Rigores de subsistencia enmarcan destino de la asocial humanidad sin rumbo. Desconocer o no satisfacer la insuperable duda, emprende de las ilusiones de crear ídolos de barro, pero la "inteligencia" sobrepuja con una figura abstracta "superior", que fija en la debilidad dogmatizante de mentes sin cultivarse, un único pronóstico: temer a lo inexistente e idolatrar tótem o abstracticidades. Muy ricos idolatran bajo términos adaptables a su "clase especial", le prosigue "clase" de medios ricos y también adaptándose según sean sus conveniencias; mas, la más voluminosa, la clase pobre, es arrastrada a la nimiedad de la ilusión retrógrada, y es por lo cuanto siempre se le ha considerado de poco o ningún coeficiente intelectual e irrecuperable; a decir, de orilla pobreza integral, se le "educa" al igual que a las dos clases restantes, pero, por supuesto, en términos inferiores, con escasas oportunidades, bien en contradicho a lo que así ordena lo intrínseco del programa totalitario, la idea del desmembramiento social, es el mayor punto-objetivo para que predomine lo cao-social y time la 1era clase. Así deriva entonces lo subyacente de la segmentación social de las clases que se apañan de tres poderes absolutos y una esclavitud con regocijo "teologal": Poder Político, Poder Económico y el omnímodo Poder Religioso, éste último, acciona como alucinógeno masivo cohesionado de la ignorancia programada.
El pánico a la celebérrima deidad intensifica en cuanto más sea acariciado su instrumento encantador; las parábolas conducen los comportamientos a razón de la necesidad de creer en algo superior que plene la inconformidad de seres "inferiores" hacia un ser de máximos poderes al que nadie entiende pero tiene como guía espiritual. La humanidad sigue sin zanjar su mismo cuestionamiento
