El pelucón fue derrotado!

Las colas retornaron; una señal de que el poder supremo fracasó en sus inventos. Mes tras mes decreta por ahí el carnet excluyente, por allá la bolsita o la caja, también el bono difuso; pero nada, la sucesión de hileras se repiten otra vez en la cotidianidad de este autismo social.

Aurora, ocupada en sus incansables diálogos con el Gigante, desatendió a sus combatientes coleros. Concentrada en la afanosa sobrevida y en las posibilidades sensatas de la lucha anti-ombligueo, decidió sumarse a su viejo oficio.

Un día, apertrechada para una larga jornada, se integró a la cola despuntando el alba; dada su infinitud, dudó si declinar o resistir. Cedió; el paisaje presagiaba la gloria. Se sumó al cuchicheo de los vecinos: "ojalá fluya rápido", "que nos vendan mas paquetes y de la amarilla", "así será, la gloria del señor nos acompaña" comentaban los vecinos mientras la movilización, el calor y el agotamiento transcurría al ritmo de la mañana.

La proximidad despertó la intimidad y el diálogo se hizo más excluyente entre Petra y Aurora. "Vengo de muy lejos, la Carucieña, con mi nieto. Nos montamos en un ruta chivo como a las cuatro de la madrugada; pagué quince bolos por los dos" comentó Petra. "¿Qué edad tiene él? le preguntó Aurora. "Dieciocho y quiere trabajar pero yo le dije que hasta que no termine sus estudios, no lo hará". "Así debe ser Petra. ¿Tú estudiaste?". "Yo no sé ni leer ni escribir; sólo aprendí a firmar en la Robinson. Yo firmó en el banco" dijo Petra con orgullo. "¿Por qué no seguiste? inquirió Aurora. Es bueno para ti, puedes leer tu Biblia". "No, que va, tengo la cabeza muy dura" respondió. "Todos la tenemos dura pero se suaviza aprendiendo" le comentó Aurora mientras observaba con detenimiento su feliz rostro, la firmeza de su cuerpo y las desgastadas piernas varicosas.

La cola se movía con prontitud señal de que la faena concluiría rápido en beneficio del pelucón. Otros vecinos se sumaron a la conversación: hablaban del mal gobierno, de la emigración de los hijos e hijas; hasta una lágrima rodó por sus cansados rostros mientras Aurora, inquieta, circulaba, observaba, registraba en su mente y corazón el más mínimo detalle. Arreciaba el calor, el desgano, el cansancio; también las afrentas de los jóvenes guardias y los abusos de los y las coleadas mientras Petra seguía firme, sin quejarse, en tan agotadora cola.

Al fin pudieron entrar a la súper tienda, tomaron sus dos paquetes de harina y mientras esperaban para cancelar, Aurora observó los ojos enrojecidos de Petra; le preguntó: "¿Estás cansada?" "No, dijo ella, estoy muy bien". "¿Desayunaste antes de salir, tomaste guayoyito, has tomado agua, comido algo más"? "No, tengo el estómago vacío" fue su respuesta. A Aurora se le contrajo el alma frente a tan grande mujer, Petra, con setenta y seis años, madre generosa, firme y digna de quince hijos –dos malogrados-, sesenta y siete nietos –uno agarró el mal camino-, ciento once bisnietos y un compañero que la abandonó por otra mujer, como cualquier "pelucón", rico en denarios y pobre en decoro y humanidad.

Al salir del Hiperlíder de Cabudare, Petra sólo le aceptó a Aurora un poco de agua. Mirándose a los ojos y en un abrazo pleno de bendiciones se dijeron: NOS ENCONTRAMOS EL PRÓXIMO MIÉRCOLES.

  • EL RELATO ES VERÍDICO. UN SENTIDO HOMENAJE PARA PETRA Y PARA TODAS LAS PETRAS DIGNAS DE ESTA SUFRIDA PATRIA CHICA.



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