La revolución en Venezuela ¿Cómo el Ave Fénix?

Con el término Ave Fénix nos referimos a una fábula de la mitología griega donde un ave, después de ser muerta bajo el fuego, renace de sus cenizas y vuelve a la vida. Expresa esa idea un tema que está presente en muchas religiones de origen oriental sobre el Dios que muere y renace, tal es el caso del culto a Osiris y a Jesús de Nazaret, donde, en el caso de Jesús, éste asciende a los cielos de cuerpo presente, no el alma sino el cuerpo físico. Como un símil se utiliza en política para significar que alguien a quien se creía muerto o desaparecido de la escena política, bajo nuevas circunstancias reaparece en dicha escena, generalmente repotenciado o más poderoso. La misma idea se aplica a países como Alemania y Japón, quienes después de haber sido vencidos y casi destruidos en la II Guerra Mundial, son hoy grandes potencias. Hoy debemos ver a la Revolución venezolana como un ave fénix que renace con la constituyente cuando gran parte de la izquierda la creía muerta y pensaban que íbamos a caer arrodillados ante el Imperio y la clase imperial.

Después de 500 años de sujeción colonial, y de terribles luchas de los oprimidos por salir del cenagal donde nos puso la historia, llegamos a la década de los 90 del siglo pasado, amodorrados de tanto vivir como seres inferiores, discriminados y actuando con mente colonizada y, por ende, mirando a los países centrales del Sistema Mundo, como el paradigma (por cierto engañoso) a alcanzar. Se impuso en el Sistema Mundo el dominio del capital financiero de la mano de estados de los países centrales, pero sobre todo de USA, que combinó una explosión simultánea del capital financiero y el complejo militar industrial con todas las redes socio/culturales/económicas que lo conforman y sustentan, para implantar un nuevo orden mundial En esa última década del siglo XX el neoliberalismo se extendió como una plaga sobre los países periféricos en general y de los países suramericanos y del Caribe muy en particular, induciendo, al instalar los paquetazos, que indujeron rebeliones como el caracazo y tal inestabilidad política en el seno de la partidocracia tradicional que no sabían qué hacer ante el caos socio/político generado.

Sobre este cuadro y a partir de la rebelión militar de 1992, fruto de ese caldo de cultivo, fue profundizándose la implosión del sistema político del pacto de puntofijo y la emergencia de un clamor por un Presidente fuerte, solidario de los humildes y que reivindicara la soberanía nacional. De este clamor emergió un nuevo protagonista socio/político muy amplio, pues allí concurrían los militares patriotas que se dolían por el país, los intelectuales progresistas y un amplísimo movimiento de los de abajo que barruntaban, apoyados en nuestra heroica historia, que con la conducción de este joven líder podían alcanzar justicia y dignidad. Se formó la alianza perfecta, líder, apoyo del núcleo fundamental del ejército, solidaridad de los intelectuales y luchadores revolucionarios experimentados y apoyo irrestricto de los de abajo que sintieron que esta vez iban a satisfacerse sus sueños de redención y dignidad. Y así fue. Una marejada de esperanzas y votos llevó a Hugo Chávez a la presidencia en 1998. El pueblo medio habló tumultuosamente y la clase imperial no pudo detener el triunfo ni recurriendo al sempiterno fraude.

En el programa de gobierno para las elecciones de 1998 del entonces candidato Hugo Chávez, se establecieron los cinco polos de equilibrio de donde emergería, bajo el manto de la nueva Constitución que también formaba parte del compromiso electoral, la quinta república, la nueva Venezuela. Esos cinco polos fueron el político, el territorial, el internacional, el social y el económico. Por primera vez, y en consonancia con los tiempos, aparecía el tema territorial marcando la novedad del nuevo proyecto nacional a implantar. El Presidente Chávez, con mucho tino, dirigió el equipo que preparó ese Proyecto país y su plan de gobierno. Fue el único candidato que presentó un proyecto de gobierno contextual, territorial, deseable y posible.

Precisemos. La revolución bolivariana, nacida bajo el impulso de los de abajo durante la implosión del sistema político de la IV republica, caminó, durante su primera etapa que condujo el Presidente Chávez hasta su muerte en 2013 entre deslindes internos y la constante agresión del Imperio y su clase imperial, fueron catorce años de dura lucha, siendo incluso derrocado y puesto preso 2002 en un acontecimiento que demostró viabilidad de la alianza perfecta cuando pueblo politizado con claridad de objetivos, fuerzas armadas con los mandos medios concientizados e intelectuales combativos, en una marejada de fuerza popular vencieron el golpe de estado y rescataron al Presidente casi sin disparar un tiro. Fue la segunda vez que bajaron los cerros y la primera que vencieron.

La clase imperial no cesó durante un instante de intentar dañar y agredir a su gobierno, al que nunca reconoció como legítimo, por la única razón de que no se subordinaba a sus intereses y por pretender ser soberano, también contaba el inmenso apoyo popular, junto al creciente andamio internacional que daban nacientes gobiernos progresistas y/o revolucionarios. Todo esto hacía lucir cada vez más fuerte al liderazgo de Hugo Chávez, y parecía un movimiento que avanzaba a tambor batiente. Pero murió Chávez en 2013 y la clase imperial redobló sus ataques, ahora contra un enemigo que creían disminuido, negándose en todo momento y ante cada evento electoral, a reconocer el triunfo y la legitimidad del gobierno bolivariano: toda acción del Presidente Maduro era proclamada ilegitima y fraudulenta.

La idea de la muerte del ave fénix, se puede aplicar a la revolución bolivariana, que después de la muerte de Hugo Chávez, la victoria de Maduro sobre Capriles por estrecho margen y la derrota en las elecciones para la AN en 2015, unido al ataque inclemente del Imperio y la clase imperial que no reconocía al gobierno y a la baja de los precios del petróleo, se desató una inflación galopante con la subsecuente merma importante en el suministro de bienes y servicios, hacia ver al gobierno casi cayéndose. El gobierno se veía en franco peligro de ser depuesto y la perspectiva revolucionaria en peligro de desaparecer del panorama inmediato. Para la mayoría de los analistas el bolivarianismo estaba en peligro de muerte y para el Imperio y la clase imperial solo era cuestión de tiempo

Sin embargo no fue así y como el ave fénix la perspectiva revolucionaria ha renacido y hoy, tal vez más que nunca antes, está presente una deriva antisistema. ¿Por qué? Sencillamente porque se hizo lo que debía hacerse, profundizar la Revolución llamando al pueblo a participar de una manera más profunda, más perfecta y más revolucionaria, dejando de lado la manera liberal de hacer política mediante conciliábulos donde reina el sentido común, que es, como todos sabemos, el ámbito de las maniobras, de lo artero, de los negociados, donde siempre los pueblos llevan las de perder. Donde casi siempre han perdido porque quienes negocian son los de arriba, mientras los de abajo miran de lejos y tan solo comentan, no son actores.

Con la ANC las cosas son y serán distintas, pues ahí los cerros están bajando por tercera vez y ya hicieron como dice el son de Carlos Puebla «y llegó el comandante y mandó a parar» cambiándolo por «y llego el pueblo y mandó a parar», pues basta ver cómo cambió la situación en la calle y en el ámbito socio/político apenas se instaló la ANC. Todo cambió. El país parece otro. La clase imperial esta moral y subjetivamente derrotada y confundida. No tiene liderazgo y deberá comenzar a transitar un nuevo camino.

El juego parecía trancado y la solución sumamente incierta. Más de la mitad de la población apoya al gobierno y la otra porción se le opone, aunque no debemos confundir apoyo popular con fidelidad electoral; los bolivarianos tienen una fuerte dirección política y la oposición no la tiene; la disidencia en el bando bolivariano se incremente cada vez más, mientras que la oposición política, nominalmente representada en la MUD, es realmente un piélago inconexo de pequeñas agrupaciones; los bolivarianos se apoyan tanto en su mística como en el Estado, mientras que a la oposición es sostenida por la ayuda de gobiernos extranjeros y de algunos miembros de la clase imperial; internacionalmente la revolución ha derrotado al Imperio en todos los lugares y eventos que se han presentado, cuestión que solo se explica por una acertada política internacional de la revolución y por la precipitada caída de la hegemonía estadounidense.

En estas condiciones de juego trancado había que buscar una solución. La propuesta del Imperio y la clase imperial es escrutar una solución dentro del marco de las instituciones liberales, esto es, negociaciones entre la MUD y el gobierno, como pares y arbitraje internacional, puesto que ellos son representantes de la clase imperial, al gobierno, por supuesto, le era difícil manejar esta situación porque le era imposible acceder sin renunciar a la soberanía. La oposición y el imperio buscan crear la dualidad de poder para así poder maniobrar mejor y hasta intervenir. La solución planteada por el gobierno fue prístina e inobjetable, convocar una ANC territorial/sectorial para que el pueblo, como un todo, se sentara a discutir los grandes problemas que nos agobian y a plantear soluciones con leyes y actos constitucionales. La reacción de la MUD fue inmediata y violenta, pues vieron ese llamamiento como una oportunidad para insurreccionarse, puesto que esta ANC convocada superaba las restricciones que las instituciones liberales, que son las que el Imperio y su clase imperial acepta y practica, al permitir la participación libre y consciente del pueblo. Sobre todo el voto sectorial les resulta intolerable, pues se golpea al poder político/mediático que les da el voto territorial, donde se manipula el natural descontento de amplios sectores que votarían contra el gobierno y no por la oposición.

Pero la importancia de ANC no es solo dar solución positiva al juego político trancado, sino que también debe sacar al país de la situación socio/cultural en que nos encontramos, que a mi juicio se debe, sobre todo, a haber aceptado jugar bajo las reglas de la ideología liberal aceptando que el problema es económico y que su solución está dentro de las formulas y procedimientos con que los economistas pretenden manejar la sociedad. La ANC debe proyectar al país hacia una transformación de la estructura del sistema, debe cambiar de una percepción económico/social a otra socio/cultural donde la economía es solo una técnica que se ocupa de la producción, el trasporte, la distribución, el mercadeo y el consumo de bienes y servicios. Este tema lo hemos tratado en el articulo anterior «Constitución y Revolución I», aquí queremos insistir en que para que realmente la ANC se justifique desde el punto de vista de la revolución nacional, regional y mundial debe profundizar en el tema de un modelo territorial matriztico, que privilegie el valor de uso en el diseño de la geometría del ámbito económico y el acento en lo regional/endógeno, que sigue fuera de la agenda revolucionaria, con lo cual le está imponiendo una contención a la deriva revolucionaria del proceso constituyente; el modelo energético no es tema de discusión, cuando es evidente por sus resultados que es víctima de una política que parece errónea, los acentos en áreas como la recuperación de la producción de petróleos livianos y medianos sigue sin aclararse, el discutible acento en el crecimiento gasífero a costa de la renta petrolera no se discute ni se aclara; la clarificación de la política minera, sometiendo al soberano los proyectos concretos continua ausente y finalmente, pero no menos importante es lo referente al ámbito eléctrico, donde podríamos tener absoluta soberanía si generáramos electricidad con los petróleos extrapesados y viscosos (emulsiones), pero este viejo y absurdo problema ni se toca ni se discute.

Ahora el juego debe destrancarse con la Constituyente.

La situación es realmente emocionante, pues mientras el mundo llamado real lo percibimos bajo un trasfondo socio/cultural que lo presenta como un caos sin remedio, sabemos, gracias a las nuevas ciencias de la complejidad, que ello ni es fatal ni está predeterminado por la historia. Con un rediseño de nuestro espacio/tiempo/cultural, moviendo de acuerdo a un plan prospectivo los 27 elementos del dominio de la reproducción social, lograremos diseñar y construir un nuevo país, es decir, podremos completar la revolución bolivariana socialista.

Pesa sobre nosotros la carga histórica del colonialismo y el neocolonialismo, nunca fuimos culturalmente soberanos y pensábamos con mente colonizada dentro del marco de la ciencia natural o lineal, pero ahora, con la experiencia vivida durante los 18 años que lleva la Revolución tratando de resolver los problemas históricos, como es la desigualdad, tener soberanía alimentaria y producción masiva de bienes salariales, utilizar nuestro poderío energético para que en nuestro país no haya problemas, por ejemplo, de suministro eléctrico, debemos reconocer que como gobernantes o sencillamente como administradores de nuestras cosas, no hemos sido eficientes pues no cuidamos lo público como lo haría un buen padre de familia, que atiende cómo se gasta cada centavo para que la familia viva y prospere, sino que somos dispendiosos y gustamos de los grandes proyectos sin meditar mucho acerca de su conveniencia y viabilidad. Siempre he dicho que la renta petrolera se nos ha ido de las manos por una simbiosis entre dispendio y corrupción, que son caras de la misma moneda.

El reto, yo diría que histórico/existencial, para que el bolivarianísmo logre permanecer en el poder adelantando una revolución cultural/industriosa, pasa por alcanzar lo que se ha dado en llamar el punto de no retorno, es decir, una situación donde la sinergia entre el Estado Revolucionario y una importante mayoría de la población, le otorgue mayoría electoral táctica y estratégica para mantener el gobierno y el control del Estado, pese a que estaría haciendo un camino verdaderamente revolucionario trasformando la estructura del sistema, lo cual genera el rechazo de la clase imperial y su zona de influencia en los sectores medios, exacerbando sus ansias de salir del gobierno revolucionario a como de lugar.

Un concepto que debemos discutir en profundidad es el de clase, pues es objeto de singular interpretación o definición de acuerdo a la percepción que se tenga y por ello se torna polisémico, es decir, que tiene muchos significados. Para algunos la pertenencia de una persona a una clase depende de su posición en la jerarquía económica, luego estaríamos hablando de clase económica; otros lo ven desde lo social, es decir que una persona pertenece esa clase de acuerdo a su rango social, estaríamos hablando entonces de clase social; muchos no quieren diferenciar lo social de lo económico y hablan entonces de clase económica/social, pero no es fácil ver la interrelación entre la posición social y la económica como norma conductual, pues la mayoría de las veces no se compadece una cosa con la otra; finalmente hay quienes pensamos es más útil y real hablar de clase socio/cultural, pues de esta manera se integra y se interrelacionan la cultura, que es el hecho cómo percibo y me percibe el otro en un bucle de retroalimentación con lo socio/económico. Como vemos el asunto empieza a ser complejo y se aleja de lo lineal, de lo simple.

En la primera etapa de la Revolución bolivariana se mejoró la asistencia a los sectores más pobres y a las clases medias bajas, pero ocurrieron pocos cambios estructurales y mantuvimos, incluso acentuándola, la concentración de la población en el eje norte/costero, manteniendo la misma concepción industrial y no industriosa del desarrollo territorial e incrementando la acumulación por desposesión tanto en el campo como en la ciudad, lo cual trajo como consecuencia que con ingresos mayores (pero muy limitados) esos pobres no sean productivos y sigan ocupando el mismo o parecido lugar en la estructura socio/cultural. Esta deriva socio/cultural provocó que al disminuir los recursos del Estado para atender a esos pobres, y producirse el incremento de los precios de los bienes y servicios por la falta de divisas, la guerra económica y la especulación, los pobres y la clase media baja se convirtieran en bachaqueros, con el subsecuente incremento del potencial de rebelión (manifestado como deseo de cambio a ultranza) por parte de estos sectores tan golpeados; paralelo fue el deterioro de la clase media que, sin ingresos suficientes y al margen de la política asistencial del Estado para con los pobres, se vio arrojada al abismo y abrazó la ideología de la clase imperial.

El chavismo se planteó e intentó adelantar una revolución pacífica y tenía y aun tiene las condiciones para ello, pero es evidente que algo no ha funcionado. Ahora, ¿qué es lo que no funcionó durante los primeros diez y ocho años? En mi opinión la cuestión estuvo y está en que no tenemos claro qué entendemos por revolución. Hemos sido una coalición cultural entre el deseo de socorrer y hacer vivir a los más pobres (sentido cristiano de la revolución), en combatir a los individuos atados al pasado y no a las instituciones que determinan la existencia de ello y de otros como ellos y, sin entrar en más detalles, en no cambiar los modelos territorial y energético. Se llevó adelante una política de reducir la pobreza aumentando el consumo y los subsidios indirectos de los bienes producidos o importados por el estado, mejorando y profundizando, quien puede dudarlo, las políticas inspiradas por el Sistema Capitalista (Banco Mundial), con lo cual mejoraban los índices con que los capitalistas miden el desarrollo. Lo que no pudimos hacer fue una revolución que cambiara las estructuras sistémicas en Venezuela, cosa que dadas las características de la coyuntura, pues tuvimos amplísimos ingresos por renta petrolera, un fortísimo apoyo político/social unido a un singular apoyo militar y una oposición aplastada por el fracaso e implosión de la IV republica, fue totalmente posible. También América del sur y el Caribe manifestaban un impulso progresista en medio de la tremenda implosión de sus gobiernos liberales.

El Imperio, las clases imperiales y el pensamiento eurocéntrico en general, piensan que los colonizados y sobre todo los pardos (recuérdese que los únicos "descubiertos″ fuimos los americanos) somos incapaces de crear cosas útiles y de ser eficientes y eficaces en el trabajo productivo, de ser creativos, en fin, siempre han creído que somos sub-humanos. Entre Nosotros mismos, los que tienen la mente colonizada, piensan, sobre todo los que descienden de europeos, y muchos pardos alienados piensan de manera parecida. Sin embargo, si miramos la vida cara a cara observaremos que quienes habitan en los países centrales no son distintos, también son ineficientes e ineficaces y son más corruptos que nadie. Así que el problema es global, ocurre en todo el mundo y es lo que tiene al mundo sumido en este caos, pues la existencia de la colonización entre estados fue lo que permitió que los países centrales construyeran grandes complejos urbanísticos y una clase elitesca, caso de la Catedral de Sevilla que hoy exhibe su altar mayor repujado en plata pura obtenida de la sangre de los indígenas americanos. El Sistema Mundo capitalista no tiene solución para los grandes problemas de nuestro tiempo, y lo mismo le sucede a los "políticos profesionales″ que dirigen los estados periféricos, perciben los problemas con la ideología del capitalismo, con el pensamiento cartesiano y no pueden ver la realidad como un sistema complejo donde la cultura es lo que mueve la mente y el actuar de los humanos, actuación que ocurre condicionada por el marco institucional históricamente diseñado por las generaciones anteriores. Traigamos en nuestra ayuda un pensamiento de Fritjof Capra que seguramente nos ayudará a comprender mejor:

«A medida que pasa el siglo XXI, se torna cada vez más evidente que los principales problemas de nuestro tiempo –energía, medio ambiente, cambio climático, seguridad alimentaria y financiera– no pueden ser comprendidos de manera aislada. Son problemas sistémicos, y eso significa que todos están interconectados y son interdependientes. En último análisis, esos problemas precisan ser considerados como facetas diferentes de una única crisis, que es, en gran medida, una crisis de percepción. Ello deriva del hecho de que la mayoría de las personas en nuestra sociedad moderna, en especial nuestras grandes instituciones sociales, apoyan sus conceptos en una percepción inadecuada de la realidad para lidiar con nuestro mundo superpoblado y globalmente interconectado. Hay soluciones para los principales problemas de nuestro tiempo, y algunas son muy simples»

Busquemos esas soluciones en la Venezuela de hoy mediante nuestra ANC, y abramos una discusión sobre el país posible que queremos con los elementos humanos e institucionales que tenemos a mano y, de manera sencilla, diseñemos una nueva «geografía institucional» basándonos en el triángulo griego del diseño social (que es el mismo triángulo de Godet): donde en un vértice está el Logos, que es la visión de futuro deseable y posible que nos señalan nuestros conocimientos y saberes históricos, en el otro vértice esta la Eutemia (Epithumia) que es la interrelación entre esos saberes y la emocionalidad de todos los seres involucrados en el proyecto –motivados por distintos sentimientos y emociones– que generan bucles de retroalimentación que conducen al tercer vértice Erga, la acción que nos llevará al nuevo diseño o proyecto país que necesitamos. Y sobre todo y ante todo diseñar un país revolucionario donde se recibe y se da, donde nada es gratis en el sentido de compromiso y trabajo. Veamos con recelo a los políticos profesionales sin desecharlos, pero no nos dejemos envolver por el verbo que emana de las instituciones que queremos acabar. Que no nos engañen otra vez.

La única manera de «desarrollarnos», tomando la palabra en el sentido que corrientemente se le otorga, de crecer, aumentar el bienestar económico, incrementar los índices macroeconómicos, las inversiones y los "negocios″ es que abandonemos esa idea, que no pensamos que se desarrolla la economía, las artes, los deportes, etc., sino que percibamos dicho desarrollo como el del Espacio/tiempo/cultural donde nosotros, como sistema socio/cultural vivo nos estamos moviendo. Solo manejando el contexto total, el ecosistema y comprendiendo las interrelaciones que generan bucles de retroalimentación entre los elementos de la Reproducción Social, podremos aspirar a que al desarrollarse el ecosistema también lo hagamos nosotros.



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José Luís Pacheco Simanca

Ingeniero Civil (ULA). Fue fundador del (MIR) en Mérida en 1959 y secretario de organización y de formación ideológica en el Dto. Federal y el Edo. Miranda. Coordinaba el apoyo logístico al frente guerrillero El Bachiller y dirigió revistas Rojo y Negro, órgano del MIR y Vanguardia, del Movimiento Marxista Leninista de Venezuela– MMLV– en 1965. Estuvo preso por revolucionario. En 1997 participó en el Plan de Gobierno de Hugo Chávez. En 1999 fue Viceministro y Director General del Ministerio de Transporte y Comunicaciones, luego Viceministro de Planificación. En 2000 fue Viceministro de Energía en el Ministerio de Energía y Minas con la misión de coordinar la elaboración del Plan Nacional de Energía. En 2001 fue director principal de la Junta Directiva del Banco Nacional de Desarrollo (Bandes). Posteriormente fue director principal de la Junta Directiva de Bandes Uruguay, hasta 2010. Fue Presidente de la Fundación Teatro Teresa Carreño. Es autor de varias publicaciones.


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