Venezuela primera víctima del naciente imperio

Generalmente se cita como primera acción imperial de Estados Unidos la guerra de 1898 contra España, en la que logró apoderarse de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Sin embargo, el imperio del norte mostró sus músculos por primera vez despojando a Venezuela de una parte de su territorio rica en recursos naturales. Los hechos, en síntesis, tuvieron lugar de la siguiente manera:

En 1887 Venezuela rompió relaciones con Gran Bretaña por causa de la disputa fronteriza entre Venezuela y Guayana Británica (actualmente Guyana independiente) que se agudizó en 1995 cuando encontraron oro en el área controversial. La nueva riqueza descubierta despertó la codicia del naciente imperio estadounidense y, siguiendo instrucciones del presidente Grover Cleveland, el secretario de Estado Richard Olney declaró arrogantemente que los británicos querían dominar a Venezuela y adquirir más territorio, por lo que estaban violando la Doctrina Monroe y que, por tanto, era necesario llevar el diferendo a un arbitraje. Olney advirtió además a los británicos que Estados Unidos era ahora el que dirigía la orquesta en el Hemisferio Occidental.

Las autoridades británicas no tomaron muy en serio la advertencia de Washington creyendo que era solamente un blof para captar los votos de los norteamericanos de origen irlandés y tardaron cuatro meses en reaccionar. La respuesta del 26 de noviembre de Gran Bretaña expresaba en esencia que no reconocía la Doctrina Monroe, que rechazaba el arbitraje, y que lo de Venezuela no era asunto de los Estados Unidos.

El siguiente paso de Cleveland fue enviar un mensaje al Congreso urgiendo la creación de una commisión de expertos que se encargaría de trazar la frontera entre Venezuela y Guayana Británica y que, en caso de que Gran Bretaña no la aceptara, Estados Unidos la impondría por la fuerza. Theodore Roosevelt echó leña al fuego declarando que el país necesitaba una guerra.

En medio de la histeria generalizada, la guerra parecía inevitable, pero Londres tenía mucho que perder, principalmente por lo vulnerable de su rica marina mercante y de su presencia en Canadá. Además, la política de "espléndido aislamiento" seguida por Gran Bretaña se volvía ahora contra ella, pues temía que Francia y Alemania se alinearan con Estados Unidos, sobre todo ésta última que, en actitud poco amistosa, felicitó a los boers de Africa del Sur por la captura de 600 ingleses.

Prudentemente, Gran Bretaña accedió en fin de cuentas al arbitraje. No obstante, los árbitros, sin que ningún venezolano pudiese estar presente, adjudicaron a Gran Bretaña en el tratado de 1897 la mayor parte del territorio en disputa, lo que apunta a una componenda entre ambos imperios, el decadente de Europa y el naciente de América. Estados Unidos ganaba el reconocimiento de facto de la Doctrina Monroe, y Gran Bretaña se apoderaba del 94 % de la riqueza que ambicionaba, mientras los oligarcas suramericanos aplaudían como focas amaestradas al presidente Cleveland que se erguía como supuesto defensor de los países de América frente a las potencias europeas.

Arrebataron sin rubor un pedazo de territorio a Venezuela, que resultó de este modo la primera víctima del flamante imperio estadounidense. Hoy, 120 años después, el gobierno norteamericano continúa en su política de considerar a los países de América Latina como protectorados o neocolonias para seguir esquilmándolos en colusión con las oligarquías locales. La diferencia es que actualmente el imperio se muestra más agresivo que nunca debido al temor de que países como Venezuela, decididos a ejercer su soberanía, puedan servir de ejemplo al resto del continente.



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Salvador Capote


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