Crítica al ‘Pronunciamiento de las organizaciones obreras’ Marx-Lenin x Bernstein-Trotsky

Al lo que parece los firmantes del documento "Pronunciamiento de las organizaciones obreras ante el plan de recuperación económica del Gobierno Bolivariano" viven en otro planeta. Solamente así se comprenderá toda la lógica de sus presupuestos, formulaciones y propuestas. Los partidos políticos y hasta una corriente sindical (sindicato ‘marxista’ es una aberración teórica, según el leninismo) que ponen sus nombres al pie del documento reivindican al marxismo-leninismo. Sin embargo, sabemos todos que el marxismo-leninismo es una corriente teórica-revolucionaria fundamentada en el materialismo dialéctico/histórico. Y el documento opera inapelablemente en el cielo brumoso de la especulación filosófica, como lo diría Marx. Exige el marxismo-leninismo de un partido (político, por supuesto) revolucionario de la clase obrera: a) el método materialista, b) análisis concreto de la situación concreta, c) un programa revolucionario, d) una estrategia revolucionaria, e) tácticas revolucionarias adecuadas al momento concreto. Y nada, absolutamente nada, de eso se hace presente en el documento. Vamos a verlo más de cerca.

1. El texto intenta situar sus planteamientos en el campo de la crisis que vive en este momento la formación social venezolana. Pero al identificar de forma directa a la crisis del país Venezuela con la crisis mundial del capitalismo, al hacer esta transposición mecanicista sin cualquiera mediación en búsqueda de la especificidad concreta, los firmantes simplemente no abordan a esta realidad concreta. Por supuesto que el capitalismo vive hoy una crisis mundial profunda, pero que se expresa en cada país del sistema de acuerdo con las particularidades económicas, históricas, políticas, militares, culturales etc. de cada uno de eses países. A no ser así, se podría afirmar que Bélgica, Liechtenstein, Uganda y Noruega, por ejemplo, se encontrarían en la misma coyuntura que Venezuela. Absurdo. La suposición que el mundo capitalista estaría viviendo una crisis total, final e irrecuperable, de la misma naturaleza en todos los integrantes del sistema es netamente una absurda formulación trotskista, claramente expresa en el ‘Programa de Transición’ escrito por Trotsky en el 1938, a su vez inspirado en el concepto idealista de ‘revolución permanente’, anterior, que motivó las graves críticas de Lenin a Trotsky en el cuadro general de la Revolución Rusa, en la que Trotsky estuve alineado a los mencheviques hasta las puertas de la toma del poder por los bolcheviques.

Al hablar de la "expresión particular de la crisis en nuestro país" el documento no habla políticamente nada de nada – exactamente por no considerar la particularidad de esta formación social llamada Venezuela. En realidad, el texto se exime de la responsabilidad de decir su posición concreta frente al bolivarianismo y de cada uno de los segmentos que lo componen – su base obrera, el PSUV, las Fuerzas Armadas. Es fantásticamente increíble, por absurdo, que el documento venga a hablar, a pretexto de análisis político, de "la descomposición creciente de funcionarios del ineficiente y decadente estado burgués". Vuelvo a preguntar: ¿Bélgica, Inglaterra, Filipinas, Argentina, Brasil, Ecuador no son también ineficientes estados burgueses, todos con funcionarios progresivamente distantes de los intereses del proletariado? ¿Qué tiene eso que ver con la coyuntura venezolana? Sin cuestionar todo eso, el documento no puede responder a la pregunta fundamental a la que tiene que contestar, siempre y a cada momento, un verdadero partido revolucionario: ¿Qué Hacer? Y, más, importante, lo que hacer frente a tal realidad en aras de se hacer (sí, las revoluciones son hechas, no ocurren como suponen bernsteineanos y gramscianos) la revolución proletaria. De este modo, desgraciadamente la revolución proletaria en Venezuela se quedaría postergada para el siglo XXV, quien lo sabe.

Los partidos políticos revolucionarios marxistas-leninistas tienen obligatoriamente que actuar (hacer, en Lenin) en la coyuntura concreta, específica, de una formación social determinada. A no ser que se acredite en la existencia de una coyuntura mundial permanentemente revolucionaria en todos los países, como lo quiere el trotskismo. Dejemos eso. Es absolutamente decisivo, por lo tanto, que las vanguardias revolucionarias identifiquen a cada momento la naturaleza de la coyuntura en que actúan, en la que ‘hacen’. Hay pues que contestar urgentemente a la pregunta si Venezuela vive o no ahora, en esta exacto momento, una coyuntura revolucionaria. Pero el documento no trabaja con el concepto de coyuntura, esencial en la lógica leninista. Toda la metodología común al reformismo bernsteineano, trotskista y gramsciano lanza a la basura el arma del conocimiento de la coyuntura. Actuaran y actúan tales corrientes en nivel de un programa, en el cuadro de una generalidad – y las generalidades no existen en el concreto material, saben todos que detienen conocimiento elementares que sea la filosofía materialista.

No por acaso, coherente con todo el método antimaterialista que lo orienta, el texto afirma: "…entendiendo que la salida a semejante crisis no es automática ni a corto plazo…". Por supuesto que nadie va a creer en salidas automáticas. Pero lo que hay de importante, y desastroso, en esta formulación es la aplicación de un concepto histórico (plazo) en lugar de un concepto político (coyuntura). Y eso es grave, muy grave, desde que significa le dar las espaldas a lucha política revolucionaria concreta. ¿Si la salida revolucionaria, se supone, no es a corto plazo, sería entonces a largo plazo? ¿En diez años, veinte años, treinta siglos? ¿Sería entonces cuando el capitalismo agotar-se históricamente como lo formulan Bernstein y Gramsci? ¿O en su crisis final, como lo propone Trotsky? Aún en al campo del materialismo histórico, del método marxista en lo que se debe pensar las revoluciones, hay que enfatizar que la confusión de historia con política revolucionaria es característica propia de los que no supieron comprender los conceptos elementares del marxismo. Y en la ausencia de tales conceptos no hay revolución. Sin un partido revolucionario armado de la teoría revolucionaria del proletariado – el marxismo-leninismo – no hay revolución. Simple de así, grave de así. Cuando encontró dificultades entre los propios bolcheviques de aprobación de su propuesta de se organizar urgentemente la insurrección, Lenin hizo críticas duras y agresivas a sus camaradas que no acompañaban la propuesta, alertando que las coyunturas revolucionarias no ocurren a toda hora, que pueden pasar con graves derrotas del proletariado. Y es de eso que se trata: Venezuela vive hoy, ahora, una coyuntura política revolucionaria, en la que se suman los factores objetivos (crisis aguda de reproducción del sistema, hambre, agudización de las contradicciones de clase, presión imperialista, incapacidad coyuntural de salida pacífica de la crisis política) y subjetivas (una clase obrera experimentada recientemente en la lucha, un proletariado ya detentor de una organización enraizada en todos sus segmentos e, igualmente fundamental, un segmento de centro y de izquierda de las Fuerzas Armadas de fuerte potencial revolucionario). ¿El partido? El partido se construye en el fuego de las luchas, enseña Lenin. Es en el cuerpo de una táctica a ser llevada a efecto por las vanguardias revolucionarias actuales (¡Si así lo decidan!) en interior de del marco estratégico insurreccional que emergerá dialécticamente como causa y efecto el partido revolucionario del proletariado venezolano. Por ahora, inmediatamente, hay que crear un frente de unificación revolucionaria organizada sobre consignas directamente relacionadas a la toma del poder:

1. Todo poder a las comunas. 2. Congelamiento de precios con reajuste salarial. 3. Estatización de los monopolios. Hablamos, pues, de un conjunto articulado de consignas revolucionarias capaces de movilizar al proletariado y a las fuerzas revolucionarias políticas y militares concretamente existentes hoy y ahora en Venezuela. No hablo de un programa de transición, en cuanto tal necesariamente políticamente vacío, hablo de un conjunto sólido de consignas de acción.

¿Parezco profesoral, presuntuoso? No soy ni seré el primero ni el último a ser acusado de eso.

Volviendo a la cuestión del marco estratégico. A la diferencia del programa – una identificación de los factores generales económicos y sociales condicionantes de la lucha y del método de la conquista del poder, sin alusión a tácticas, coyunturas y situaciones específicas –, la estrategia se ocupa de los factores concretos estructurales definidores de la acción revolucionaria. A depender del programa (que contiene el método, por supuesto) se fija la estrategia. Resumidamente, si el programa adopta el método reformista la estrategia ha de ser electoral, pacífica, si el programa es revolucionario la estrategia será armada y, en el cuadro de un país urbanizado como Venezuela, insurreccional. Sintetizando, se puede garantizar que el marco estratégico de la revolución proletaria venezolana es la insurrección proletaria.

A ver ahora los puntos específicos de la propuesta del "Pronunciamiento".

Antes que nada, es primariamente economicista el abordaje del documento al plan de recuperación económica del gobierno. Es decisivo que se comprenda que el plan del gobierno, aunque anunciando medidas económicas, es esencialmente político. Es elementar que principalmente en coyunturas de agudización de las luchas de clases el factor económico sea definido en el campo de correlación de fuerzas a nivel del estado, es decir, se trata de un plan político. Y las vanguardias revolucionarias tienen que contestar a tales planes en nivel político, o sea, les dar a ellos una respuesta política en interior de una táctica y de un estrategia revolucionaria, en el marco estratégico revolucionario, lo que va a condicionar la naturaleza de la agitación, de la propaganda y de la organización en torno de tal respuesta política. Abordar el plan en nivel económico solamente puede tener un nombre: reformismo. A los puntos:

1. El congelamiento de los precios solamente puede ser propuesto en interior de una lucha general en dirección a la toma del poder. Nadie va a creer que un congelamiento efectivo podrá concretizarse en presencia de un estado que "acuerda" precios con el empresariado. Diosdado dijo que no habrá más multa, sino cárcel para quien no cumplir los precios fijados. Se trata, se puede ver, de una disputa política en interior del bolivarianismo. Que nadie se olvide que Robespierre cayó en razón de determinar un congelamiento de precios. Vivimos en Venezuela una guerra económica, nadie lo duda. Y la guerra es la continuación de la política por otros medios, enseña Clausewicz.

2. La consigna del control obrero de la producción quizás podrá ser la mejor síntesis de la suma del trotskismo con el reformismo. Hablar en eso en este momento (momento, una palabra ausente de sus diccionarios) es intentar hacer presente la estrategia reformista gramsciana experimentada en Torino al inicio del siglo pasado y que expresó el eje de la estrategia gramsciana específica de los consejos de fábrica: la conquista del poder económico antes de la toma del poder político. La ingenua guerra de posiciones inventada por Gramsci.

3. Combate a la corrupción. Creo no ser necesario hablar de esta consigna pequeño-burguesa. Insistir en eso solo amplía las posibilidades del fascismo. La prensa burguesa se muere de amores por eso. La burguesía agradece.

4. La aplicación de la ley que prohíbe monopolios. No se trata, obviamente, de prohibir monopolios, sino de estatizarlos. Y eso se hace después de la toma del poder – todo lo contrario de lo que pretenden el trotskismo y el reformismo. ¿Tendrá alguien seriamente la ilusión que se podrá ‘prohibir’ monopolios en presencia de un estado burgués?

5. Socialización de toda la actividad bancaria. ¿Qué es eso de "socializacion"? Si quieren decir estatización, eso solamente seria posible en un estado socialista, revolucionario. Pero la propuesta no habla de eso como consigna de acción. Lamentable.

6. No más dólares y combate al contrabando de divisas.

7. Defensa de la inamovilidad laboral.

Específicamente, nada en contra a estas dos consignas.

8. Industrialización del campo e apoyo a la producción campesina. Preguntas: ¿Tarea inmediata? ¿Qué gobierno y que estado va a cumplirla? ¿Cuanto tiempo demandará? Última pregunta: ¿Qué es eso? Seguro, no se trata de una consigna revolucionaria, sino de un programa que la propia burguesía podría venir a cumplir en largo plazo. Delicia de las especulaciones académicas desarrollistas – reformistas, por lo tanto – en facultades de economía. Ridículo.

La verdad es que estas ocho reivindicaciones confusas y desarticuladas en el tiempo y en el espacio del ‘Pronunciamiento’ solamente obtienen lógica de cohesión en el seno del ‘Programa de Transición’, fundado en una evaluación del capitalismo que supone una crisis final del sistema, la pérdida de su capacidad de reproducción – ideas frontalmente antagónicas a las formulaciones de Marx en "El Capital", que identifica las crisis del capitalismo como crisis cíclicas – repito, crisis cíclicas –, enfatizando la categoría de la contra-tendencia de taja de interés. El capitalismo no derrotará al capitalismo. La revolución proletaria es que derrotará al capitalismo.

A los camaradas que mantienen el compromiso ideológico con el marxismo-leninismo – los identifico entre los firmantes del ‘Pronunciamiento – solamente tengo que decir que la respuesta al reformismo no puede ser ni más reformismo ni el trotskismo. La respuesta revolucionaria al reformismo, y al trotskismo, es el marxismo-leninismo.

Leovegildo Leal es militante del Movimento Marxista 5 de Maio-MM5/Brasil

leoleal46@uol.com.br

 



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