Venezuela, país de eunucos

Cierto. Venezuela es hoy día un país habitado por eunucos, por gente cuya potencia enérgica ha sido aniquilada en su totalidad. Todo hace pensar que este pueblo ha sufrido una especie de operación de castración espiritual, por cuya razón ha desaparecido del cuerpo de cada uno de los habitantes de nuestro país su energía, su fuerza, su voluntad. Y las circunstancias nos indican que fue el bigotudo gendarme de Miraflores el cirujano ejecutante de tal extirpación. Realizó éste una operación exitosa para los fines que se ha trazado con los habitantes de Venezuela desde que, en muy mala hora, fue electo para el cargo de Primer Magistrado nacional. El verdugo cirujano con tal operación logró bozalear a la mayoría de los habitantes de nuestro país, los domó y normalizó. Los metió en cintura. Les vació su estómago y aquietó su espíritu. El resultado ha sido tener ahora un pueblo resignado a su mala suerte, conforme con la pésima realidad material circundante, adormecido frente a las numerosas calamidades que caracterizan cada minuto de la vida nacional; tenemos hoy día un pueblo cruzado de brazos ante las burlas y maltratos prodigados en su contra por quienes actualmente malgobiernan este país. Un país de eunucos es la Venezuela de los tiempos que corren.

Nada queda de aquel pueblo aguerrido que acompañó al Libertador en sus campañas libertadoras por casi toda América del Sur; del mismo pueblo que se enfrentó en varias oportunidades a la oprobiosa dictadura del tirano de La Mulera; del que llenó las calles y avenidas de nuestro país los últimos días de enero de 1958, y cuyo resultado fue el derrocamiento y huida del déspota de turno, Marcos Pérez Jiménez; ese mismo pueblo que insurgió a comienzos de 1989 para enfrentarse a las políticas hambreadoras del presidente Carlos Andrés Pérez. Nada de aquel fervoroso pasado protestatario existe hoy. Nada del ánimo de lucha de nuestra gente, puesta de manifiesto antes en variadas y difíciles circunstancias. Ninguna protesta se realiza hoy día, ninguna acción contestataria, ningún gesto de rabia, a pesar de la inmensa tragedia que se ha enseñoreado sobre nuestro país. ¿Qué fue de la otrora combativa Federación Venezolana de Maestros? ¿Dónde está el aguerrido gremio de docentes universitarios? ¿Y es que se fueron de nuestro país todos los estudiantes universitarios puesto que no se ve en alguna parte ninguna acción de calle liderizada por una de las muchas Federaciones de Centros Universitarios? ¿Qué pasó con SUTIS, el más poderoso sindicato de obreros de Venezuela? En fin, ¿dejaron de existir definitivamente los gremios, sindicatos y federaciones que agrupaban a trabajadores, obreros, maestros, profesores, empleados públicos de nuestro país? Son interrogantes muy pertinentes y oportunas pues tanta quietud, tanto conformismo, tanta pasividad, tanta inercia por parte de un pueblo en estado de sufrimiento es indicativo de que padece alguna enfermedad, lo embarga el miedo, o se resignó ante su propio calvario.

He aquí el mayor daño perpetrado por el actual gobierno venezolano contra el pueblo de nuestro país. Lo ha liquidado espiritualmente, ha conculcado sus ganas, su energía, sus bríos, a pesar de que a nuestro alrededor existen suficientes razones para explotar, insurgir, pelear, protestar. El país se hunde cada vez más en un pantano tormentoso, la cotidianidad popular está convertida en una experiencia desgraciada, calamitosa, dolorosa, pero nadie pronuncia un quejido ni ejecuta una acción cuestionadora. La conclusión de nuestra parte es que el pueblo venezolano ha muerto. Lo que procede es meterlo en un ataúd y depositarlo en el cementerio y desearle que descanse en paz.

Habrá que esperar cien años para que nazca otro pueblo con ganas de pelear, con valor para echar por la borda a futuros aspirantes a verdugos; resuelto a impedir que ladrones del erario público se vistan con ropaje de políticos y ejerzan cargos gubernamentales; dispuesto a cerrarle la boca a charlatanes de oficio y de profesión, dibujantes de sueños engañosos; decidido a impedir que cualquier grupito de ineptos improvisen políticas gubernamentales; resuelto a frenar las aspiraciones de cualquier militar por hacerse con puestos políticos de mando, como ha sido tradición en la historia venezolana; un pueblo, en fin, bravo, enérgico y valiente, dispuesto siempre a pelear para impedir que hagan con él cualquier barbaridad, tal cual ocurre ahorita.

 

 



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Sigfrido Lanz Delgado


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