Quisiera arriesgar algunas reflexiones en torno al proceso constituyente, partiendo de unas cosas que escribí hace más de diez años (https://www.aporrea.org/
Estoy convencido que allí se llevó a cabo una fuerte contienda, un conflicto serio que resultó en la siembra cobarde de contenidos que podrían, en algún momento, más temprano que tarde, resultar en escamoteos de derechos a largo plazo; en pocas palabras, nuestra constitución nació con algunos contenidos (o la ausencia de los mismos) que ameritaban romper con la cerrada lógica constituido – constituyente, para saltar a una dialéctica de síntesis de ambos momentos.
Una cuarta categoría entra, en este momento, en la escena; diferenciándose a lo interior de la número 3): la categoría 4) Que entiende al proceso constituyente, no como una dinámica de anulación de un texto constitucional previo, sino como un movimiento en dos momentos, siendo el primero la profundización de los contenidos de clase ya existentes, y el segundo, la incorporación de los contenidos escamoteados por algunos constituyentistas del primer proceso. Me arriesgo aquí a retomar lo que quise decir en mi escrito de hace diez años: estamos poniendo en práctica el momento constituyente, primero, como superación de la tensión constituido – constituyente mencionada, propia de la tradicional práctica iniciada desde finales del XVIII; segundo, como paso concreto en el agotamiento de las dinámicas tradicionales democráticas que afirman que la verdad es lo que la mayoría dice: nuestro proceso constituyente es la primera piedra, en el siglo XXI, al edificio herrumbroso y decadente de la farsa democrática, es la prueba que arrojará luz sobre una forma de despotismo, una forma de organización de la acción política que no se detiene a preguntar al "pueblo" si prefiere una jornada de 6 o una de 12, o si prefiere estudiar en instituciones privadas o públicas, o si una protesta puede poner en peligro la vida de otras personas, sino que simplemente decide, sin recurso a la mayoría, desde la claridad e intereses de la clase que produce con su trabajo toda la riqueza que existe y cuya emancipación involucra la emancipación de todos los sectores de la sociedad. Es, según mi parecer, la verdadera primera piedra de construcción de una experiencia de despotismo de clase, de despotismo de los intereses de la mayoría.
Lo anterior, ese escenario de cuatro categorías, que reflejan las cuatro principales lecturas del proceso, hoy es mucho más simple. El principal pivote es, justamente, el llamado a un pueblo, indeterminado, borroso, que encierra a todos los rostros de la calle; hasta el lumpen que enciende las calles cae en ese "pueblo" indiferenciado. La gran pregunta que debe hacerse hoy, y debe hacerse con claridad, apunta a la naturaleza de este acto al compararlo con la primera constituyente que abrió el siglo colocándose a sí misma como vida y tensión de lo constituido; el siguiente paso es de valientes, y cierro parafraseando al poeta cumanés Eliso Mago:
¡Ha llegado la hora de los grumetes, la hora de los pies sobre la cubierta, la hora de izar todas las velas y sortear la tormenta!
¡La constituyente va!
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