El ultrapopulismo madurista: todo barato o gratis, aunque ni sirve, ni hay

Desde su particular forma de entender el mundo Maduro fundó para la posteridad una forma de hacer política para supuestamente llevar bienestar al pueblo que solo él y los suyos entienden y creen, sembrando el caos y la miseria con cada torpe decisión y echando la culpa del lógico fracaso a factores y actores exógenos. Hoy por hoy el gobierno de Maduro solo acumula fracasos, los cuales le han costado a la nación más rica de este lado del universo hambre, muerte, miseria y mil pandemias más.

Todo lo que Maduro tocó para supuestamente favorecer al pueblo lo volvió gratis o ridículamente barato y todo lo que volvió gratis o ridículamente barato se revirtió contra el pueblo en forma de escasez, inflación, bachaqueo, pésimo o nulo servicio, foco de corruptela, deterioro y precios inalcanzables. Ahorita mismo, en el país de la gasolina más estúpidamente barata del mundo escasea la gasolina y alguna gente tiene que comprar gasolina a dos dólares el litro; en el país del gas regalado, donde luego de 20 años de revolución se sigue quemando gas a mansalva, la gente cocina con leña o en peligrosas cocinas eléctricas que han llevado más gasto energético al país y accidentes no pocas veces mortales en los hogares; Movilnet, la compañía telefónica con las rentas de telefonía e internet más baratas del planeta, no sirve; los metros de Venezuela, los únicos gratis del mundo, no sirven; el único tramo ferrocarrilero que se pudo construir en el colosal y engavetado plan ferrocarrilero nacional, el de los Valles del Tuy, que tiene el pasaje más ridículamente barato de la galaxia, presta un servicio peor que el metro de Calcuta; en uno de los poquísimos países del mundo donde no se paga o se paga a precios simbólicos el agua y la electricidad, el agua y electricidad escasean a niveles alarmantes, y cuando hay, como es lógico cuando algo no cuesta nada, la gente los derrocha; producto del ultrapopulista intento de ultracontrol de los dólares y las importaciones, aunado al ultrapopulista intento de control a niveles absurdos de los precios de los pasajes, el transporte público y privado no sirven.

La lista es larga. El gobierno de Maduro, como ningún otro en la historia de la humanidad, pretendió controlarlo todo con el afán de comprar votos y apoyo popular, creyendo inocentemente que para que las cosas funcionaran y llevaran bienestar al pueblo bastaba que pasaran de manos privadas a control estatal y luego decretar pomposamente su gratuidad o un control de precios irresponsable y siempre populista. Nada más lejos de la realidad.

Como pocos en la historia humana el gobierno de Maduro pretendió acomodar el mundo a punta de decretos, leyes, órdenes, resoluciones, controles, más controles, envenenando la realidad con una monstruosa cantidad de controles que no controlaron nada, sino que sembraron el más horrendo caos jamás visto desde la Guerra Federal. En su tierna pero perniciosa inocencia, Maduro, cuando vio que los decretos por sí solos no funcionaban, entonces "reforzó" sus bizantinas medidas poniendo generales a controlar todo lo que creyó controlable. Todo el que tuviera un sol en los hombros y gritara "¡Chávez vive!" era digno de estar al mando de algo que necesitara (según la óptica del "presidente obrero") ser controlado.

Para Maduro gobernar era controlar y según su criterio todo lo que existe necesita ser controlado con decretos y generales, como debe ser. A esa extraña forma de ver la realidad Maduro le puso el único nombre que podía salir de su boca de frasesotas rimbombantes aprendidas de Chávez: lo llamó "socialismo", haciéndoles un flaco favor a los socialistas del mundo. Maduro creyó y cree que socialismo era poner todo gratis o regalado, todo en manos del Estado, todo controlado mediante decretos y militares de alto rango. Al más horrendo ultrapopulismo lo denominó socialismo.

Luego de haber destruido un país que le entregaron con problemas, pero funcionando regularmente bien, Maduro no fue que mintió echándole la culpa a la guerra económica, sino que en verdad él lo cree; él cree que el caos no tiene nada que ver con sus chinazos y autogoles economicoadministrativos, sino que los chicos malos del drama, "la derecha", la tienen agarrada con él. Y así lo denuncia cada vez que tiene un micrófono cerca.

Hace unos tres años Isamar, una niña de once años que para sobrevivir a Maduro vendía lo que pudiera de casa en casa, se quejaba de la situación económica. Entonces quise saber su visión de las cosas y me enteré que ella quería ser presidente para arreglar la situación en Venezuela. Inquirí sobre qué método usaría ella o qué medidas tomaría y contestó sin pensarlo que aumentaría los salarios y controlaría los precios, justo lo que Maduro estaba haciendo desde la mala hora en que asumió el poder. Que un niño de once años crea que el mundo se arregla aumentando salarios y controlando precios está bien, pero que lo crea el propio presidente de la República es, como ha sido, una verdadera maldición.

abogadosuceve@hotmail.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1717 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter