Alfredo Del Nogal

YO VENGO REGANDO FLORES POR TODO EL CAMINO REAL…

Mi hermano que vivió a su manera, sin "vender" la patria.

"También reí, también lloré,

también amé, también sufrí"

Cuando en 1974 la recién fundada Liga Socialista se dispuso a participar, con la conducción de Jorge Rodríguez, en la elecciones del sindicato más grande del país -de los trabajadores siderúrgicos de Guayana- nos mandaron allá y encontramos a Alfredo como adolescente liceísta. Venía de Ciudad Bolívar donde había llegado hacía unos pocos años desde el caserío "La Becerra", situado al lado de El Manteco en los alrededores de Upata. Estudiaba en la Escuela Técnica Industrial de San Félix, llevaba algo participando en las actividades que organizaban los compañeros de la región y permanecía bastante tiempo en nuestra sede.

Como militante juvenil, en esa campaña electoral Alfredo se incorporó a las jornadas de pega de pancartas, de reparto de volantes en los barrios donde vivían los obreros, a las tomas propagandísticas de los buses que los llevaban a la enorme fábrica y de agitación y mitineo en los portones de la misma para denunciar la explotación capitalista y la traición de los sindicaleros y conseguir los votos para nuestra plancha que encabezaba Vicente Gómez, integrada además por el CLP y Ruptura. Disciplinadamente, pues todas las actividades se desarrollaban en medio de la más feroz persecución por parte de los cuerpos represivos policiales y militares de la época, Alfredo destacó por su contagiante entusiasmo en medio de lo que Cheo Parra llama "muchachada insurgente" contra las poderosas mafias adeco-copeyanas.

Después de aquello, vino el esfuerzo por estructurar una sólida organización con sus núcleos obrero, vecinal, campesino, magisterial, de mujeres y estudiantil; así Alfredo inició su militancia en el equipo de "La Técnica" con Isaac -Guayú-, "La Nena" Valdez y Oramas, entre quienes recuerdo, formando parte del grupo de educación media en cuya coordinación estaban Guillermo, Pateti, Baquero y Guayú (liceos "Manuel Piar", "Ramón Isisdro Montes", Instituto de Comercio "Cecilio Acosta", Técnica Industrial, y los liceos de los barrios El Gallo y La Gallina, de cuyos nombres no me acuerdo). Estaban además entre los liceístas Rosario y las hermanas Velásquez.

La dirección nacional había decidido ubicarnos en la zona para que hiciéramos nuestra labor colocando en el centro los esfuerzos por construir una organización clasista de los trabajadores; entonces casi toda la actividad de los núcleos -estudiantil, magisterial, vecinal, etc.- confluía en la consolidación de los equipos obreros de las empresas del hierro y el acero: SIDOR, Orinoco Minig y Iron Mines -que por ese tiempo fueron nacionalizadas y unidas bajo el nombre de Ferrominera Orinoco-, del aluminio: ALCASA, de la construcción, que concentraba un inmenso personal para el levantamiento de la presa hidroeléctrica de Guri.

De modo que Alfredo con su alegría característica se incorporó a las tareas en el movimiento estudiantil vinculándose a nuestros grupos de obreros; participaba de todas las actividades centrales de formación y organización que planificaba La Liga y las que estaban orientadas a los obreros: en las lecturas colectivas, en las discusiones sobre la situación del país, la estrategia de los Estados Unidos en relación a nuestras materia primas -comprendía perfectamente nuestra consigna "El hierro sigue siendo Yanki", el diseño de una táctica para derrotar al sindecalerismo. Y estuvo en esa época en todas las jornadas que libramos en la calle junto a los trabajadores de "La Orinoco" y "La Iron" por la defensa de sus amenazadas prestaciones, en la lucha por lograr el sindicato único de la nueva empresa estatal del hierro y por la mejora de las condiciones de los barrios donde habitaba la clase obrera.

En la Liga Socialista compartió con nuestros militantes, especialmente con los obreros, a quienes hizo sus hermanos: Vicente Gómez, Omar Guararima, Hilario Díaz, Pedro Robles, Félix Arredondo, Ramón Zurita, etc; también con los compañeros del frente de barrios: Ademil, Pancha, Luis Aviles -Pichaco-, Deyanira; los amigos Rodolfo y Alonzo, entre otros; igualmente, con los del núcleo Magisterial: Elan Navas, Oswaldo, Elida, y de las Mujeres: Reinita Moros, de los que me acuerdo; y con Alonso Valdez, Williams Rodríguez, Ademil del Nogal, "Carretón", Rafael Campos y yo, que conformábamos la coordinación regional. Además con los compañeros que vinieron desde otra regiones a conformar la comisión de propaganda: "Vanguardia" y "El Pelusa" Gómez Rangel y otros que llegaron desde otras zonas por algún tiempo a reforzar nuestro trabajo como los maracuchos y de Puerto La Cruz. Participó en la zona en las jornadas de combate en las que estuvieron Jorge, Orlando Yajure -el Cabezón-, Esther Añez- "El poeta" Juan Madina, Norelky Meza, Jesús Martínez, "El Comején" -Argenis Girón. Alfredito, como lo llamó la mayoría, fue pana de todos; hermano e hijo de cada uno; no se podía dejar de quererlo, con sus travesuras y decires y por su lealtad y solidaridad a toda prueba.

Estos hechos corresponden a la etapa en la cual estuve en Guayana, antes de llegar a Maracaibo. Por su propia narración años después, supe que la dinámica posterior siguió siendo muy exigente en medio de la más brutal represión contra el movimiento obrero y sus vanguardias. Y Alfredo estuvo siempre allí; como dice Orlando Villalobos, "en la Liga Socialista se formó y creció. Estudió en la Escuela Técnica Industrial -graduándose de Técnico Electrónico- e inmediatamente ingresó a la empresa siderúrgica, Sidor. Allí trabajó y fomentó la militancia sindical. En 1979 formó parte de una lista de candidatos en las elecciones sindicales, promovida por la izquierda insurgente de la época, que sumaba a la Liga Socialista, CLP (Bandera Roja), La Causa R y GAR, un movimiento de la izquierda cristiana. Esa lista ganó las elecciones, toda una epopeya si tomamos en cuenta que había un férreo control de AD y Copei del movimiento sindical y que Sidor era la empresa con mayor concentración obrera del país –más de diez mil obreros-. Fue un dirigente sindical combativo de un movimiento que reclamaba una jornada laboral de 40 horas. La directiva sindical fue perseguida y despedida. Uno de los dirigentes de Sutiss –Gabriel Moreno- fue acusado de subversión y encarcelado en La Pica, estado Monagas.

Era otra fase del movimiento obrero de Guayana, con nuevos liderazgos: Jimy Viana, Yoel Pérez, entre otros por la organización. Otra tanto La Liga, que pasó por varias etapas: el asesinato de Jorge y la recomposición de la estructura, la incorporación de Julio Escalona, Marcos Gómez y Soto Rojas a la dirección nacional, el periodo de diputado de David Nieves y su candidatura presidencial, al apoyo a José Vicente en las siguientes elecciones y la separación de algunos personeros de la dirección. Alfredo estuvo presente en todo como protagonista principal; en la lucha por los derechos de los obreros de Sidor, aún habiendo sido despedido, en medio de la persecución policial e institucional que impedía lograr empleo en cualquier empresa de la zona, y como resultado en una precariedad económica muy grande, pasando calamidades con sus hijos. Y fue factor importante en los acontecimientos vividos en su organización política; de allí su extrañable amistad con Orlando Villalobos y Pedro Robles en Guayana; también surgió su aprecio por David -y su nombre "Lobito", por la semejanza de sus barbas-.

Desde nuestra permanencia en los años setenta en la convulsionada zona del hierro, Alfredo siempre fue el mismo: espontáneo y ocurrente; leal y consecuente. También sin ambages ni dobleces: si una idea lo cautivaba la defendía e intentaba buscar con quien concretarla; si un planteamiento lo disgustaba. lo esquivaba o lo enfrentaba e intentaba derrotarlo. Si una persona lo convencía con su autenticidad y coherencia la acompañaba y le ofrecía todo el apoyo y cariño que le era posible; si percibía que alguien era un farsante, lo ignoraba o lo desenmascaraba y apartaba. Llevaba la vida su manera: sin amarguras, sin rencor, con alegría y repartiendo cariño.

Cuando ese movimiento sindical no tuvo más perspectiva y con la organización casi disuelta, se fue a Caracas a buscar nuevos horizontes y con el deseo de aprender y hacerse de una profesión que le permitiera comprender algo la realidad y se inscribió en la escuela de Sociología de la UCV; básicamente su aspiración era dotarse de las herramientas para escudriñar la lógica de las cosas. Y como estudiante consiguió una bolsa de trabajo en el lugar que más le gustaba: la biblioteca-de la facultad de economía y ciencias sociales-; allí revisaba libros de todas esas disciplinas y a cualquier joven que los procuraba lo orientaba en torno a cuál era la lectura pertinente. Se sentía a sus anchas entregando los ejemplares, derrochando afectos y coqueteando a las damas; aunque alguna vez regañaba por la locura de la bibliografía requerida para la realización de una tarea académica.

Dormía en la "Pensión Guanche", comía en el comedor de los estudiantes de la UCV y aunque lo llamaran Señor José -por su nombre José Alfredo-, él sentía como un chamo más. Como tenía a disposición el cubículo de Battaglini, allí se reunía con los compañeros a leer, debatir y realizar las tareas asignadas.

Alfredo siempre tenía en su mente a sus hijos que habían quedado en Guayana y de sus hermanos; estaba pendiente de los camaradas de allá, que juntos desde el afecto constituían su más preciado tesoro. Aunque, para la mayoría por su carácter jovial no lo pareciera, le tocó duro. Del sufrimiento pudimos saber los que fuimos sus camaradas más cercanos. Padecía demasiado, no obstante tener nuevos compañeros de estudios y amigos para discutir y hacer política: un grupo grande que, alrededor de Battaglini, Juan José Hernández y él, se reunía en la planta baja del edificio de economía. Estaba en la situación más precaria, pero asumía como hermanos, para compartir lo poco que conseguía, con algunos que a lo mejor no estaban pelando más que él.

A pesar de las circunstancias, siempre vivió a su manera, con su picardía y sus amores.

Esa es la época que me tocó estar en Caracas por los estudios doctorales en el CENDES y tuve la fortuna de encontrarlo después de dos décadas. Era el mismo Alfredo, con igual talante: alegre, juguetón y servicial. Llevando, como siempre, la vida a su manera; con su galantería y sus amores era único. Renovamos nuestro compañerismo, compartimos penas y alegrías, amigos y libros. Con la familia viajamos juntos por Guayana; él con Alfredito, yo con todos los míos; me llevó hasta los camaradas de siempre: Hilario Díaz y Elan Nava -al poco tiempo fallecidos-, Robles, Pancha, Deyanira, Vicente Gómez, Ademil, Pateti. Para todos era el mismo, como que no se hubiera ido nunca.

Recientes estaban el llamado Caracazo y las rebeliones militares de 1992; era evidente el agotamiento del bipartidismo adecocopeyano y el resurgimiento de la izquierda que venía derrotada desde los sesenta. Con Alfredo promovimos el acercamiento a nuestros antiguos compañeros e intentamos agrupar a los más activos de aquellos y a los nuevos que conocía Alfredo en la UCV. Realizamos varios encuentros y reflexionamos colectivamente sobre lo que estaba pasando, lo que ocurriría y cuál debía ser nuestro papel. Ya estaba en efervescencia el fenómeno del bolivarianismo y el chavismo se iba configurando con mucha fuerza; pienso que no supimos interpretar la nueva dinámica sociopolítica y aunque no totalmente nos fuimos quedando al margen de lo importante que estaba sucediendo. Eso también pasó en el Zulia, donde con los muchachos de Autonomía Regional pusimos el acento en la lucha por la aprobación de la Ley de asignaciones especiales; no obstante el acompañamiento a los movilizaciones de los trabajadores petroquímicos, los bomberos y de algunos barrios populares. Los hechos exigían una nueva gramática política.

Participamos de muchas actividades juntos en Caracas y en su interés por conocer la realidad y las maneras de que dispone la ciencia social para hacerlo, organizó con los compañeros en la UCV varios conversatorios para mostrar los métodos y nuestros resultados en los estudios sobre las estrategias de sobrevivencia de los sectores populares y acerca de los aspectos sociales de la lepra y otras enfermedades tropicales. En algunos de nuestro proyectos de ese periodo se incorporó como auxiliar de investigación, con la tarea de encontrar documentación que permitiera explicar los hallazgos y me acompañó a algunos seminarios y talleres. Tengo entendido que apoyó a Battaglini en algunas búsquedas para investigaciones en el campo de la historia contemporánea de Venezuela.

Como tenía particular aprecio por los libros, durante casi una década fue el mayor difusor de nuestra revista Espacio Abierto en la UCV, en Caracas y en cuanta parte iba. La colocaba a consignación las librería y kioscos y era el representante estrella, ayudado por su carisma. Igualmente actuó como el corresponsal de nuestro "Anuario de la investigación acerca de lo Social" que recogía información de todo el país sobre el tema; actores, institutos y centros, postgrados, revistas, etc.

Leía cuanto libro caía en sus manos: de filosofía, de historia de economía, de derecho, de sociología de psicología, etc, etc. Eso nos llevó en ese tiempo a considerar que, como necesidad de conocimiento general, eso estaba bien, pero en relación a la obligación de soportar nuestra investigaciones era un esfuerzo perdido; pues nunca habría tiempo para sistematizar las ideas en relación un tema específico. Nunca lo aceptó y hasta el fin tuvo, simultáneamente 4 libros abiertos, que revisaba a su tiempo.

Con los amigos, por lo menos una noche a la semana compartimos preocupaciones, anécdotas y cervezas en la Sabana Grande invadida por los buhoneros, malabaristas y "busca la vida": en "La Tinaja", donde las empanadas eran buenas, en el "Oh Gran Sol", con una terraza más tranquila, y hasta en la "Calle de la Puñalada" cuando el resto de los locales estaba cerrado.

En los últimos años de carrera tenía la convicción que las materias habían sido una sucesión de retórica y regodeo en modas intelectuales y en autores que nada tenían que ver con nuestra realidad y que la formación, demasiado discursiva, adolecía del entrenamiento para la labor de investigación. Por eso la decisión de al terminar incorporarse algún equipo en el cal eso estuviese presente; para aprender el oficio que tanto le gustaba.

Se graduó en diciembre de 1999 y el 3 de enero, como había dicho, se presentó en Maracaibo para participar de nuestros proyectos en el Instituto de Criminología de la Universidad del Zulia. Coincidió con el arranque del programa de investigación sobre las respuestas de los sectores medios a la violencia delincuencial y pudimos incorporarlo como asistente de investigación en uno de los tres proyectos: "El cierre de los espacios residenciales" que coordinó Irina Molina; en ese grupo específico estaban integradas, como investigadora visitante, una profesora de la Universidad del Táchira y como auxiliar de investigación una estudiante de trabajo social; con todas estableció una bonita amistad que dura hasta ahora. Cumplió la tarea; estuvo en todo: en la operacionalización de las variables, en la elaboración de los cuestionarios, en el diseño muestral, en la recolección de la información, en la sistematización de los datos, en el análisis de los resultados y en la elaboración del informe final.

El equipo general del programa estaba conformado por varios animados investigadores, asistentes, auxiliares, asesores y 6 equipos de estudiantes de sociología y trabajo social, que realizaban su tesis orientados por nosotros. Hubo mucha actividad de formación y entrenamiento y a todas se incorporó con un gran deseo de aprender; realizó talleres de elaboración de cuestionarios, de muestreo, de análisis de datos, de redacción, etc Allí Alfredo se ganó el respeto de todos por el interés, el entusiasmo y las ganas de ayudar en todo y fue la alegría del grupo por sus forma de ser, resolver las cosas y su espíritu emprendedor e integrador.

Ese animo, junto a la convicción de que había que profundizar en los factores asociados a los comportamientos violentos en el caso venezolano, lo llevó a proponer el diseño del programa de investigación "El anclaje de la Violencia", para el cual entusiasmó a su compañero y amigo desde el tiempo de Guayana, Orlando Villalobos, profesor de la escuela de comunicación social de la Universidad del Zulia. Invitamos además a un colega sociólogo -también ensayista- también profesor de la misma escuela y completamos el equipo con una profesora de trabajo social, amiga que acompañó casi todos mis proyectos y como asistente de investigación una joven socióloga que formó parte de los tesistas del proyecto anterior. La reflexión inicial nos condujo al asunto de la integración social, que asumimos desde una perspectiva sociológica que la estudia en términos de integración normativa, cultural y comunicacional. Realizamos una excelente sistematización del problema en cada una de sus componentes, los operacionalizamos como aspectos independientes y elaboramos el cuestionario. En esas tareas participó Alfredo como investigador en formación y aportó sus inquietudes y dudas y creó las condiciones para que el equipo trabajara en armonía, organizando las sesiones de reflexión y de trabajo. Además realizó durante la ejecución de este proyecto talleres sobre la metodología cualitativa, acerca del enfoque del relato de vida y sobre la programación de la investigación social. Con el mismo deseo de aprender de siempre.

Con él arrancamos, como continuación del primero, el programa sobre las respuestas de los sectores populares a la violencia delincuencial, incorporándose al proyecto específico sobre la organización de las llamadas patrullas vecinales, que formó parte de una investigación de grupos nacionales -UCV, LUZ y Lacso- financiada por el Conicit. Le tocó participar de las tareas de recolección de la información a partir de un doble movimiento metodológico: aplicación de cuestionario tipo encuesta y una entrevista a profundidad. Igualmente ir a Caracas integrado a reuniones de trabajo de los investigadores de los tres centros, involucrados en la ejecución de la encuesta de victimización y percepción de inseguridad aplicada en todo el país.

Con los resultados de estas investigaciones se publicaron varios artículos en revistas nacionales y de otros países y al menos un par de libros; en ellos aparece como coautor. Además de muchas ponencias en congresos internacionales y venezolanos.

En el Instituto de Criminología Alfredo constituyó una presencia revitalizadora, no sólo por su incorporación a los proyectos, sino, sobre todo, para animar, entusiasmar y alegrar con sus ocurrencias y mano abierta a la amistad, al compañerismo. Lo que incluyó a su personal administrativo, a gente de otras líneas de investigación, con las cuales estableció lazos que perduran.

Fue un tiempo en el cual el bolivarianismo se consolidó rápidamente y a nivel de la universidad se nos plantearon exigencias que salimos a cumplir con entusiasmo, contribuyendo notablemente en lo que debía ser un movimiento estudiantil ajustado a la construcción de hegemonía popular iniciada. Alfredo, aún con escasa incidencia en Maracaibo, estuvo allí en la definición de lo que fue "Insurgencia Estudiantil". Además, en el apoyo a la plancha de los profesores de la izquierda a las distintas instancias del cogobierno universitario: Consejo Universitario, etc. Y cumpliendo entusiastamente tareas en la campaña para rector de nuestro colega y amigo del Instituto de Criminología Francisco Delgado; recorriendo facultades y escuelas de LUZ. Participamos juntos en algunos intentos por organizar núcleos revolucionarios entre los obreros y empleados, pero la lógica del agrupamiento ya era otra, en base a propuestas chavistas.

Luchando con la tendencia hacia la dispersión, con el auxilio de la disciplina practicada en los organismos de la Liga, lograba imponerse a las limitaciones de la formación académica y las dificultades derivadas de la baja remuneración de la investigación. Llegó a Maracaibo a convivir con nuestra familia, luego pasó a vivir solo en un apartamento que tenía alquilado Daniel Rojas en la avenida 2 del "18 de octubre", luego a una habitación donde el compañero José Luis Romero, por la Limpia y, finalmente, a la casa aún no terminada de Orlando en Nueva Democracia. Bien lejos de la propia, en una tierra extraña que hizo suya; por ella paseó el sufrimiento por los hijos y las preocupaciones por hermanos y compañeros. Con una tristeza que disimulaba con sus ocurrencias y andanzas.

Tal vez también disimulada en la fuerza desplegada en su participación en la organización de talleres dictados en Maracaibo por profesores venidos de diferentes partes: Ignasi Pons y Antón (de Barcelona), Michel Wiwiorka (de Paris), Eduardo Sandoval Forero (de México), Carmen Teresa García (de Mérida). Y en los Talleres dictados por nosotros acerca de la "Redacción de Artículos para las Revistas Arbitradas" en la UDO de Cumaná, en la UNET de San Cristóbal y en la UNICA de Maracaibo. Además en las jornadas y seminarios: preparadas por nuestro equipo sobre las Revistas Arbitradas en Ciencias Sociales", el Pensamiento Sociológico Venezolano, la Globalización y la Democracia", en Maracaibo. Y en la "1ª Conferencia Regional de la Asociación Internacional de Sociología en AL" en la UDO de la Isla de Margarita; en las Jornadas de investigación en la UNERG, en Trujillo, en la Convención de la Asovac" en la UNET de San Cristóbal y el "II Congreso Venezolano de Ciencias Sociales y Salud" en Caracas.

Viajamos juntos, compartimos tareas y como siempre cervezas. Que, no obstante su reserva en esas cosas, permitían mostrar el alma adolorida; sobre todo si sonaba el tema de tema de Nelson Ned que comienza cantando: "Voy a contar aquí la historia de un niño triste…" y se nos nublaban los ojos a ambos mientras seguíamos escuchándolo y entonábamos: "El mundo gira y gira, mientras la vida y pasa y pasa…"

Superar esa tristeza, para un espíritu como el de Alfredo, era nada. Se gozaba la amistad en los encuentros del Colegio de Sociólogos y Antropólogos donde yo era presidente en ese tiempo. Ahí derrochaba simpatía con su ocurrencias y con el baile, que no era su fuerte pero disfrutaba jocosamente colocando los brazos en cruz como clamando cómicamente al cielo; en una danza que -yo decía de "barquito viraó" y se moría de la risa. Las colegas hacían fila para acompañarlo y él giraba, derrochando afecto, como si fuera "Regando flores por todo el camino real". Y todos lo quisieron en ese corto tiempo que estuvo en Maracaibo.

Cuando regresó a Caracas, trabajó un breve periodo como investigador en el Centro de Estudios Históricos de la Asamblea Nacional, donde tomó la iniciativa en un proyecto de indagación sobre los partidos políticos y, como siempre hizo amistades y construyó armónicas relaciones con sus compañeros. A varios me presentó y buscó hiciéramos investigaciones juntos.

De allí pasó al CNE ayudando a Battaglini cuando estaba en la directiva, en un momento crucial para el organismo; luego lo transfirieron a la Fundación de investigación en ciencias electorales -FICE-, donde se encontró con quien sería su compañero de equipo y amigo para toda la vida "El Maestro" Roger Muller. Ambos tenían la vocación y la pasión por producir conocimiento sobre la realidad y Alfredo emprendió la tarea de definir proyectos y me entusiasmó a iniciar la aventura con ellos. Arrancamos por reflexionar sobre un asunto que preocupaba demasiado al Maestro: ¿Cómo consolidar el nuevo poder electoral con la total preeminencia de la cultura organizacional heredada del CSE que obedecía a otros fines? Luego iniciamos el diseño de investigación con un trabajo de campo nacional con doble movimiento metodológico: aplicamos cuestionarios y entrevistas a profundidad. Realizamos talleres para la formación del equipo que conformamos y colectivamente ejecutamos todas las tareas.

Luego trabajamos, a petición de la dirección del ahora Instituto de Altos Estudios Electorales, la bibliografía electoral de los países andinos, que compilamos en más de 700 cuartillas. Contiene todo lo que se ha escrito sobre el tema en la región.

Fue una hermosa experiencia por la dedicación y esmero de Alfredo y el maestro que hicieron un no muy frecuente equipo de trabajo, por la posibilidad de compartir experiencias distintas y por los resultados obtenidos y sus implicaciones para construir el CNE sobre una nueva cultura. Además, a lo mejor lo más grato, conocer el alma de seres humanos tan especiales, apreciarlos tanto en los espacios de labores como en las larguísimas conversaciones durante la cena y las cervezas en la Candelaria, en el New Jersey. Allí supe del profundo entendimiento de virtudes y miserias de los hombres que tenía Alfredo y de la erudicción y sabiduría del Maestro, que el primero celebraba. Que ninguno de los pregonaba, sino que para otros escondían o disimulaban con la jocosidad en la relación con la gente.

Como las cosas cambiaron en la institución, Alfredo y el maestro hubieron de jubilarse y los proyectos se paralizaron. El Maestro enfermó y Alfredo siempre estuvo pendiente de él; también de mi y de todos sus compañeros de Guayana y Maracaibo.

En esta segunda etapa de Caracas Alfredo adoptó el atuendo del sombrero permanente, que vino a acompañar a su tradicional barba y su bolso guindado al hombro. Y siguió regando flores por todo el camino real, recordando de vez en cuando la canción de Nelson Ned. Viviendo a su manera la inexorable dialéctica de la naturaleza: de la humilde culinaria de la chayota, el calabacín y la sardina al sibaritismo inducido por amigos capturados por el nuevoriquismo, y otra vez a la potente y proletaria dieta de la chayota, el calabacín y la sardina. Del calculado y pequeñoburgués desdén hacia los modestos otros a la generosa atención a su gente de la calle de la buena vida de "El Roble por dentro". Supo de que lado de la contradicción colocarse; por eso siempre el mismo Alfredo, popular, ocurrente y querendón.

En estos últimos años me apoyó entusiasmado en la ejecución del documental sobre el movimiento estudiantil de los sesenta y organizó la grabación de una entrevista a David, por cuya salud siempre estuvo preocupado.

En esta larga amistad, con mi familia estuvo en las buenas, en las malas y en las peores. Y se apropió de mis expresiones !Que molleja! y !Que vida tan dura! Yo me quedé con las de él: "Hay que hacer lo que hay que hacer", "Cualquier cosa pega un grito"; lo hice y él siempre respondió. ¿Ahora, a quien coño pego el grito?

alexisromerosalazar@gmail.com



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