Desde Madero a Maduro: Lecciones de la revolución mexicana para la Venezuela del siglo XXI

Hace más de cien años México tuvo un presidente democráticamente elegido, muy popular y querido, empeñado en reducir la influencia extranjera y el grosero lucro que fluía hacia afuera desde su país y elevar las condiciones de vida de su pueblo. Los intereses financieros norteamericanos en Wall Street orquestaron un golpe de estado y se aseguraron que él fuera brutalmente asesinado.

Obviamente, no se trató del presidente Nicolás Maduro de Venezuela, quien estaba pautado para recibir este año el mismo tratamiento, pero su nombre es notablemente parecido –Madero no Maduro. Los paralelos y contrastes entre los dos hombres llaman la atención.

Desgraciadamente, el pobre Madero, reformista idealista que gobernó como presidente de México desde 1911 hasta 1913 carecía de las sólidas tácticas políticas callejeras de Maduro y un claro sentido común del que Maduro ha hecho gala en Venezuela a través de su larga y controversial pero innegablemente exitosa carrera.

Madero, de manera ingenua confiaba en el comandante en jefe del ejército que venía del anterior presidente Porfirio Díaz, el general Victoriano Huerta.

Huerta había prosperado a través del largo gobierno de 35 años de Porfirio Díaz desde el año 1876 hasta 1911 habiendo llevado a cabo campañas genocidas para Díaz contra los pueblos aborígenes Yaqui y Mayas.

El año 1913 los intereses de Wall Street de manera entusiasta apoyaron a Huerta cuando este llevó a cabo un golpe de estado contra el inocente Madero. El presidente norteamericano de la época, Woodrow Wilson, era un excepcionalmente fanático racista que despreciaba al pueblo mexicano y a comienzos apoyó el golpe de estado de Huerta.

Los descomunales intereses financieros y mineros en Nueva York estaban ansiosos de continuar con el saqueo de los recursos de México, mientras más del noventa por ciento de su población vivía prácticamente como esclavos en aplastante pobreza durante el régimen de Díaz.

Durante la última década de Díaz, permanentemente apoyado por los financistas ladrones de Wall Street, como los denomina el historiador Matthew Josephson y por los complacientes gobiernos de Theodore Roosevelt y William Howard Taft –por lo menos 600 mil personas murieron sobre explotados como esclavos en las estancias de los seguidores de Díaz. Ni un susurro de desaprobación se escuchó de parte de Washington.

Huerta gobernó con su habitual inconsciente y matonesca brutalidad por menos de un año y medio antes de provocar tal rechazo nacional que fue derrocado durante una breve pero sangrienta guerra civil. Por supuesto que huyó hacia Estados Unidos pero entonces cometió el error de enajenarse tanto a los dirigentes empresariales como mandos militares al abrazar abiertamente a la Alemania Imperial en una conspiración para su retorno al poder.

Huerta murió bajo liberal custodia militar en Estados Unidos el año 1916 luego de una noche de cena y bebida. Hubo la amplia sospecha que fue envenenado por los norteamericanos pero la causa bien pudo ser solo los excesos en la bebida. Su autopsia reveló una avanzada cirrosis hepática.

Hasta hoy en día, Huerta es repudiado como el criminal genocida, cobarde asesino, instrumento de cínicos intereses extranjeros que fue mientras que el bien intencionado pero trágicamente incompetente de Madero es amado por el pueblo de México. Los días desde el inicio del golpe de estado de Huerta hasta el asesinato del presidente –fusilado por un improvisado pelotón de asesinos de noche junto a su hermano y vicepresidente, son recordados como La Decena Trágica.

Durante los años que siguieron México soportó todos los horrores de un estado colapsado con bandos rivales asesinándose unos a otros y a cualquiera que se les atravesase. La población del país se redujo de 15 millones de habitantes el año 1910 a 11,6 millones una década después. Factorizando cuántas muertes fueron encubiertas por la alta tasa de nacimientos, mucho más de cuatro millones de personas o sea más del 25 por ciento de la población total murió durante los años de anárquica violencia a partir del asesinato del presidente Madero por parte de Huerta.

La Decena Trágica continúa reverberando en México hasta el día de hoy. Cuando el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador continúa soportando masivas presiones de parte del gobierno de Trump para que reconozca a su títere favorito, Juan Guaidó, la figurita preferida de Washington como presidente de Venezuela, él sigue cumpliendo con la reverencia que manifiesta su pueblo por Madero, el presidente mártir y recordando el caos, los baños de sangre y el odio que Huerta desató en su período.

Madero de manera ingenua confió en el honor de su comandante de ejército, el asesino Huerta. Contrariamente, el presidente Maduro en Venezuela, tanto como su mentor político y antecesor Hugo Chávez, ha tenido siempre el cuidado de tener un alto mando militar leal a la dirección política nacional civil elegida democráticamente. Hoy en día sin embargo, dirigentes políticos norteamericanos abiertamente instan a los mandos militares venezolanos a deshacerse de su propia y apreciada constitución y procesos democráticos y derrocar violentamente al presidente Maduro –por supuesto que todo en nombre de su habitual, mítica y nunca bien definida "libertad".

Puntualmente, no obstante, la publicación Bloomberg News, dio a conocer un informe señalando que en el establecimiento militar venezolano hay más de dos mil generales y almirantes y que un solo oficial, que ni siquiera tiene mando de tropa, se adhirió al vocero de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó. Ese farsante muchachito a quien el gobierno de Trump está tratando de imponer en el lugar de Maduro como "presidente" de Venezuela.

Así mismo, el precedente de México desde hace más de un siglo, nos enseña que si la conspiración norteamericana para derrocar a Maduro tuviera éxito, como lo tuvo el intento de derrocar y asesinar a Madero lo logró tan trágicamente hace 106 años, en seguida una guerra civil el caos y la violenta muerte de múltiples millones de gente inocente podría ser la rápida consecuencia.

Durante el período de siete años que siguió a la muerte de Francisco Madero, más de un cuarto de la población de México fue masacrado o murió de hambre. La historia de los estados donde gobiernos norteamericanos de este siglo de manera exitosa han orquestado "cambios de régimen" deja muy en claro que Venezuela sufriría un destino similar.

Afganistán, Libia, Irak, Yemen, Sudán del Sur y Ucrania permanecen como apabullantes lecciones objetivas en cuanto a la incompetencia criminal de Estados Unidos en el mundo –como mínimo en cuanto a la "construcción de naciones". Las consecuencias en torno a los interminables intentos fallidos para derrocar al presidente de Siria nos cuentan la misma y terrible historia.

Las balas que destrozaron al gentil e ingenuo presidente Madero hace más de un siglo, continúan rebotando en nuestra propia y ensangrentada época.

Nota.- Sus comentarios y opiniones acerca de este artículo serán bienvenidos en

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Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

Strategic Culture Foundation



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