La Escala de Ritcher

Digamos no al burocratismo

El burocratismo es un mal de los aparatos públicos burgueses. La burocracia es la práctica normal y rutinaria de los empleados públicos en el desarrollo de sus funciones, mientras que el burocratismo, definido por Wikipedia: "Es la tendencia a utilizar el aparato burocrático de manera coactiva. Aparte de la ineficiencia administrativa, la consecuencia más palpable del burocratismo es el inevitable distanciamiento entre las personas y los organismos administrativos ya sean estos organismos pertenecientes a estados, empresas o cualquier otro tipo de organización".

Lamentablemente, y a manera de autocrítica, debemos decir sin lugar a dudas que la práctica del burocratismo aún está presente en la mayoría de las instituciones públicas del país. Los viejos vicios de la cuarta república persisten y es un deber ineludible de todo venezolano combatirlos, dependiendo de esa lucha sin cuartel, transformar a Venezuela en la gran nación que soñamos.

El sistema actual caracterizado por sus prebendas, por el lacayismo y por esa gran corte de aduladores del dirigente de turno y vividores que florecen a la sombra del presupuesto estatal, ha de ser transformado por el funcionariado comprometido y justo, caracterizado por el temor a Dios presente en el cumplimiento responsable de sus tareas en las instituciones del Estado, quehaceres que al fin y al cabo son para beneficiar al mismo pueblo del cual proviene.

Nos atrevemos a decir que se deben estudiar las responsabilidades de cada uno de los empleados, estableciendo rígidamente sus funciones, de las que no debe salirse a menos que desee ser sancionado de manera severa y, bajo esta premisa, darle las más amplias facultades e insumos para cumplir sus tareas y lograr sus metas de la manera más eficaz.

De igual forma, analizar lo que es necesario y lo que es accesorio en el cumplimiento de las labores en nuestras instituciones públicas, haciendo hincapié en lo esencial, logrando de esa manera, respuestas oportunas a los más ingentes problemas sociales. Y por último, demandar de nuestros empleados y, por supuesto, también de sus jefes, la implantación de lapsos de tiempo para cumplir con las instrucciones y con la toma de decisiones en un plazo discrecional.

Si se consigue cumplir con los parámetros anteriores, esta perversión burocraticista de nuestras instituciones estatales desaparecerá y el país avanzará. "No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos" Dt. 16:19.



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Ritcher Antúnez


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