La Junta Patriótica de 1958 como forma estatal alternativa al Estado liberal

Como lo reconocen varios relatores de ese momento crucial de la historia venezolana (el 23 de enero con su pre y su post), el malestar popular frente a la dictadura militar de clase, de Pérez Jiménez y su corte empresarial, en cuanto forma despótica de reproducir y acumular capital con algunos acentos desarrollistas, se tradujo en una gran manifestación que adquirió el 23 de enero varios rasgos de una insurrección para producir un cambio radical en la vida del país y no sólo una gesta antimilitarista.

El creciente malestar popular, repleto de fuerza de calle, no solo en las grandes ciudades, sino en toda Venezuela, tenía desde la clandestinidad la orientación del acuerdo de 1957 del PCV y la URD bajo el signo de la conformación de una JUNTA PATRIÓTICA (desde arriba) parar derrocar la dictadura militar y democratizar el país, pero desde la calle también influenciaban el descontento varios grupos de dirigentes barriales casi anónimos que estaban por un mejor vivir para el pueblo.

A ese acuerdo de Junta Patriótica, llegan también un poco antes del 23 de enero, representantes no sobresalientes de AD y COPEI y de algunos sectores militares proclives al cambio. Pero la orientación de Betancourt desde el exilio y luego al regresar al país fue clara: ninguna alianza permanente y publica con el PCV; ya él y su cúpula AD, con cierto apoyo social, habían tomado partido por la propuesta anticomunista y anti URSS trazada en el marco de la guerra fría para Latinoamérica y el Caribe desde Washington

La peculiar convergencia de vanguardias PCV, URD y la izquierda de AD que luego creo al MIR), se movía bajo una orientación cercana a la de la III Internacional Comunista (aún no había ocurrido la Revolución Cubana): la Revolución por etapas, la antifascista democrática burguesa y luego la del tránsito al socialismo. Tuvo esta convergencia de izquierda la oportunidad de desarrollar con la caída de la dictadura y gran parte del pueblo en la Calle a su favor, durante el 23 de enero y el mes siguiente de efervescencia revolucionaria, la conformación de una JUNTA PATRIÓTICA con múltiples comisiones participativas del pueblo soberano (y entre éste la naciente clase obrera) para dirigir bajo democracia directa los destinos del país, su economía petrolera, los servicios públicos y su agricultura y la formación de una conciencia de soberanía. Es decir fue posible la creación temporal de una forma política estatal alternativa a la liberal parlamentarista de división de poderes, pero no se optó por ella.

Por lo dicho caben dos preguntas:

¿Por qué el PCV, URD y la fracción revolucionaria de la AD y un sector de las fuerzas militares (divididas ante la situación de lucha clasista), no dieron el paso temporal de desarrollar la JUNTA PATRIÓTICA y sus comisiones de gobierno, o sea de darle parto a una forma política estatal diferente al clásico Estado liberal y su división de poderes?

¿Por qué esas mismas dirigencias revolucionarias no vieron en la fuerza de la calle (en ella incluida la naciente clase obrera), el sujeto social capaz de crear con su praxis una nueva trabazón histórica de economía política del trabajo (y mixta), el poder de la democracia directa y la conciencia colectiva del bien común y la solidaridad?

Antes de dar algunas pistas de respuesta a las dos preguntas anteriores, valga acotar que un año después, brota la revolución cubana contra la dictadura de Baptista y en poco tiempo rompe en gran parte el formato orientador del mecanicismo etapista de la III Internacional y declara su carácter socialista.

Tres a título tentativo, serían las razones por las cuales no se sostuvo una JUNTA PATRIOTICA de democracia directa y resulto triunfante el ´parlamentarismo de Rómulo Betancourt y su estructura jerárquica, que hoy con todas sus deformaciones tiene mucha raigambre en el proceso bolivariano, no obstante sus logros y perspectivas inocultables.

  1. El PCV como partido creado con apoyo de la III Internacional estaba orientado por la idea central de las revoluciones por etapas, cuya primera para las condiciones de América era la profundización del proceso antifascista y democrático nacionalista estatista (sin democracia directa).

  2. En 1958 el anticomunismo de la guerra fría dirigido contra la URSS y el auge de los PC se había instalado en el continente, y la dirigencia de la AD con Betancourt a la cabeza, al regreso del exilio, se erige como líder de esa doctrina del poder norteamericano, y se ordena barrer el carácter radical revolucionario de la JUNTA PATRIOTICA e imponer el auge del parlamentarismo liberal de la democracia representativa.

  3. EL PCV (su buró) y la URD (con Fabricio Ojeda a la cabeza), con gran parte de la calle a su favor, valga reiterarlo, no penetraron en la esencia de la situación, por ello no vieron la posibilidad de transformarla en una praxis pionera de democracia directa. Todo parece indicar que la idea de las coaliciones amplias para impedir el regreso del militarismo de derecha y de clase, reforzó la prevalencia del etapismo, que favorecía de forma segura el parlamentarismo de Betancourt aupado desde Washington.

Hoy luego de 19 años de parto de la Revolución Bolivariana germinada el 27 de febrero rebelde de 1989, el movimiento revolucionario venezolano asediado por Estados Unidos y el peso de sus errores de gestión, se enfrenta a preguntas clave como las ya planteadas anteriormente para el caso de la JUNTA PATRIOTICA, pero en un contexto internacional ya no de guerra fría, sino de una confrontación abierta entre grandes bloques de poder como son el anglosajón israelí-petro monarquías y la alianza estratégica China-Rusia; cercana a esta última se encuentra Venezuela. Pero además Venezuela también vive una situación interna de asedio de fuerzas no despreciables, algunas de la oposición liberal y otras descolgadas del chavismo que quieren restaurar el Estado de derecho y la libre economía de mercado, sin hacer ninguna mención a otro tipo de democracia, ni a la soberanía nacional. Hasta se propone la dolarización del país.

Por ello la pregunta de cierre es:

¿Es posible transformar la forma de Estado actual por una democracia consejista participativa con gran apoyo de la calle obrera y comunal, de soberanía nacional e integracionista con los pueblos hermanos?

Si la respuesta es sí. Por supuesto que hay que considerar condiciones internacionales, dirección política colectiva, conciencia de los sujetos sociales del cambio, visión hacia el 2030 o 2040 como la tiene China (en sus peculiaridades), líneas estratégicas, organización, ritmos y tiempos y una Economia correspondiente viable solidaria y bajo estricto control social, claro está que minimice el burocratismo y su hermana siamés la corrupción, para aclimatar el buen vivir colectivo, familiar e individual de toda la sociedad venezolana.

Por consiguiente para lograr la afirmación del título de este artículo, se reclaman tres condiciones esenciales:

  1. Demostrar el agotamiento histórico de la democracia representativa.

  2. Una profunda interpelación de la sustantividad estatista clásica del fenecido socialismo real, que aun sobrevive en la cultura de la izquierda.

  3. La fractura entre vanguardia y sujeto social, que no decrece a pesar de la retorica de la democracia participativa.

Una batalla ética teórica-práctica es necesaria para avanzar en la búsqueda diaria del buen vivir (en igualdad y libertad sustantivas) construido por los sujetos del cambio histórico, bajo la dirección de Juntas Patrióticas del pueblo soberano.



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