La crisis humanitaria del régimen de "punto fijo": Venezuela 1989

El presidente Carlos Andrés Pérez implementó un conjunto de ajustes económicos y financieros, que estrangularon la ya miserable situación social del pueblo venezolano.

Corría el segundo mes de 1989 y los postulados del "Documento de Santa Fe" se aplicaban, arbitraria y precipitadamente por los gobiernos dóciles a los mandatos del Departamento del Tesoro, FMI y el Banco Mundial.

Desde Guarenas y hasta Caracas se extendió como incendio abrazador la rebelión popular.

La movilización social expresó la tradición de lucha de un pueblo combativo, y educado, en múltiples batallas históricas por los derechos y la dignidad.

El torbellino popular con vientos huracanados alimentaba las llamas de la revuelta, con fuerza ineludible.

Acción de un pueblo bajando de los cerros y ascendiendo de las barrancas, con faz macilenta por la desnutrición de tanto no comer o intentar deglutir la "perrarina" _ comida para perros _ cuando se tenía la suerte de conseguirla, pero, en gesto decidido de pelear a brazo partido por sus derechos, y para arañar una alimentación básica y decente.

El pueblo se movilizó a exigir justicia social, salario digno, una canasta básica satisfactoria y accesible a la clase trabajadora, no más impuestos indirectos. Demandaba el respeto de las garantías democráticas y sociales.

La reacción del gobernante de turno; el "demócrata" líder del "Acción Democrática" y de la Socialdemocracia internacional, Carlos Andrés Pérez, no fue precisamente; la de un presidente democrático y amante de la libertad.

Reaccionó como el déspota más sanguinario (al mejor estilo de un "milico" entrenado en la "Escuela de las Américas"). Ordenó a los cuerpos policiales y al ejército arremeter con todo el poder de sus armas de fuego, carros blindados y otros medios, contra las masas humildes e indefensas.

El objetivo de esa ofensiva represiva y criminal, liderada por el presidente Pérez, fue acallar el clamor popular y limpiar las calles y plazas caraqueñas y de otras ciudades, de la protesta legítima de los amplios sectores populares desposeidos, y de las muchedumbres indignadas, por la agudización de la desigualdad, la pobreza y la violación de las garantías democráticas y libertades civiles más elementales.

En largas 48 horas las avenidas, alamedas y bulevares, se tiñeron de sangre, se vistieron de cuerpos de hombres y mujeres, muchachos y muchachas, obreros y estudiantes, amas de casa y labriegos, en espasmos agonizantes o despanzurrados por las balas y las granadas homicidas.

Una tenebrosa nube de horror e imágenes espeluznantes de la muerte, reinando a diestra y siniestra.

Los ataúdes se agotaron rápidamente. Se abrieron fosas comunes, hubo ejecuciones extrajudiciales consumadas por la policía, los servicios secretos, el DISIP y el CEJAP_ dirigidos por dos sicópatas entrenados por la CIA en la academia de guerra psicológica: Fort Bragg; Henry López Sisco (el verdugo) y el terrorista fallecido Luis Posada Carriles _ y el ejército.

En Cantaura, Yumare, el Amparo y lomas de Catia, ultimaron a centenares, que habían caído en las ergástulas del aparato represivo. En su desgracia otras centenas de combatientes, fueron desaparecidos, hasta nuestros días.

Hasta el 8 de marzo se extendieron las manifestaciones y el caos, genuinas batallas campales libradas por el pueblo indefenso, que con la razón y los puños, mística y espíritu de sacrificio, enfrentó las balas y la atrocidad del gobierno y del capital.

Con esa "irracionalidad" de la "racional" aplicación de la ley, imperó el "orden" de la oligarquía codiciosa. La intemperancia de las clases dominantes reaccionó con alevosa crueldad y barbarie, a la motivación diáfana del pueblo que expresaba su opinión frente a medidas de hambre.

La coerción despiadada fue el mensaje de las aristocracias de explotadores y castas de acaudalados en el poder, a la voluntad política de las mayorías desheredadas, de salir a las calles a demandar el cese de las políticas fiscales depredadoras, la privatización del patrimonio público, la reducción de la inversión social y el desmantelamiento de la institucionalidad estatal.

Con una masacre de proporciones que puede calificarse de crimen de lesa humanidad, reaccionó el gobierno "democrático" del sistema de "punto fijo", a las movilizaciones de centrales sindicales obreras, de las uniones campesinas, del movimiento estudiantil y popular, en lucha; portando una propuesta alternativa soberana, a las imposiciones doctrinarias de las agencias financieras internacionales y las corporaciones imperialistas.

El pueblo demandante nunca encontró a un presidente, a un gobierno, a los ministros, a los "adecos" y el Copei, a las fracciones de la oligarquía venezolana, con un compromiso político de actuar en congruencia con su retórica "democrática", su demagogia de respeto a las leyes, o en alguna coherencia con el propalado "Estado social de derecho", que decían habían instituido y defendían en sus discursos.

Jamás respondieron positivamente, con responsabilidad y mesura política, ante una crisis social y el agravamiento de las contradicciones. Nunca se observó la urgencia de convocar a un diálogo necesario con el concurso de las distintas partes, y llevar a la mesa del debate los diversos planteamientos, que posibilitaran una salida política, civilizada y satisfactoria, frente a la emergencia nacional.

Todo ello, en concordancia con los normas constitucionales, y mucho menos, conforme a las obligaciones como funcionarios públicos y su papel como personalidades electas para una gestión, con el mandato ciudadano de garantizar la estabilidad y el bien colectivo.

Esa decisión de gobernanza responsable y democrática, nunca asomó, en aquellos pasajes dramáticos de la historia contemporánea del pueblo venezolano.

Aquel escenario fue una demostración fehaciente, de la naturaleza tiránica del "Pacto de Punto Fijo", y de la mezquindad y cobardía de las clases dominantes venezolanas, incapaces de gobernar con principios constitucionales, de acatar los derechos y libertades fundamentales, la legislación nacional y las garantías ciudadanas rubricadas en convenciones universales y tratados internacionales.

Aquel campo de épica batalla por la dignidad y la vida del pueblo Bolivariano de Venezuela, se escribió como el "Caracazo".

Un glorioso episodio de combate popular por los derechos humanos.

Ese fue un hecho social que mutó en crisis humanitaria. En ese momento hubo crisis humanitaria en Venezuela. Recuerdese los más de 3000 asesinados y miles más acribillados, en condición de heridos y lesionados. Centenares en cárceles y sufrimiento el terror de la tortura.

Un país en Estado de sitio y suspendidas las garantías políticas en su totalidad.

Hambre, miseria, parricidio en masa, terrorismo estatal, crímenes de lesa humanidad, torsión constitutucional y desaparición de las garantías civiles. Esas características en que precipitó la situación política y social, se inscribe en la condición de crisis humanitaria.

El "Caracazo" se conoce como un episodio heroico del pueblo venezolano en lucha, por su emancipación.

Sin embargo, tenemos la obligación histórica de traer a los actuales momentos aquellos hechos, porque, nos recuerdan el carácter antidemocrático, dictatorial, opresor, criminal y despiadado, de la oligarquía Venezolana y del viejo régimen de "punto fijo".

Porque, hoy con la mentira, la manipulación mediática, la guerra no convencional, el terrorismo, el asedio económico, el cerco financiero y la hostilidad política y diplomática, dirigida por el belicismo injerencista de EEUU, se motoriza un continuado golpe de Estado y una agresión militar total.

Porque, en las horas que los molinos del tiempo consumen inexorablemente, se hace silencio de la naturaleza genocida de la oposición contrarrevolucionaria y fascista, (ahora con un autoproclamado espectro político adiestrado en Washington) que violentando toda legislación, principios constitucionales, política civilizada y el derecho internacional, se han embarcado en un complot con el propósito de volver a esclavizar al pueblo trabajador y desfigurar la libertad alcanzada por el pueblo Bolivariano.

Planean la regresión de la tierra de Bolívar a un estatus de semicolonia, bajo la inmundicia del dólar, la explotación de las corporaciones, el tutelaje político de Washington y la bota militar del Pentágono.

Porque, hay que recordar las masacres y la crisis humanitaria que desencadenó, la oligarquía, durante el Caracazo, para entender de lo que son capaces estos cadáveres políticos de la oposición contrarrevolucionaria, que hoy en nombre de la democracia, la libertad y de la "ayuda humanitaria"; y bajo el látigo de la Casa Blanca, intentan regresar al poder con los métodos del intervencionismo y el terrorismo.

El pueblo Bolivariano de Venezuela, los pueblos de América Latina y El Caribe, las fuerzas sociales de avanzada y antiinperialistas, tenemos la historia como herramienta de lucha y de nuestro lado. No olvidamos, somos ilustrados, hacemos política de verdad y con la verdad.

Nuestra obligación moral y responsabilidad histórica es respaldar la constitucionalidad de la República Bolivariana de Venezuela, al único Presidente electo libremente por el poder de la soberanía popular: Nicolás Maduro Moros.

La oposición contrarrevolucionaria al igual que en 1989, en ocasión de los acontecimientos del Caracazo, siguen en el fango de la violencia, del terrorismo, del pisoteo de derechos, de la felonía, del entreguismo a intereses neocoloniales, de la avaricia, de la megalomanía y la guerra. Sigue el rastro abyecto de Carlos Andrés Pérez, un vende patria aliado con los métodos del fascismo y la muerte.

Los pueblos recuerdan e iluminan, la praxis política presente y el futuro, comprendiendo lo que no es posible repetir y es necesario desterrar para siempre de nuestros países.

De la misma manera, con la lámpara encendida de verdades, alumbra la senda del cambio social y la libertad, comprendiendo que el destino de la nación Venezolana, Bolivariana y Chavista, lo traza el pueblo humilde y consciente de la lucha por la independencia, la dignidad, la soberanía plena y el Socialismo.

El pueblo combatiente y creador de la revolución desde su cotidianidad, que se ha ganado el respeto de la comunidad internacional. Las fuerzas del multipolarismo y el antiimperialismo, apoya el derecho del pueblo venezolano a la autodeterminación; y a resolver sus diferendos y antagonismos sociales por la vía política propia, y sin injerencismo de ninguna índole.

Por ello, con el apoyo solidario de los pueblos del mundo y el reconocimiento de gobiernos respetuosos del equilibrio en las relaciones internacionales, y en apego a los principios de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el pueblo bolivariano de Venezuela sigue el rumbo del diálogo, de la paz, y su derecho a ser libre: !leales siempre a los ideales de Bolívar y Chávez! Traidores jamás a la sangre de los héroes, mártires y heroínas, del Caracazo.



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