Somos nosotros

Me he estado preguntando por qué el imperio económico con todo su inmenso poder, que ha quitado y puesto dictadores, presidentes, reyes y hasta papas en casi todo el planeta, durante más de un siglo; esa trust gigantesca que maneja armas de destrucción masiva a través de sus más conspicuos países operadores, que ha asesinado a millones de personas con todo tipo de armas y estrategias, que ha secado importantísimas fuentes de agua, que ha contaminado ríos, lagos y mares, que ha hecho que el planeta entero padezca de sed; cómo es –digo- que haya puesto a una persona tan anodina, tan desconocida aún después de conocerla, tan desabrida, tan insignificante, tan así como su mirada estrábica, cómo es que lo pusieron a fingir un mandato, esa gestión democrática de cartón piedra y alambrito. ¿Por qué Guaidós, Guaidól o como de llame?

 

Alguien me dijo, me insistió que no había que subestimarlo, que desde que mostró el culo a las cámaras -tal vez su mejor semblante- ha estado bajo las órdenes y la educación de los operadores norteamericanos, para hacer de él todo un pinochetito de civil. Sí, está bien, lo adiestraron, ahora se sienta, da la vuelta, ataca cuando se le dice… pero por qué a él y no a Laika que además busca la pelota y la pone a tus pies. Es algo que no parece tener mucha explicación, posiblemente la Historia lo aclare algún día.

El asunto es que el personaje de marras, eso nadie se lo puede quitar, ha cumplido su mandado con bastante apego a lo que se esperaba de él, aunque su empeño de serle súper fiel a lo encomendado, ha dejado ver ciertas costuras del tinglado. Algunos podrán excusarlo argumentando que es nuevo en esas tareas. Alguien lo defendió con énfasis arguyendo que tampoco era tan fácil eso de ser un lleva y trae, un correveidile solícito, y de repente tener que autoproclamarse presidente de un país. Que de la noche a la mañana te envistan de una supuesta autoridad nacional e internacional sin tener las más meretriz idea del significado de todo eso y que, al mismo tiempo, tengas que mantener una obediencia ciega. ¡A eso le ronca el mango! Otros más, salen en su defensa explicando que le habían prometido una farsa de corto aliento pero que ahora que se les ha ido estirando la estructura, ni él ni nadie sabe muy bien qué decir, qué poder invocar, ni qué amenaza lanzar a los cuatro vientos.

Así pasa con cada funcionario nombrado por Gualdó: no sabe muy bien como ejercer el cargo, en qué silla y detrás de cuál escritorio sentarse, a cuál secretaria pedirle que le redacte una carta de la que tampoco sabría qué cosa dictarle. Cada funcionario de estos tan etéreos, digo, no está tan seguro de si está ayudando al golpe de estado que le prometieron o si simplemente está haciendo un pequeño ridículo, porque ni siquiera el ridículo que hacen tiene una estatura que pueda llamarse notable. Todos esperan con desesperación que algo pase, que lleguen, pisen, maten, rompan, escupan, decreten y saqueen de una vez porque esto así no se aguanta.

Tal vez la razón de tanta sin razón sea que al imperio económico le sabe a ñame quién o quiénes se invisten de demócratas alka-seltzer o de dictadores feroces, cualquiera puede hacerlo, hasta Guaridó; al fin y al cabo, los intereses de estos señores no son ni civiles, ni políticos, ni militares, son netamente económicos. Si muere gente, si hay una guerra civil o una invasión, bien de marines o de paracos, esa no es su cuestión. Eso le concierne a sus operadores. Su asunto es echarle mano a materia prima y de primera. Su asunto es ganar un ajedrez mundial que están perdiendo. Saben que un peón cuyo valor intrínseco es poco significativo, adquiere circunstancialmente un valor estratégico importante, al que pueden desechar sin mayores traumas en lo que el contexto cambie.

Desde esta perspectiva, Guasdos, Gudos… bueno el tipo este de la autoproclamación, no Carmona, ese es autojuramentado, el de ahorita… en fin, ese muchacho no es el problema, no lo es para nosotros, no lo es para el imperio económico; para ellos porque un títere se cambia en dos segundos, para nosotros porque el verdadero asunto somos, precisamente, nosotros, la población venezolana, los que estamos sufriendo la guerra económica, los que podríamos morir en un bombardeo o en manos de esos paracos asesinos, nosotros somos los que decidimos si esos señores de la economía planetaria se salen con la suya o no. Nosotros, los venezolanos, marchemos en la fila que sea, somos los dueños de la pelota… ni Guondos, ni Uribe, ni Trump, ni Rubio, ni Bolosonaro, ni Pepe Mujica, Tampoco lo son nuestro personeros gubernamentales, ni tampoco China, ni Rusia. Ni es el oro, ni el petróleo. Somos nosotros el asunto importante. Somos la vida, el alma, la razón primera y la razón última de que exista Venezuela. Y solamente nosotros podemos derrotar a esos carajos. La Fuerza Armada, a Dios gracias, Fuerza bien armada y bolivariana, que está -por juramento y por concepto- de nuestro lado, se puede plantear una defensa con armamento y estrategia bélica. Los civiles que decidan incorporarse en esa defensa militar, más que bueno. Pero la victoria, superar el trance, vencer la angustia, nos corresponde. Nosotros, el pueblo venezolano, debemos apostar a la paz entre nosotros, para que el enemigo no pueda usarnos de camuflaje, para que el enemigo se distinga clarito. Para no ser piezas de ajedrez ni pasto de llamas.

 



Esta nota ha sido leída aproximadamente 531 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter