerzas económicas supervivientes, un acuerdo de emergencia, de a poquito, fuera de lo político mal entendido. Mientras, saltan las migajas por los aires del hundimiento definitivo. El gobierno pone la mesa para la más aberrada venta del Estado, que él mismo hizo estallar irresponsablemente. La oposición sirve la mesa a la piratería internacional, para que se queden con nuestras reservas en el exterior, nuestro oro, nuestras empresas, nuestro futuro. A Johnson no se le tocará ni uno de sus secos pelos por el robo. Maduro y sus corresponsables estarán siempre en la picota, y mas temperano que tarde les llegará su sábado.

El segundo índice es la pobreza: FRACASO SOCIAL. La UCAB nos ubica como el país más pobre del continente, y el segundo en desigualdad social, o sea el más miserale, y el más injusto. Mal de todos, como ni siquiera en el siglo XIX. No importan los matices, pero no puede dudarse de quiénes son los virtuosos de la destrucción, productores de una crisis social jamás vivida en Venezuela. Y el"proceso" agónico se dijo socialista, y ha actuado como la más reaccionaria derecha fascista, arrasando la realidad con falsas banderas y pidiendo fidelidad. Costará redibujar un destino, pero será a pesar del gobierno y la oposición. Vuelven los niños a poblar las calles a montones, y la basura, que diligentemente es recogida a un costo mayor que el salario mínimo, no alcanza para alimentarlos. Cómo quedó el nombre de Chávez, porque ya sabemos la responsabilidad de su heredero.

Sencillamente, una sociedad dolarizada con el estigma, jamás podrá recuperarse con moneda propia, y los caimanes se muerden la cola, y no por hambre. Urge un gobierno que asuma la responsabilidad social como prioridad del Estado, que recupere los servicios públicos y la infraestructura en ruinas, la salud mendicante, que rescate la educación del hambre, que recupere la niñez abandonada, que castigue el desborde avaro de los comerciantes a saco roto. Se nos ofrece, ahora incongruentemente, que nos salvará la inversión extranjera –¿mendigos del capital internacional?–, que siempre se ha llevado más de lo que deja, cuando no se trata de muertos. Cuánto necesitamos de un mínimo de racionalidad sensible en el poder. La incongruencia nunca hizo país, sino tierra envenenada y arco minero.

El tercer índice es el de la corrupción: FRACASO MORAL. Rafael Ramírez, quien sencillamente no puede correr la arruga de su culpabilidad, habiendo tenido tanto poder y responsabilidad, pero con quien, sospechosamente, nadie discute, a quien nadie responde, habla de más de 700 mil millones de dólares. Qué importa el monto, si en todo caso es inimaginable. Los dos abismos se dan la mano y se lavan la cara con divisas robadas. Los bolichicos bolivarianos son una imagen de la desgracia. Hay que repetir sus nombres como oraciones matutinas de la maldición, la de sus hijos, esposas, familiares: "¡No los perdones, Señor!". Expresión profunda de la descomposición ética que nos trajo hasta estas orillas deshechas, la educación y el nombre al servicio del robo, máxima del neoliberalismo que dicen defender: "dime cuánto tienes y cuánto antes, mejor". Empresas inexistentes que fueron protegidas desde los más altos cargos políticos, los más representativos personajes: "¡No los perdones, Señor!". El desfalco más grande de la historia nos ha tocado a nosotros y sí lo sabíamos. Es criminal y no hay ideología que lo justifique. El infierno es poco. De ahí, esta situación de postguerra sin guerra. Somos ejemplo de lo que no se debe hacer. El leproso, la enfermedad en un mundo enfermo. Que nos expliquen por qué no se ha recuperado ni un diez, ni un cinco por ciento del desfalco, algo de lo que tanto ayudaría. Eso también es secreto a voces heridas. Tampoco los países donde se lavan los miles de millones de nuestra desgracia los devuelven. ¿Y el culpable puede ser juez? ¿Y el cómplice, fiel de la justicia? Una campaña de manos limpias, de gente honesta, la Venezuela moral que, golpeada y saqueada, todavía queda, es una respuesta mínima.

Fracaso económico, fracaso social, fracaso moral: fracaso político. La mayor infelicidad de nuestra historia. El peor gobierno y la peor oposición: "¡No los perdones, Señor!".



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Alejandro Bruzual

Alejandro Bruzual es PhD en Literaturas Latinoamericanas. Cuenta con más de veinte publicaciones, algunas traducidas a otros idiomas, entre ellas varios libros de poemas, biografías y crítica literaria y cultural. Se interesa, en particular, en las relaciones entre literatura y sociedad, vanguardias históricas, y aborda paralelamente problemas musicales, como el nacionalismo y la guitarra continental.


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