Pueblo que no ladra muerde

En reflexión anterior, expuse la manera sigilosa, paciente y silenciosa sin altisonancia y sin ruido con que el gobierno venezolano le da direccionalidad a la defensa integral contra la injerencia y la amenaza de intervención militar.

Deje quieto al que está quieto es un decir popular acuñado por el pueblo para referirse a los agresores, y alerta a los gigantes con pies de barro de las sorpresas que pueden tener.

EEUU y todos los imperialismos han vivido funestas experiencias de los aparentes indefensos. Nadie apostaba, ni el valor más pequeño de una moneda, por los vietnamitas. El país invasor comió el polvo de la derrota ante un país cubierto de aldeas, de extensa vegetación y enormes selvas, una población pequeña con apariencia realenga. Irak, país carente de la musculatura gringa, recibió en su tierra más bombas que la que soportó Alemania en la Segunda Guerra Mundial, más de diez años de troneras de mordiscos en sus infraestructura y en los cuerpos de millones de irakies más un holocausto de más de un millón de muertos fue el saldo, según cifras conservadoras, su enorme resistencia estuvo a punto de quebrar al Estado-nación más potente de fuerza financiera, más de tres billones de dólares fue la inversión y aun el país inversor no tiene el control de lo que consideró era pan comido. Angola, con mirada y caminar, según sus detractores, debilucho, sacó corriendo y con desespero al imperio inglés; Afganistán, Rusia, Cuba, la China antes de Mao, Sudáfrica, Somalia, nuestra américa latina y el caribe, y una larga lista de pueblos con apariencia débil en lo físico, dejaron abismados a los pesos pesados de la muerte y el dolor. Naciones quietas que aprendieron armarse para la guerra desde el silencio noquearon a los grandiluchos.

Pueblos guerreros en todas las facetas de la vida no dejan de construir y de pronunciar fabulas, crear mitos y producir leyendas. Pueblos en situación de exclusión milenaria transmiten sus culturas alternativas y esperanzadoras, evaden las barreras que imponen los aparatos ideológicos y la versión de la cultura oficial de los dominantes. Oír a nuestros guerreros campesinos, los trabajadores de la ciudad, las amas de casa es oír en prosa sus metáforas y las historias fabuladas. Los trabajadores del campo y la ciudad del mundo aprenden de estrategias, de ataque y defensa de la vida y no en las cuatro paredes que impone el academicismo y las realidades locales donde el factor sorpresa y la gavilla interviene para imponer en intervalos de tiempo, no tan largos, las fechorías de las escuelas de las américas o sus similares. Los militares y políticos "vencedores" muestran las medallas y los pedazos de papel que fijan en su porche militar y en retratos en las paredes. Todos esos trofeos son como los humos de las bombas son desvanecidos por el tiempo,

EEUU a pesar de las sucesivas derrotas no aprende. La prepotencia los ciega, los vuelve torpes, enajenados e imbéciles. Sus demencias no les permiten entender que los pueblos flácidos y huesudos tienen miles de años de lucha por su dignificación y su liberación. No logran comprender que en ese largo tiempo, ha pasado de generación en generación, una cultura invisivilizada de ataque y defensa, de organización y estrategia que vuelve invencible a los pueblos oprimidos y las bombas, los Drones y los aviones supersónicos, la guerra de las galaxias, no tienen la capacidad y el follaje para vencerlos.

La ciencia positivista es inoperante ante la ciencia y los saberes que dio el nacer a la civilización; la ciencia positivista no puede comprender cabalmente el desarrollo de la civilización maya e inca; la china y la india, la civilización del bajo, medio y alto oriente, se estrellan ante las culturas que se sustentaron en el ser y no el tener, en la conciencia de la vida y no en su materialidad.

Es el ser de los pueblos el que agiganta su moral y es el insumo fundamental para el combate. Es el ser el que le da vigor a la conciencia para defender los aspectos intangibles de la vida. El ser comunal es que el que ayuda a potenciar el conocer y el comprender como herramientas claves para armar una buena defensa, diseñar y ejecutar una buena ofensiva para reducir y vencer a los adversarios de la civilización.

El capitalismo y el imperialismo son reiterativos en apelar a la violencia para desmoralizar a los pueblos, los pueblos conscientes de ese actuar se han vuelto inmunes a ese esquema ofensivo, lo resisten y aprendieron a dar salto de garrocha que esquivan y superan los escollos que crean los espejismos de la barbarie. La guerra prolongada es el principal don de los pueblos para vencer. La paciencia ofensiva, la constancia ofensiva, el silencio ofensivo, la indiferencia ofensiva son armas atroces de la dignidad.

Venezuela persiste en guardar silencio, optó a ser percibida como adversario de poca monta, a saber pensar para vencer en la guerras de quinta, sexta o enésima generación; prefirió aguardar, a controlar el desespero, a esperar la arremetida del adversario ya estudiado y de previsibilidad en sus jugadas. El silencio es el mejor ataque y defensa. No dar a conocer lo que se va a hacer tiene múltiples ventajas, la sorpresa es una de ellas.

En las guerras no siempre uno más uno es dos, puede ser diez, veinte o más de un billón. En la aldea global puede pasar de todo, hay mucha frustración reprimida y un sentimiento anti imperialista generalizado capaz de prender hasta los océanos. El incendio de una casa puede generar el incendio de muchas. Las distancias se han acortado, lo que fue lejos ayer es corto hoy.

Pueblo que no ladra no muerde, ojalá el imperialismo aprenda dejar quieto al que está quieto, por el bien de los pueblos y el de él.

fparadavalero@gmail.com



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