Azimut revolucionario

Que triste se oye la lluvia

Los techos de cartón. Allí es donde la lluvia pega duro, con fuerza. Es ese el ruido de de pedradas en el techo que se me viene a l mente cada vez que observo una golpiza climática como lo que nos estamos llevando. Esos golpes que recrudecen a nuestra gente la injusticia de quien vive en una casa, de quien nunca ha escuchado la metralla de agua y la gotera de costumbre, esa cuyo frío ya ni sorprende en las noches de sueño forzado. Estos días hemos recorrido los municipios foráneos, sobre todo Jiménez, Crespo y Torres, donde las precipitaciones han sido implacables y nos hemos encontrado con realidades muy complejas donde la intervención del estado debe ser inmediata pero más que eso, planificada e integral.

El embaulamiento de quebradas, la limpieza de las mismas, la canalización de aguas, la refacción de viviendas y la sustitución de ranchos, reubicación en las zonas de alto riesgo y pare de contar son planteamientos que se repiten y que deben ser priorizados por los organismos del estado al hablar de comunidades. Y es difícil rediseñar la ejecución pública si tenemos en cuenta que el ordenamiento del trabajo actual se basa en la priorización de un sistema revolucionario que ha brindado seguridad en la materia de salud, educación y que, debemos reconocerlo, ha venido allanando el camino cabía la dignificación en materia de vivienda con mucho esfuerzo pero con resultados parciales.

Me conmueve la identificación de nuestra gente con el proceso… la confianza que tienen en él y eso para mí no es más que una gran responsabilidad que me presiona día tras día y me empuja a andar más rápido en el trabajo social, a perfeccionar las ideas para la apertura de todos los servicios y beneficios y a jamás abandonar a quienes atraviesan por las calamidades más inoportunas en la vida.

“Jonás se cayó mi rancho… Jonás me cerraron el MERCAL… Jonás perdí la nevera y los útiles de mi muchacho”… “Jonás tuve que dejar el carro a que mi hermano porque desapareció la calle para llegar a mi casa”--- se escucha.

Nos exige la comunidad meterse aún más en sus padecimientos. Nos exige conectarnos a esa realidad que olvidan algunos medios, que ellos nunca han vivido y que en resumen no sienten.

Son granos de arena, yo lo se. Son pequeños gestos de solidaridad y aprecio, son pelusas tan breves en una manga de un flux negro, pero son muchas… son las mías, las de quien no puede permitir esto, más allá de de las dirigencias, de las aspiraciones, de las bregas internas de carácter político, y que no son más que ruidos permanentes en el acercamiento a las comunidades. Ahora ese eco retumba en los barrios.

Hoy damos respuesta con neveras, con utensilios de cocina, con útiles, con colchonetas, con albergues, con muebles y con refacciones rápidas… pero va más allá. Siento que es lo menos que podemos hacer. Paciencia y trabajo, trabajo y paciencia, recordemos siempre a Gabaldón: “el camino es difícil pero es el camino”.

Antes de terminar este artículo quisiera tomarme el abuso de agradecer y más que eso felicitar, honrar, admirar, el trabajo de todos y cada uno de los muchachos que pone su rodilla en tierra para atender al pueblo, que han venido trabajando con este proceso y que en muchas ocasiones le ha tocado ayudar a sabiendas que su familia está sola en el rancho o en su casa, que su hijo está enfermo o que han celebrado su cumpleaños al fragor de esta ardua tarea de dignificar al pueblo…

Que triste se oye la lluvia….


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Luis Jonás Reyes Flores


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