Reflexiones macondianas: La verdadera revolución

Nuestra historia republicana ha estado plagada de ellas. De diferentes colores y apellidos, con diferentes protagonistas; ya sean caudillos, caciques, generales de montoneras, aventureros y rufianes. Me refiero a las revoluciones políticas. El término revolución en el marco político o de cualquier otra índole, proviene del latín revolutio ("una vuelta") e indica un cambio, un giro completo de 180°, una vuelta radical de una situación o estado de cosas. Puede entenderse entonces, ateniéndonos al concepto y atisbando el ejemplo histórico de grandes revoluciones políticas –la francesa, la rusa, la china –que una revolución trata sobre cambios profundos de un modelo, de un sistema, de una forma arraigada de ver y hacer las cosas. En Venezuela hemos tenido una gran cantidad de movimientos y jugadas políticas que han tomado el poder auto denominándose "revolucionarios". Han cambiado el nombre al país, a los ministerios, e incluso de calles, pueblos y ciudades, pero el sistema, el modelo que nos mantiene hasta la fecha como país pobre con grandes potencialidades permanece intacto. Seguimos siendo un país monoproductor, que exporta materias primas y commodities e importa productos terminados. Un país agobiado por la corrupción donde la desesperanza ha hecho mella en el corazón de la mayoría. En estos momentos detenta el poder político una administración de hombres indignos que se hacen llamar "revolución bolivariana". Con casi dos décadas en el poder, el modelo tercermundista que deberíamos haber derrotado para alcanzar las cotas de prosperidad que nos dicta nuestro Destino Manifiesto se ha acentuado dramáticamente, hasta llevarnos a la crisis mas espantosa que hayamos vivido en nuestra historia colectiva. Entonces, ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no ha funcionado la revolución?

Sencillamente, por que en nuestro país jamás hemos tenido una revolución. Una revolución es, fundamentalmente, un cambio de paradigmas, de esquemas pensamentos, de hábitos, de actitudes, de creencias, tanto individuales como colectivas; significa trascender niveles de consciencia y desplegar nuevas formas de ver y hacer las cosas para obtener resultados distintos de los que siempre se han obtenido. Ahora bien, ¿Dónde debe producirse ese cambio de paradigmas? Evidentemente en los ciudadanos que conforman la sociedad nacional. Ya que como bien lo dijo Aristóteles, el Estado no es más que una asociación voluntaria de hombres libres que tiene como fin supremo garantizar las condiciones para el bienestar y la búsqueda de la felicidad de sus integrantes. Luego que se arraiguen los nuevos paradigmas individuales se forjará una poderosa visión colectiva, una praxis, una forma de hacer, una marca que le dará irrevocablemente a la ciudadanía el aliento vital para su transformación positiva. Y, ¿Qué papel cumple el gobierno como signatario del pacto social? Indiscutiblemente, el de ser modelador e inspirador para el cambio de paradigmas en los ciudadanos. El gobierno como operador político del Estado debe encarnar el alma, el carácter que debe atribuírsele a la nación toda. Entonces, ¿Qué significa hacer revolución? Hacer revolución, significa entonces, en nuestros países Indoamericanos hacer el llamado inexorable al poder de la Nación, al poder del ciudadano, para que concurran todas las energías físicas, mentales, espirituales, individuales y colectivas en la tarea de reconstrucción nacional mediante nuevas de formas de ver, pensar y hacer. Ello no ha sido así. La idea que de revolución tienen los fariseos rojos es la del maniqueo demagógico, el maquillaje, el discurso ramplón y pedestre. Revolución, para los embaucadores, significa cambiarle el nombre a los ministerios, a las calles y a las plazas públicas, agregar nuevas fechas "patrias", esgrimir un discurso estrafalario, patriotero, revanchista y carente de todo rigor de progreso ciudadano, vestirse de rojito y apelar a la "conciencia histórica" reviviendo cuanto héroe yace en nuestra historia para proclamarse sus mas conspicuos "hijos". Pero los vicios, los paradigmas, que como pueblo, nos mantienen en este estado de cosas no han sido tocados, más bien se han incubado otros más destructivos y nefastos aún.

La verdadera revolución rompe paradigmas y establece nuevos modelos y códigos de conducta ciudadana. ¿Cuáles son esos paradigmas que subyacen en la sociedad venezolana y que ninguna revolución ha podido cambiar? En mi concepto son los que indico a continuación:

EL PARADIGMA POPULISTA

Este es el paradigma más acendrado en el alma nacional y el más explotado por los gobiernos de turno. Todos los gobiernos de Venezuela han sido populistas. Todos han dirigido su discurso y su acción de gobierno a una parte de la ciudadanía, generalmente la clase pobre más numerosa, para ganarse sus simpatías que les permitan mantenerse en el poder, pero ninguno ha apelado a la unidad nacional. El populismo ha sido el mal sempiterno de este país. Su impacto sicológico en la población ha sido brutal. Al socavar el genio, la capacidad de la gente para automejorarse, destruye su capacidad, iniciativa y voluntad para depender y valerse por sí mismos. De parte de la ciudadanía crea conductas de dependencia y falta de emprendimiento, de parte del Estado se crea la identidad paternalista y clientelar de las instituciones; en ambos casos es un juego que suma cero, donde se veta el empoderamiento y el crecimiento personal y colectivo, donde todos pierden, y donde se disipa la esperanza, el respeto y la buena fe, que son el alma y vida de la democracia.

Los actuales defraudadores redentores rojos introdujeron, además, el anacrónicos, bestial y fatídico concepto de la lucha de clases. Bajo este concepto se polariza a la sociedad con el único fin de mantenerse en el poder. Bajo el pretexto de la protección social se apela a modelos económicos irracionales que empobrecen más a la gente y obligan a más "protección social". El Estado populista no entiende que la red de protección social más segura es una economía robusta y creciente que genera oportunidades para ser productivo dentro del alcance del mayor número de ciudadanos posibles. El Estado populista prefiere mantener en los pobres el paradigma de que su pobreza es culpa de otros, pero jamás, jamás, les dirá, les arrojará el reto de un nuevo esquema de pensamiento, de que sólo con el trabajo, el estudio, la formación, la iniciativa, el conocimiento, la técnica y el entusiasmo se superarán la pobreza y el atraso. Nunca les dirá que su pobreza es sólo una decisión personal. Es paradójico, pero esta revolución bolivariana desecha este pensamiento del Libertador: "el valor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna".

EL PARADIGMA DE LAS RESERVAS NATURALES

Hace poco, veía y escuchaba por televisión, a un eufórico ministro del aquelarre rojo decir que se había descubierto la cuarta mina de oro más grande del mundo en un estado de Venezuela. El tema de las reservas de petróleo más grandes del planeta es motivo de orgullo para los susodichos que lo pregonan a voz en cuello al universo mundo. ¿Debe ser ello motivo de orgullo? ¿Qué hicimos como pueblo para tener las más grandes reservas de crudo, de oro o cualquier otro mineral? ¿Acaso eso no fue un accidente geológico? Toda nuestra historia hemos vivido del paradigma de país rico en recursos naturales y eso ha prefigurado nuestro destino como país exportador, precisamente, de materias primas. Si hacemos caso a lo dicho por el Doctor Michael Porter, un hombre de Harvard, líder mundial en competitividad, que indica que los países que se basan en factores heredados son siempre los más atrasados y pobres, ¿no sería necesario que ya vayamos cambiando nuestra manera de pensar? El Doctor Porter indica que los factores heredados son aquellos que un pueblo tiene, como los recursos naturales, por los cuales no ha hecho mayor esfuerzo. En cambio los factores creados, como conocimiento y tecnología, donde hay un esfuerzo consciente de la población, son aquellos que caracterizan a los países ricos, para muestra Japón, que sin apenas recursos naturales está ubicado dentro de las primeras diez economías del mundo. Los defraudadores marxistas actuales basan su esperanza, y con ello arrastran a todo un pueblo, en los recursos naturales, el arco minero, la Faja Petrolífera, pero, ¿y el poder de la Nación? El conocimiento, la tecnología. Universidades arrasadas por la indolencia, un presidente que dice que llamar a la basura "desechos sólidos" es ponerle un adorno burgués, son apenas muestras de la desidia por los factores creados, por la formación, por la investigación, por la ciencia. ¿Cuándo va a salir un ministro en los medios de comunicación, eufórico, a anunciar que un venezolano ganó el premio Nobel de Física, de Química, de Matemática, de Medicina o cualquier otra ciencia? ¿Por qué el Petro en vez de estar respaldado en crudo, no lo está en la confianza absoluta de este pueblo en sus propias capacidades, su iniciativa, su invención, su creatividad, su fortaleza, sus sueños de futuro? Los populistas no lo creen así.

Mientras no rompamos estos paradigmas, y se haga una verdadera revolución, seguiremos en las manos de cualquier populista que nos señale el camino. Total, estaríamos acostumbrados a que nos indiquen que hacer siempre.

35solerfr.01@gmail.com

 



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