Érase una vez una bolsa Clap

Los grandes actos de corrupción suelen pasar desapercibidos para el común de la gente, o, en el mejor de los casos, no los comprenden a cabalidad, o los comprenden y no les importan. Son cosas que ocurren en los altos niveles de los poderes políticos y económicos, por allá, en las "altas esferas", y la gente no se siente muy afectada directamente. Son, por ejemplo, grandes robos que se cometen a niveles corporativos, donde los botines se manejan entre altos ejecutivos de empresas del estado, importantes bancos en el exterior, a través de complejas negociaciones y contratos, todo siempre a grandes alturas, del cielo al cielo, bien lejos del nivel pedestre del ciudadano de la calle.


Pero cuando la mano peluda de la corrupción se ve obligada a descender de las alturas celestiales del poder y del cyberespacio de las altas finanzas y aterrizar en las calles, en los barrios, cerros, caseríos, visitando casa por casa, mesa por mesa, nevera por nevera, votante por votante (por cierto), para sustraerles la comida, porque ahí es donde están "los churupitos", "el meñeñe", ya la cosa puede dejar de ser todo lo facilonga que algunos poderosos dizque "socialistas" están acostumbrados a esperar. Cuando el común de los mortales se da cuenta, en su propia casa, de que la bolsa le llegó rota, jorungada, sin la leche para el chamo, sin las anunciadas lentejas, sin la botellita de "ketchup" necesaria para tragarse los cuatro kilos de "tornillitos", con un paquete de harina de maíz menos, sin el azúcar, sin la latica de esa especie de "merengada de atún" tan esperada por el gato de la casa, y sin la mayonesa. Un simple bojote de carbohidratos, pues, con algún eventual, simbólico, ocasional paquete de caraotas, como para que después no digan que les rasparon absolutamente todas las pocas proteínas.


Pensando ahora en el precio del susodicho bojote de carbohidratos, con los 150 soberanos que se están pagando, sacando cuentas, no es difícil concluir que podemos estar a muy pocas caraotas del simple bachaqueo puro y duro, tipo redoma de Petare, y a no muchos soberanos de los precios de los supermercados. Entonces ¿para qué es la bolsa? ¿Un supermercado más, para enriquecer a una mafia de bachaqueros oficiales? Porque para ayudar a la gente a sobrevivir, semejante bojote de carbohidratos no es lo más adecuado.


Y uno se pregunta ¿será que piensan que el pueblo es idiota? La gente se cansa y se harta de las burlas, los engaños, los vacilones, el desprecio, las faltas de respeto. ¿Será que estos señores, además malvados y miserables, son brutos y ni siquiera se dan cuenta de que semejante expolio continuado contra la gente los conduce directamente, para bien o para mal, a la superautopista del suicidio? No deberían sorprenderse con ciertos fenómenos electorales, huracanes sociopolíticos, cuando las bolsas se les conviertan en bolsonaros...

Sugiero a las autoridades pertinentes, si las hay, se den una vuelta por la zona de San Antonio de los Altos, marco de referencia desde donde escribimos estas palabras, y averigüen, pregunten a la gente, recojan sus opiniones en torno al tema de las bolsas. Podría resultar revelador. Ellos, la gente, tendrán la última palabra.
lnazoa@gmail.com



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