Francisco Fajardo: traidor, entreguista e invasor

El presidente Nicolás Maduro anunció que la autopista Francisco Fajardo, la principal arteria vial de Caracas, se llamará de ahora en adelante Cacique Guaicaipuro. De inmediato los voceros de la derecha venezolana salieron indignados a protestar. Dijeron que había sido ultrajada la figura de Fajardo, al que presentan como un héroe nacional, cuya memoria debemos glorificar.

Ahora bien, ¿quién fue este personaje que la derecha defiende con tanto afán? Francisco Fajardo nació en Margarita en 1528. Su padre, Fajardo “el viejo”, originario de Galicia, fue teniente gobernador de la isla de Margarita entre 1526 y 1528; y su madre, la cacica guaiquerí Isabela, era nieta del cacique Charayma. De modo que era un criollo mestizo; pero aunque por sus venas corría también sangre indígena, su alma estaba emponzoñada por el afán de riquezas y poder del conquistador español. En su conducta prevaleció el espíritu malinche: al ofrecer su apoyo a los españoles y al convertirse él mismo en invasor traicionó a su pueblo.

Fajardo no se identificó con la grandeza de los pueblos caribe, de la costa de Tierra Firme, a los que quiso arrasar, y de quienes el mismo Colón dijo en su Diario de Viajes que “son gente astuta y de mucho ingenio, y no cobardes” (1498). Ni mucho menos con la Apología de los indios, presentada por Bartolomé de Las Casas en 1550 en defensa de los pueblos originarios.

Fajardo, enemigo de los pueblos indígenas

Para Fajardo, los indios que se asentaban en lo que hoy es Caracas y su periferia debieron ser como pocos años después (1578) los describe el primer gobernador de la Provincia de Venezuela, Juan de Pimentel, quien señala que “son rudos y de torpísimo entendimiento, son prontos para lo malo y nada hábiles para lo bueno”. Por eso los combates a sangre y fuego, destruye sus asentamientos para establecer los suyos, y los convierte en siervos de sus encomiendas.

Alrededor de 1555 Fajardo sale de Margarita; emprende su campaña de manipulación y engaño destinada a ganar la confianza de los caribe de tierra firme, aprovechando los lazos de consanguinidad que él y su madre tenían con algunos caciques de gran prestigio, entre ellos Naiguatá. Cuando con el tiempo se vio descubierto, desenvainó su espada de conquistador: organizó varias expediciones punitivas contra los poblados caribe de la región centro costera de Venezuela, bajo el pretexto de que estaba fundando pueblos. En realidad los estaba exterminando, a la vez que entregaba sus tierras y pobladores a los lugartenientes que lo acompañaban. A su compañero portugués, Cortés Richo, le adjudica lo que hoy se conoce como Valle-Coche; y a otro de sus secuaces, Juan Jorge Quiñones, le entrega el valle de San Jorge, hoy Caricuao-Macarao-Las Adjuntas.

Cuando en 1559 funda el hato de San Francisco, núcleo hispánico de la futura Caracas (situado entre lo que hoy es Carmelitas, Santa Capilla y Veroes, según las indagaciones arqueológicas de Mario Sanoja e Iraida Vargas), en un pequeño espacio que formaba parte del territorio habitado desde ya hacia miles de años por los caribe, ya es un conquistador: usurpa tierras, contraviene pactos, violenta la autoridad y reparte encomiendas. A los indios que confían en él los traiciona, como lo hizo con el cacique Paisana a quien en 1558 mandó a ahorcar.

Fajardo no se compadece de los innumerables sufrimientos a que son sometidos sus hermanos originarios a manos del conquistador europeo. Vivió de cerca la injusticia y no se conmovió de la suerte de sus semejantes. Vio las acciones de los opresores extranjeros cuyas acciones, según relata Bartolomé de Las Casas en 1542, “ni son de cristianos ni de hombres que tienen uso de razón, sino de demonios”. (Brevísima relación de la destrucción de las Indias)

Siendo Fajardo oriundo de Margarita, ni siquiera se identifica con el sufrimiento de sus coterráneos, que para entonces eran sometidos a los más disímiles actos de barbarie. Pretende ignorar hechos inicuos que se desarrollaban para entonces tanto en su isla como en Cubagua, donde “la tiranía que los españoles ejercitan contra los indios en el sacar o pescar de las perlas es una de las crueles y condenadas cosas que pueden ser en el mundo”.

La resistencia caribe

Afortunadamente, mientras Fajardo y sus malinches se mantenían indiferentes ante las injusticias o acosaba a sus hermanos, otros indígenas se incorporan a las luchas que contra los invasores libraban los pueblos rebeldes agrupados en una federación encabezada por Guaicaipuro, entre los que estaban caciques de gran valor y talento como Paramaconi, el gran jefe toromaima, que lideraba la lucha en los alrededores de Caracas, y la cacica Apacuana, ejemplo de coraje y lealtad, entre otros y otras.

Así lo explica el antropólogo Gaspar Marcano (1850-1910): “Durante diez años, los españoles encontraron en el país de los caracas una oposición que provenía tanto de su valor, habilidad y patriotismo como del hecho de que, constituidos como naciones independientes, prolongaban la lucha, estando separadas, o unidas entre sí. Sus caciques, por lo demás, se encontraban a la altura de su noble misión”. (Etnografía precolombina de Venezuela, 1889)

Con quién estamos

Como estamos viendo, Fajardo fue un personaje funesto: engañó, traicionó, atacó y despojó de sus tierras a sus hermanos de sangre, los pueblos indígenas que resisten al invasor europeo; fue, además, servil, entreguista y acomodaticio ante el invasor, cuyas acciones genocidas y etnocidas respaldó. Entonces, ¿no era hora de que su nombre con todo lo que ello simboliza fuera suplantado por el de un cacique caribe como Guaicaipuro, emblema de la resistencia ante el invasor?

Los que hoy defienden a Fajardo son los mismos que pretenden entregar nuestra nación a la rapaz codicia del imperio del Norte: buscan en los personajes del pasado los arquetipos para cometer sus fechorías en el presente. Mientras que los que defendemos a Guaicaipuro (Paramaconi o Apacuana), como símbolo, levantamos las banderas de la independencia, la identidad y la defensa integral de la patria.

La pregunta es ¿con quién estamos, con Fajardo o con Guaicaipuro? La respuesta de los patriotas solo puede ser una, y la dio el apóstol cubano José Martí: “Con Guaicaipuro, Paramaconi hemos de estar, y no con las llamas que los quemaron, ni con las cuerdas que los ataron, ni con los aceros que los degollaron, ni con los perros que los mordieron”.

José Gregorio Linares es Director de la Oficina del Cronista de Caracas, presidido por Mario Sanoja e Iraida Vargas.

Publicado por el Diario Ciudad Caracas



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