Armisticio: generoso, liberal y humano

"Para los traficantes de la patria la figura de los héroes

es una conciencia acusadora. Por eso se le teme a su huella

y se trata de cubrir el resplandor que lanzan."

Cesar Rengifo

El encuentro entre el presidente de Colombia Simón Bolívar y el jefe militar español Pablo Morillo en Santa Ana de Trujillo, selló con un abrazo los deseos sinceros que animaban a ambas partes de terminar la guerra, "Siendo el principal fundamento y objeto primario de este armisticio la negociación de la paz", en pos de evitar mayores pérdidas humanas y materiales.

Hablar de la firma del armisticio y del tratado de regularización de la guerra (1820) nos remite de inmediato al primer discípulo del genio, al egregio cumanés Antonio José de Sucre, indisoluble figura ligada al Libertador Simón Bolívar; sobre la base de una inalterada lealtad que mantuvo hasta el fin de sus días. Sucre de veinticinco años de edad fue comisionado por Bolívar para concertar los diálogos que dieron como resultado el fin del periodo más violento y sangriento de la guerra de independencia.

La admirable constancia de los hombres de la independencia está marcada por sus fuertes resoluciones a ser libres, con la firme convicción de batallar en todos los ámbitos posibles y que dicho empeño no les permitía retroceder jamás, independientemente de las pérdidas sufridas, puesto que eran perseguidos como traidores al imperio español.

En el contexto del lustro que antecedió a la firma del armisticio es de relevancia la llegada a Venezuela de 10.000 hombres al mando de Pablo Morillo. Derrotado Napoleón Bonaparte en la península ibérica, el Rey Fernando VII restituyó en 1814 el absolutismo y se dio a la tarea de reintegrar su imperio, para lo cual impartió la orden de reconquistar por la vía militar las para entonces colonias americanas.

Morillo fue enviado hasta Venezuela y Nueva Granada en 1815 por Fernando VII para acabar con los "conatos rebeldes locales" que se alzaban clamando por la independencia. La expedición militar dirigida por Morillo fue llamada de pacificación pues si se hablaba de guerra ello implicaba el reconocimiento del enemigo en cierto grado de igualdad y el objetivo era negar cualquier legitimidad a los republicanos en América.

Con la máxima "pacificar la zona aplicando todos los medios de dulzura" uno de los primeros territorios ocupados por Morillo en tierras venezolanas fue la isla de Margarita, donde en contra de la opinión de los principales líderes realistas, indultó al general Juan Bautista Arismendi y a sus hombres. Cuando Morillo se enteró de la noticia de la sublevación en la isla de Margarita y la toma de la guarnición española cuando iba rumbo a Cartagena de Indias se enfureció mucho. Es a partir de este momento cuando Morillo empezaría a aplicar una política de represión contrariando el principio con el que empezó su expedición.

Las tropelías de Morillo anteceden a su llegada a estas tierras, basta citar que durante el enfrentamiento con los franceses en la guerra de independencia española (1810) logró acorralar a unos soldados comandados por el capitán francés Villot que se habían refugiado en el campanario de la iglesia de Nuestra Señora del Castillo (Fuente Obejuna) y allí los quemó vivos.

Morillo dio instrucciones a los gobernadores españoles de hacer prisioneros a los familiares de los patriotas. Un acontecimiento muy conocido en la historia de Venezuela fue la retaliación que sufrió Luis Cáceres de Arismendi por las acciones de su esposo en 1815, el militar patriota Juan Bautista Arismendi, quien pudo escapar, pero Luisa Cáceres fue detenida por los españoles con el propósito de presionar a Arismendi, quien desarrollaba una nueva campaña contra las fuerzas españolas. El gobernador de Margarita, el español Joaquín Urreiztieta, no consiguió nada ni de ella ni de su marido, por lo que Luisa Cáceres permaneció en el calabozo del castillo Santa Rosa (donde tuvo a una niña que murió en el parto). La heroína llegó a Margarita con el éxodo a oriente (1814). Luisa Cáceres es una de las emblemáticas victimas que encarna el sufrimiento de todo un pueblo ante aquella guerra cruel que no respetaba nada.

Muchas batallas retratan la crueldad que tuvieron que afrontar los patriotas en la travesía libertaria de la revolución de independencia. Éxodos, prisión, enfermedades, y escasez de alimentos se cuentan dentro de las condiciones que vivían a consecuencia de la guerra. Se ha calculado que en Venezuela perecieron durante la guerra 300.000 personas, lo que equivale a un tercio de sus habitantes en aquel momento.

En este duro período de guerra a muerte, Morillo instauró en la Nueva Granada el denominado «Régimen del Terror» desde 1816 a 1819, creó tres tribunales que dirigieron con mano de hierro la región e iniciaron una represión que acabó con rebeldes, políticos y pensadores. Un acontecimiento que le dio un giro favorable a nuestra independencia fue el levantamiento de Quiroga hecho que el libertador resaltó así: "nuestra causa se decidió en el tribunal de Quiroga"; rebelión que obligó al rey Fernando VII a restablecer la constitución de 1813 impidiendo el refuerzo de las tropas realistas con 25.000 hombres esperados por Morillo.

Desmoronada su empresa en cinco años, Morillo en abril de 1820, siguiendo órdenes de la corona, pactó un armisticio, firmado el 25 de noviembre en la ciudad de Trujillo, el 26 firman el Tratado de Regularización de la Guerra y un día después se reunió Morillo con el Libertador en Santa Ana, al mes siguiente el jefe militar español retornó a España.

Dichos tratados son un hecho político de la guerra de independencia. En ellos se determinaron cláusulas territoriales, militares, políticas, económicas y morales en general, con un especial interés sobre los prisioneros de guerra. Prueba de esto es que en su gran mayoría los artículos del tratado de regularización de la guerra hacen alusión al problema de los prisioneros, además de sanciones y garantías de cumplimiento del propio tratado que resolvió de manera civilizada un acuerdo entre el reino de España y la naciente república de Colombia, reconociéndose el carácter institucional de autoridad gobernante a las fuerzas libertadoras beligerantes encabezadas por Bolívar. Atrás quedó el dominio del reino de España en estos territorios.

A pocas horas de firmar los acuerdos, Sucre le envía una comunicación a Bolívar donde describe los pormenores previos para la ratificación del tratado y le dice: "El tratado de Regularización de la Guerra lo propondremos hoy, tan generoso, liberal y humano como Ud. desea." Estaba dentro de los planes que así fuera, generoso, liberal y humano y es de asumirlo de tal modo ya que aquellos hombres honestos actúan guiados por esos principios que hoy son las bases de nuestro ideario nacional.

El general Morillo le manda a decir al libertador a través de sus interlocutores por medio del general Sucre, si concluido el armisticio, el libertador puede ir a Santa Ana para darle un abrazo: pues su deseo es conocerle y presentarle personalmente su amistad particular. Morillo confiesa que su corazón se ha mudado respecto a estos viejos enemigos. El poeta trujillano Ramón Palomares, describe la alegría de todos en aquel encuentro con su poema: ABRAZO EN SANTA ANA Carta del pacificador Morillo que finaliza con la justa exaltación al monumento para recordar aquel día. "Decidimos alzar un monumento/ En aquel pueblo de Santa Ana/ Dios!! Cuánto merecía ser tallado/ sobre una mole de diamantes!!".

Conocida la firma de estos tratados, los canjes de prisioneros se dieron prontamente. Destacamos la solicitud de canje del subteniente Juan José Anzoátegui, quien había caído preso en la isla de Margarita cuando tenía 14 años de edad en 1815, hasta ser reclamado el 9 de enero de 1821 por el coronel Mariano Montilla, comandante en jefe del ejército republicano que operaba en la Costa Caribe neogranadina. Gracias a este acuerdo cientos de militares pudieron salvar sus vidas mientras que otros regresaron a sus filas o al seno de sus familias.

De ese documento, el Libertador dijo que era "el más bello monumento a la piedad aplicada a la guerra". Sucre escribió el Decreto de Regularización de la Guerra, tarea que según los estudiosos lo acredita como precursor del derecho internacional humanitario; adelantado 43 años a la creación del Comité Internacional de la Cruz Roja y 44 años a los Tratados de Ginebra.

La actitud insubordinada del general Santiago Mariño permitió a Sucre (quien por ser oriental estuvo bajo el mando de Mariño) el ejercicio diplomático asignado por Bolívar para mantener la unidad del ejército patriota y evitar una guerra civil. Tras el éxito de la misión asignada, Bolívar le escribe a Sucre: "Usted se ha portado con la delicadeza y tino que yo esperaba. Celebro infinito que usted allá visto y tratado al general Mariño del modo que lo ha hecho, sin desesperarlo y con la consideración que él se merece. La política es la que debe hacerlo todo".

Ajeno a las intrigas, Sucre siempre manifestó su repugnancia por la politiquería. Sus acciones siempre estuvieron orientadas por los principios del bien público, se sobrepone siempre a la actitud individualista. Bolívar se dio cuenta de lo que significaba aquel joven militar y empezó a confiarle a una edad muy temprana misiones de primer orden. Luego de su brillante participación en la negociación diplomática se le asignaron responsabilidades en el plano internacional. Su tarea por la independencia fue larga para establecer el régimen republicano dentro de una concepción integradora con el principio de autodeterminación de los pueblos.

Grande fue el trajinar de Sucre por América, con las firmes intenciones incluso de liberar la isla de Cuba y Puerto Rico. Muchos pueblos le vieron, compartieron con él su verbo esclarecedor y brillante, discreto, estudioso, comedido en sus acciones, disciplinado moralmente, desprovisto de ambición, Sucre sirve a la causa de la independencia con devoción desde los 15 años; era, humanamente, un hombre muy distinto, contrastaba con aquellos otros hombres de armas, llenos de arresto.

Por sus nobles sentimientos Sucre sigue vigente en el corazón agradecido de nuestra América, en él brilló la esperanza de continuidad de la obra de Bolívar y que hoy, más que nunca, los jóvenes venezolanos deben levantar, donde quiera que se encuentren, el estandarte de la libertad que Sucre llevó con justicia.

Celebramos el bicentenario del armisticio y del tratado de regularización de la guerra en medio de una pandemia que azota al mundo y amenaza con perdurar por largo tiempo, según dictamina la Organización Mundial de la Salud, distintas voces en el mundo hacen llamados a cesar los conflictos para enfrentar con mayor eficiencia los embates del Covid19 en los países que atraviesan por conflictos internos para tratar de controlar la expansión de la pandemia, lo cual se refleja en el deterioro de la economía mundial en recesión.

Los acuerdos son difíciles de alcanzar, se tornan sumamente complicados por las posiciones antagónicas, y en muchos casos son antecedidos por complejas negociaciones para lograr un acercamiento de posiciones enfrentadas cuando estas llegan al extremo. Los tratados de paz y la insistencia por sus negociaciones son un ejercicio en la defensa de los derechos humanos, ya que las principales víctimas en estos conflictos casi siempre son los civiles, quienes no sólo pierden su vida, sino sus esperanzas y sueños.

La historia suministra parámetros elocuentes para una justa apreciación sobre la actual situación que amenaza a nuestro país.

La acertada premonición de nuestro libertador Simón Bolívar sobre los Estados Unidos hoy es el retrato fiel de lo descrito por él, "Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad". En nombre de la libertad tratan de torcer el brazo del pueblo venezolano que lucha por su autodeterminación para imponer su dominio imperial. Obligados estamos a buscar mecanismos políticos para neutralizar esos actos como lo supieron hacer los patriotas durante la prolongada guerra de independencia para construir una nación que exalte los más grandes valores por el respeto humano como bien se refleja en los acuerdos suscritos en Trujillo hace 200 años.

 

luisescultorico@gmail.com



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