(Un escrito a dos bandas)

Entre la rabia, el odio y la impotencia

Fue con mucha rabia e impotencia que recibimos hoy la noticia final sobre la postulación de Ángel Prado.

Sin comunicación formal, le pidieron o más bien ordenaron que retirara a su pueblo.

Le informaron que ya la decisión estaba tomada y que no podría ser candidato en la contienda electoral de Simón Planas.

Con mucha rabia, impotencia y gallardía, el compañero Ángel Prado asumió la decisión injusta y arbitraria que se le dio.

Muchos le increparon, y le pidieron batalla final.

Por ahora no se puede… Fue su respuesta.

Somos el legado de Chávez y a su memoria le debemos este momento.

¡Vamos a nuestra trinchera y sigamos echándole bolas al estado comunal!.

Así se fueron.

¡Se fuero los guaros! ¡Ejemplo de Dignidad y lucha!

Mirando a la gente llorar, algunos pateando sillas, y otros sólo apretando el puño, me di cuenta que las fisuras de la rabia no son iguales a las que se tapan con cemento.

También miré los rostros de la gente cuando el compañero dijo: Vámonos a nuestra trinchera, a echarle bolas, a convertir el proyecto del comandante Chávez en realidad. ¡Comuna o Nada!.

Pensé que la rabia sola y sin perspectiva no hace nada.

La rabia sin futuro, sólo es rabia. ¡No construye nada!

Superar la rabia y continuar los caminos del ser revolucionario deben ser nuestras banderas.

Hoy, aunque en el alma de muchos, la rabia se haya convertido en odio, debemos decirle al pueblo todo que no es con ese odio que derrotaremos la miseria humana de quienes atentan contra nuestra dignidad.

Aunque no exista ley que pueda en ninguna parte del mundo regular un sentimiento, los revolucionarios, odiamos al imperialismo, la burguesía, sus lacayos, los traidores, corruptos, burócratas e ineptos que pretendan adueñarse de la patria de Bolívar y Chávez.

Pero la rabia y hasta el odio, debe convertirse día a día en un mejor mañana.

En orgánica política que si pueda transformar y convertir la direccionalidad, en una nueva dirección.

La dirección de la revolución está en juego. Malos presagios marcan este precedente.

Ojalá se entienda luego de lograr sus propósitos, que para reparar las fisuras, hay que romper el muro y construirlo nuevamente.

Si no, estamos perdidos.



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Douglas Aponte


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