El elogio de la corrupción

Según una reducción de diccionario, “corrupto” es un adjetivo para algo que se pudre, que se daña y daña, que pierde vida y degenera. En el pensamiento común, corrupta es la fruta cuya descomposición daña a las otras, y deja sin alimento a quienes les corresponde alimentarse. Corrupción, en términos políticos, no es mero robo, latrocino, desvergüenza, si bien lo incluye todo, es el acto de sustraer para sí lo que es del colectivo, de la comunidad, la nación, es decir, lo que es de todos, ¡todos! Puede ser de un modo u otro, activa o pasiva; las responsabilidades pueden ser asimétricas, quien hace y quien deja hacer, pero el resultado es el mismo: putrefacción social. 

  1. Es estructural. Una de las más viles excusas de lo inexcusable, es que está inscrita en nuestro comportamiento histórico, en nuestra forma de ser, así nacimos. Unos españoles desaforados, en nombre de la corona y de Dios, estafaron a unos indígenas generosos. Crecimos en una Colonia esclavista que permitía que se utilizaran como propiedad, a los que sólo tenían su cuerpo, para hacer riqueza con ellos. Páez, pagando con los dineros del Estado, pasó de “pata en el suelo” a lucirse como el mayor terrateniente de la República que él mismo había contribuido a fundar. Las guerras civiles del XIX propiciaron el saqueo de unos por otros, y esto se ha alabado como una forma de igualitarismo. Los dictadores andinos dieron concesiones mineras a sus adláteres, para que estos las vendieran a empresas internacionales, y con parte mínima de esos fondos, fundaran periódicos rabiosos y voluntariosos caprichos productivos privados, la inmensa mayoría en extremo poco eficientes, que luego pedirían ayuda al Estado por la “libre empresa”, para seguir produciendo mal y escaso. En el perezjimenismo “robaron unos pocos, pero hicieron”, y el dictador dejó una maleta de dólares mal olvidada en plena huida. Los adecos desataron “su manera de ser” ya desde el primer CAP, y el boom petrolero profundizó la tendencia a corromperlo todo: “ponerse donde haya”, “robar y dejar robar”, la sociedad de la media sonrisa, de la execrable viveza. Luis Herrera Campins no fue ladrón, pero apoyó a uno de los más vergozosos de nuestra historia: su ministro Vinicio Carrera. Entonces, ¿qué se le puede pedir a los chavistas que se corrompen con desafuero, si siempre ha habido corrupción, y hasta es mal del mundo entero? Respuesta: Nada excusa la corrupción, ni los corruptos merecen perdón. ¿Cómo se llaman los que tú conociste, Giordani? ¿Quiénes son sus esposas, sus hijos, sus testaferros? Empecemos.

 

  1. Es económica. Una de las más tramposas excusas del multimilmillonario robo a la Nación, que se quiso revolución, es que la economía nunca ha podido absorber los ingentes ingresos del petróleo. No hay canales de distribución adecuados, y el chorro de dólares desestabilizó estructuras, abrió canales irregulares y caprichosos, venció lo poco insitucionalizado que había, violando toda dinámica económica real, a punta de real. Se hizo fácil: siempre habría, siempre otro peor, siempre anteriores. Quién lanza el primer peñonazo en el ojo ajeno lleno de paja. Es teoría: el petróleo nos hizo culpables por igual, porque lo que sembramos fue desgracia y desigualdad. De ahí, la corrupción se reproduce hasta en lo más chiquito, lo más cercano, robándonos como única disciplina que se cumple a cabalidad, bachaqueando al más cercano, a uno más débil, porque siempre son más, hasta que se vuelvan uno solo y ya verán... La distribución delincuencial impuso reglas irremontables: amiguismo y favoritismo. Confabuló al burócrata con el empresario, y a estos con el comerciante, viles de la bilis ajena. Fidelidades de mafia con maneras de zar cocainero. Ética de Babá multiplicando los penes de los más machos, porque la corrupción de la viveza es también la violencia de la fuerza del dinero. Robin Hood robado por sus propios secuaces, porque ladrón que roba a ladrón, ladrón es y no tendrá un minuto de perdón cuando las cosas sean. Corrupto que me lees y que no mereces patria: la has podrido con tu presencia.

 

  1. Es revolucionaria. “Y si viniera la contrarevolución y nos encontrara sin medio (25 céntimos de bolívar)?” ¿Habrá sido ésta la pregunta? ¿Ahí comenzó todo? ¿Qué implica y a quiénes implica? ¿Quiénes son los primeros resposables? ¿Y desde cuándo? Los errores económicos son comprensibles cuando se propone ir a otra parte, más si se pide lo imposible. Pero, no hay justificación ideológica alguna para la corrupción, porque es la práctica más eficiente del capitalismo, como sus hermanas: la droga, el snuff, la trata de personas, el contrabando… Es ideología pura si resume lo que se dice despreciar, y se ejerce como práctica de ese desprecio. Hacerse rico cuanto antes, a todo costa, como el peor nuevo rico. Efecto demostración a buen precio. Dime cuánto tienes y te diré cuánto te quieren. Se hablaba, una vez, de Luben Petkoff, quien al parecer robaba bancos para financiar las guerrillas, y que los siguió robando cuando finalizaron las luchas… ¿Santo patrono?

 

  1. Es justa. Algunos dicen que la corrupción es una “estrategia del débil”. Esos que han sido subyugados; el que nunca tuvo oportunidad ni las tiene; el que ocupa espacios sociales sin salida, y la necesidad no da recreo. ¿Dónde está el límite entre el hambre y la codicia? ¿Panes o miles de millones de dólares? La apología del robo y las luchas por la justicia social y económica. En esta lógica, ¿cómo se entiende la moral revolucionaria y el hombre nuevo? Habrá que reinventarlos, cuando sea. La corrupción no como hecho pasajero, sino como práctica instalada, comportamiento aberrado, metástasis acelerada. Suenan los ecos de la traición: que no impere la selva del neoliberalismo, pero tenemos un neoliberalismo en movimiento atropellante, que ha destruido el tejido social. La lógica del que más puede y más paga, sin preguntar por qué puede y cómo paga. Los maletines de dólares ya no se quedan en la pista de despegue. La corrupción es la imposición de los peores y la permanencia de los mismos. El mando de los insanos.  

 

  1. Es circunstancial. Apoyamos la cruzada anticorrupción del fiscal, porque abre ollas pútridas bajo un mismo fuego. Si son retaliaciones y luchas de parcelas de poder, los argumentos sacan la miseria de todos. Ramírez y los suyos son culpabilizados por miles de millones de dólares, pero ¿es que la actual quiebra PDVSA es produto reciente o el resultado de un proceso en sí corrupto? ¿Se puede demostrar la corrupción de Ramírez y no involucrar al comandante Chávez? Alerta roja rojita para Interpol. Se propuso elevar la producción a 6 millones de barriles diarios, y va por menos de 2. El barril se ha recuperado a la mitad, y la economía empeorado desproporcionadamente. Un modelo rentista heredado (proimperialista) destruye la empresa petrolera, que luego será vendida por cuatro reales, y mientras se abren las piernas del Orinoco a las empresas del Arco Minero, tendiendo la cama de las Áreas Especiales con sonrisa proxeneta. ¿Incoherencia o ratificación? La deuda externa no se audita. Se aceptan los más altos intereses del mundo. Dejemos que se acusen, se digan. Ondean los trapos sucios en el tendedero del caos y la debilidad: las comisiones sucias, los pantalones cortos de la trampa, los viejos pañuelos de las marramucias, los chequecitos remojados. Ramírez hace acusación cambiaria al entorno del Presidente, y el Presidente no responde. “Deje su mensaje”. ¿Quiénes reciben uno y cada uno de esos legales dólares robados a 10? Con la quinta, se excusan los robos de aquella cuarta, cuando Ramos Allud (léase: “alud”) era maletero sindical y Ledezma, delfin de aleta quebrada. El mayor desfalco en la historia de una nación occidental, un afortunado paisito del Caribe defalcado por políticos corruptos, empresarios corruptos, comerciantes corruptos. Toda nuestra riqueza va de un pozo a otro pozo, séptico.

 

Pidamos procesos de “manos limpias” (como lo intentó y no como lo frustró la Italia mafiosa). Juicios públicos y abiertos (invitemos al juez Garzón). Que se sepan las pruebas, los nombres, los montos (inventemos nuestro wikileaks de corrupciones). Auditorías, condenas y repatriación de capitales (sería más que el ingreso petrolero y menos contaminante en términos éticos). Despreciemos a uno y otros: no queremos a ninguno, y que con ellos se vayan las páginas tendenciosas, que fijan el dólar para el dolor repartido.

Sí, el país está dividido entre corruptos y personas honestas. No hay otra elección, no hay qué elegir. No hay afuera.  



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Alejandro Bruzual

Alejandro Bruzual es PhD en Literaturas Latinoamericanas. Cuenta con más de veinte publicaciones, algunas traducidas a otros idiomas, entre ellas varios libros de poemas, biografías y crítica literaria y cultural. Se interesa, en particular, en las relaciones entre literatura y sociedad, vanguardias históricas, y aborda paralelamente problemas musicales, como el nacionalismo y la guitarra continental.


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