Columna: Luces de la República

Nuestra conciencia histórica y fuerza espiritual son necesarias para edificar el Estado Socialista Comunal

Lo esencial en cualquier análisis sobre la situación política venezolana pasa obligatoriamente por reconocer que la sociedad venezolana vive una profunda crisis histórica desde 1999 cuando una mayoría -evidenciada en más 20 elecciones- decidió elegir al comandante Hugo Chávez Frías como Presidente de Venezuela escogiendo así el camino de la independencia y soberanía nacional. Es decir, la sociedad venezolana se debate hoy entre dos modelos de sociedad: o continúa con la vieja sociedad capitalista neocolonial, dependiente y sumisa a los intereses norteamericanos o edifica el socialismo comunal con material autóctono, errores propios y nuestras fallas, pero superior en felicidad y seguridad social. Esto es lo que define cualquier análisis de coyuntura sobre Venezuela

En el Frente de Trabajadores de la Enseñanza Samuel Robinson creemos que la tarea urgente y estratégica que debe cumplir la Revolución Bolivariana es profundizar la conciencia de clase y liberar todas las fuerzas del trabajo que generen un poderoso sistema productivo con predominio de la propiedad social -y como correlativo de ello, construir y sostener nuevas relaciones sociales y comunales liberadoras- que reconozca a todas las demás su importancia para crear la base material del socialismo, que signifique garantizarle básicamente las tres papas al pueblo venezolano, la medicina, el transporte y la ropa, lo demás vendrá en consecuencia.

Ahora bien, desplegar las fuerzas productivas quiere decir convocar, bajo la orientación del Plan de la Patria Socialista, el mismo que nos dejó Chávez, la movilización de todo el talento humano acumulado y disponible en la agroindustria, en la petroquímica, en el sector salud, en la metalmecánica, la investigación científica y la creación artística, al mismo tiempo echar la bases del Estado socialista comunal como garantía de que los resultados de tan ciclópea movilización nacional se realizarán en la dirección correcta para alcanzar la meta de edificar una nueva sociedad. Además, toda esa inmensa movilización de las fuerzas patrióticas desde el primer momento debe ir liquidando el burocratismo, la corrupción y las mafias de todos los tipos.

En el plano de la moral revolucionaria, recuperar la autoridad. Es decir, la clase dirigente de la revolución bolivariana tiene la obligación de sufrir las mismas penurias que sufre el pueblo venezolano al cual dice conducir. Sino simplemente es una casta burocrática al servicio de la contrarrevolución y contraria a los intereses del pueblo.

Aceptemos la realidad de una vez: nos impusieron una guerra material y cultural que busca la implantación del fascismo para liquidar los anhelos y la voluntad de emancipación del pueblo venezolano. La única manera como podemos salir victoriosos es con la participación y aceleración de todas las fuerzas creadoras del pueblo trabajador. Con la única fuerza espiritual que un pueblo como el venezolano ha sabido históricamente demostrar; la lucha por la independencia y la soberanía y que hoy se resume en una consigna "Comuna o Nada", genial orientación estratégica del Comandante Chávez que puede interpretarse también como "o hay patria para todos o no hay patria para nadie".

Más allá de distraernos con pequeñeces e intrigas domésticas que nublan y obstruyen la capacidad de tener una visión dialéctica de la realidad, lo que necesitamos es recurrir a nuestra conciencia histórica, a la fuerza espiritual como nación reunida en nuestra ancestral cultura por la libertad y la igualdad e irrigar todo el tejido de la subjetividad popular. Sólo una fuerza de ese tipo puede guiarnos en esta hora.

En el marco de esta visión, los educadores, por cierto, tenemos una inmensa tarea por cumplir: no permitir que la ideología pequeñoburguesa gane el cerebro de nuestros estudiantes. Debatir con ellos haciendo uso de profundos razonamientos que les demuestren que huyendo no se construye un país, que con salidas individualistas no es posible construir una patria.

En este sentido, los trabajadores de la enseñanza debemos asumirnos como elementos claves de este torrente liberador freyriano, robinsoniano, como impulsores de una nueva civilización que al tiempo que resuelve las necesidades materiales esenciales para la reproducción de la vida, reconstruye al género humano sobre la base de relaciones de igualdad y justicia, solidaridad y apoyo mutuo, honestidad y dignidad, corresponsabilidad y redención social; en fin, Vivir en Socialismo.

mariategui21@gmail.com

 

 



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