El brujo de la Carolina

Hubo ya hace unos cuantos años (en tiempos de la Cuarta República para ser exactos), un gobernador de Acción Democrática para más señas, famoso por lo bellaco de su comportamiento y por sus salidas digamos poco inteligentes pero que -como buen adeco-, se dejaba aconsejar mientras viese las posibilidades de que hubiese un buen negocio en puertas, algún guiso que le dejara buenos dividendos, fuesen estos políticos y de preferencia económicos.

Este personaje megalómano al extremo de dedicarle un monumento en medio de una plaza céntrica de la ciudad capital del estado a su sombrero "Borsalino", tenía fama de poseer poderes sobrenaturales, al extremo de que sus adversarios temían que éste en un arrebato, les lanzara un maleficio, y producto de sus hechicerías quedaran locos de a bola o tullidos para siempre.

Además de sus poderes mágicos, otro rasgo que lo caracterizaba era tener en su haber, algunos de los comentarios más jocosos que uno pudiera imaginar.

De una ignorancia proverbial, "el Brujo de la Carolina" -como era conocido aquel caudillo llanero nacido en el piedemonte andino-, les picó adelante a todos los patiquines que incursionaron en las lides de la política regional pues se jactaba de haber sido fundador del "Partido del Pueblo" y de haber inscrito a todos los bisoños dirigentes que, como las bacterias en un medio de cultivo favorable, surgieron con fuerza colonizando el sustrato benefactor de la sabana.

Predecesor de Manuel Rosales en cuanto a eso de derrochar inteligencia y conocimientos, si estuvieran en la misma categoría probablemente lo habría superado con absoluta facilidad al espetar algunas de sus celebérrimas respuestas.

En uno de sus tres periodos de gobierno (el primero nombrado a dedo y los dos restantes por elección popular) y tomando como suya la idea de alguno de sus asesores para aquel momento, impulsó la ejecución de unos famosos "Operativos Quirúrgicos" que -aunque plenamente justificados debido a la increíble deuda histórica que en cuestiones de salud se tenía con los pobladores de aquella comarca-, fueron la excusa perfecta para apropiarse de una importante tajada del dinero destinado a salubridad.

Lo cierto del caso es que entre las declaraciones que emitía este personaje, se encontraban por supuesto, las referentes al emprendimiento quirúrgico ya mencionado y que, como cualquier cacique del "partido del pueblo", el tipo salía con unas barbaridades de esas que se atesoran en antologías.

Populista, presuntuoso, populachero y petulante, asumía cualquier oficio con tal de salir el día siguiente en la portada de los periódicos. Evidentemente si en la mañana aparecía ataviado de militar encaramado en un tanque y a mediodía vestía como aparentemente se deben vestir los ingenieros en petróleo, lógico era que en la tarde saliera de quirófano tapando su calvicie ya no con el borsalino de sus tormentos (gracias al señor), si no con un gorro quirúrgico, con el tapaboca a media asta por debajo de la mandíbula -tratando de evitar el incognito ante las cámaras-, y con sus características botas puyúas siempre embarradas de algo que al parecer era bosta, declaraba con su singular tono de voz y con las metidas de pata a flor de lengua.

En una ocasión refiriéndose a las operaciones de pterigión que se realizaban durante los operativos, informó en rueda de prensa que se habían efectuado tantas intervenciones "de callosidades de los ojos".

En otra oportunidad se dirigió a los reporteros y les explicó que se habían realizado X cantidad de "capaduras de mujeres" para referirse a las esterilizaciones quirúrgicas -o ligaduras de trompas-, que se efectuaban.

Darle prioridad a la salud e inventar los famosos "Operativos Quirúrgicos", le permitió al gobernador evadir el control presupuestario de cualquier amague de contraloría, tomando el atajo de la duplicidad de funciones.

Cualquier acción espasmódica, por muy buenas intenciones que esta traiga consigo, encarece todo proceso llámese éste "plan", "operativo" o "misión", puesto que la administración debe continuar pagando a los empleados que habitualmente cumplen determinada función y además erogar ingentes sumas de dinero para suministrar logística, insumos, infraestructura, transporte, refrigerios y alimentos al nuevo personal, al que obviamente habría que extenderles además algún tipo de remuneración aparte, puesto que "no sólo de pan vive el hombre".

Muchos de sus paisanos aún lo extrañan, anhelan a este pintoresco individuo condensado de la zamarrería llanera que llenó un espacio importante de la historia democrática "prerrevolucionaria". Oriundo de un municipio con nombre libertario (Bolívar), en su larga trayectoria política ocupó diferentes cargos de elección popular: diputado a la Asamblea Legislativa del Estado, Senador al Congreso Nacional y como ya mencionamos tres veces Gobernador.

Mixtura de la suspicacia andina con el carácter dicharachero del llanero, este caudillo tuvo las santas bolas de declarar una vez en que le preguntaran acerca del por qué le dedicaba tanto esfuerzo y dinero al ornato de parques y avenidas y no se preocupaba por dotar de cloacas y de agua potable a una población que había pasado violentamente de ser poco más que un villorrio a convertirse en una ciudad pujante, llena de barrios improvisados surgidos tras la invasión de algún ejido o terreno baldío, y el caradura respondió:

  • "¡Porque las cloacas y las tuberías van por abajo’e la tierra y nadien las ve, mientras que las placitas y los parquecitos los tienen que mirar cada vez que le pasen cerca. Además, los contratistas que hacen esos trabajos usan los peores materiales y los cobran como si fueran de primera calidad y de ese guiso no le dan ni medio a uno chico!"

De tal manera que este recuerdo te hace pensar con suspicacia: ¿Por qué tanto empeño por parte del gobierno en "embellecer" no sé cuántos parques, plazas, ¡ciudades enteras!, y no se preocupa en lo absoluto por mejorar servicios tan elementales como el agua o la energía eléctrica?, ¿por qué entonces esa pazguatada de estarle arreglando los templos, las iglesias y hasta las capillas a una casta clerical que se desvive en lisonjas a la "burguesía", en arrumacos a la "clase media", siempre adulantes de la "alta sociedad", que te apuñala en cada oportunidad en la que le das la espalda, en vez de solucionar de una vez por todas problemas que aquejan a la mayoría de los venezolanos como son la especulación, el gas o la gasolina?

Este placer enfermizo por seducir a quien te desprecia y en el mismo acto relegar al que te apoya, resulta entonces como una especie de -como propuso Sewall Wright-, "deriva genética" en donde los antepasados adecos le ceden a sus descendientes inscritos en el genoma "revolucionario" los cromosomas de la pantallería, el vivalapepismo, la viveza criolla y la corrupción.

No es que uno la tenga agarrada con el pobre Nicolás, pero hasta la buena fe hay que saberla administrar.

Hay que priorizar algunas cosas, y mientras estés viendo sin hacer nada al respecto cómo tus hijos abandonan el terruño, cómo tus individuos mejor preparados son atraídos (o empujados) hacia otros países que no gastaron un centavo en su formación, en su preparación académica, de cómo tu población económicamente activa se fuga por nuestras fronteras buscando mejores ingresos, no habrá posibilidades reales de superar este aciago momento de nuestra historia contemporánea en donde las acciones imperiales, la deslealtad de los dirigentes opositores y la degradación moral de una porción significativa de los habitantes confluyen para convertirse en un ancla uncida al cuello de la nación.

Perseverantes y habilidosos en el arte de la supervivencia, la casta cuartorepublicana ha sabido mutar, adaptarse y reproducirse en el interior de las instituciones parasitándolas, alimentándose de ellas, saboteando y mermando su sanidad, debilitando su robustez y convirtiéndolas en paquidérmicas figuras que consumen grandes recursos pero que no aportan nada salvo montañas de boñiga que adornan el camino de la gestión gubernamental.

La respuesta a estas inquietudes se encuentra plasmada en otra de las genialidades emitidas por aquel personaje del sombrero de cow boy que, en un momento determinado se refirió a un lamentable suceso en el que una de las pacientes -operada de una colecistectomía- producto de una reacción idiosincrática a la anestesia o por causa de alguna desconocida enfermedad de base, jamás despertó de la anestesia y el gentil hombre respondió "Actualmente la paciente se encuentra en vida vegetariana".



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Carlos Pérez Mujica


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