Contribuciones a la fragua de una nueva hegemonía

Poder Constituyente

No tengo la menor intención de terciar en la querella que pretende dar cuenta de la legalidad o ilegalidad de la convocatoria que ha hecho el Presidente Nicolás Maduro, en Consejo de Ministros, a una Asamblea Nacional Constituyente. Me resulta baladí el ritornello que se empeña en separar hoy lo que ayer resultaba un matrimonio indisoluble; me refiero al binomio iniciativa-convocatoria de dicha asamblea en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. De la pureza sólida e irrefutable de las normas jurídicas que se ocupen los exegetas del derecho positivo; yo prefiero arriesgarme en un terreno menos firme, digamos movedizo; en una actitud más irreverente, de explorador nómada, contrahegemónica frente a los saberes hegemónicos que nos hacen sentir cómodos en la poltrona de la servidumbre voluntaria. La privación de la Incomoditas es fuente de búsqueda mientras que la commoditas es tranquilidad neuronal improductiva y estancamiento. Con otras palabras, me siento más cómodo en la incomodidad.

1.- La crisis como derrumbe.

Venezuela se ha convertido en la diana receptora de todos los disparos de los guerreristas del mundo. Nos preguntamos por la razón que justifica el ensañamiento y los perros de la guerra gritan al unísono: la crisis. De tal manera que la palabra "crisis", de tanto ser manoseada, ha terminado en un excelente comodín que no dice absolutamente nada pero justifica políticamente cualquier barbaridad disfrazada de bondad. En 1513 los funcionarios de la corona española leían, en lengua castellana, a los indígenas americanos un requerimiento por el que ordenaban sometimiento al Rey y a la santa iglesia católica. La negativa a la dominación era castigada con la muerte. En el 2017 los funcionarios criollos de la corona gringa leen a los venezolanos un requerimiento en inglés donde se ordena el sometimiento al modelo de democracia liberal occidental. Quienes se resistan o tengan rasgos físicos de veguero chavista serán castigados con la hoguera.

La crisis no es patrimonio exclusivo de Venezuela. El derrumbe es general. Se trata de una crisis global que trastorna todos los recovecos de la civilización moderno occidental, eurocéntrica-norteamericana. Políticamente se expresa en el agotamiento de la democracia liberal representativa, en el anquilosamiento de los partidos políticos como instrumentos de intermediación entre el Estado y el pueblo, en la emergencia de nuevos espacios de protagonismo popular. Ecológicamente en la depredación de la naturaleza. Económicamente en el derrumbe de la fábula según la cual la prosperidad y la felicidad de la humanidad estaba garantizada por del desarrollo capitalistico. Culturalmente en el consumo enloquecido de la bisutería empaquetada que produce la industria cultural imperial. La crisis también implica esfuerzos de reacomodo, de alianzas para perpetuar la dominación, de sofisticación de tecnologías de control social.

2.-La crisis como oportunidad

Albert Einstein decía que "No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que pueda sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura" Atreverse a cabalgar el potro salvaje de la crisis es atreverse a revolucionar la normalidad de la dominación. Revolucionar para emancipar implica, en nuestro caso, demoler la vieja cultura adeca que castra la emergencia de las nuevas prácticas que le deben dar vida a los nuevos sujetos de la democracia participativa y protagónica. Es trascender la consigna que durante años ha pregonado el paso de la Venezuela rentista a la Venezuela productiva; esto implica desafiar el modelo del capitalismo rentístico y superarlo. Interiorizar la idea de crisis como oportunidad es convertir la angustia que arrastra a la barbarie asesina y el odio en angustia que nos empuje a pensar.

3.- Poder constituyente

He sostenido en múltiples oportunidades que no es lo mismo el acto que hace posible una Asamblea Nacional Constituyente que el Poder Constituyente. Están relacionados, es cierto, pero no debemos confundirlos. El primero es detonante, el segundo es libertad contagiosa en proceso. El primero culmina en un referendo que deja como saldo un marco jurídico y el segundo es fragua permanente de una nueva subjetividad. El primero es potestas y el segundo potencia. Desde esta perspectiva es importante deslindar los campos de la soberanía. De la tradición occidental somos herederos del paradigma de soberanía como voluntad de dominio. De la concentración del poder en el monarca soberano pasamos al monopolio y administración de la soberanía por parte de alianzas de elites. Robert Michels sostiene que hablar de organización es hablar de la inevitabilidad de la conformación de oligarquías de hierro. Si entrar en consideraciones acerca de las diferentes teorías que dan cuenta de la elites bien vale la pena dejar resaltada la tendencia-tentación, siempre presente, de los controles elitescos. En las monarquías el "UNO" es el Rey, en las democracias liberales el "UNO" son las élites de los partidos políticos. El primero es representante de Dios en la Tierra y los segundos representantes del pueblo en el poder político. Prevalece el criterio de representación como el súmmum (bien supremo) de la verdadera democracia. Ahora bien, otra soberanía es posible. La soberanía como voluntad constituyente es aquella que emerge de la potencia creadora de la multitud fraguando espacios emancipados de los mecanismos de dominación. La soberanía como poder constituyente no es otra cosa, para decirlo con Mariátegui, que "creación heroica". Significa que debemos desalambrar el imaginario colectivo y demoler el panóptico para que el pueblo construya, desde otras prácticas, otro tipo de relacionamiento y de valores. El poder constituyente es pueblo insurgente desafiando al pastor que le impide trascender su estado de rebaño. Hemos hecho de la idea de comuna mandamiento jurídico y eso es bueno, hemos convertido el mandato jurídico en iniciativa política que estimula la organización de los consejos comunales y eso es excelente; sin embargo, hace falta hacer de la comuna un espacio de emancipación permanente. El propósito estratégico es, si queremos realmente hacer revolución, intentar desde las prácticas moleculares de solidadridad, horizontalidad, corresponsabilidad e independencia, construir la nueva subjetividad comunal. Construir el hombre nuevo en paralelo con las construcciones de carreteras y viviendas, pues la segunda sin la primera es de gran utilidad pero no suficiente para hacer revolución. Me dirán soñador y respondo con un somaris del poeta hermano, amigo y camarada Gustavo Pereira: "Si no fuera por los soñadores/ el mundo/ sería una basura/ y caverna lóbrega nuestro lecho"



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