La Constituyente y los DDHH

La llamada democracia participativa y protagónica, eje fundamental de la Constitución de 1999, está hoy más que nunca amenazada por las últimas decisiones adoptadas por el Tribunal Supremo de Justicia en su Sala Constitucional, al desestimar los recursos que ante esta instancia ha introducido la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, en aras de preservar el derecho inalienable que tienen los venezolanos de decidir si quieren o no, ir a un proceso Constituyente.

Estas decisiones del TSJ, son un claro retroceso y contravienen el espíritu de la democracia, pues relajan la institucionalidad del país al cercenar el derecho de los ciudadanos a decidir su destino político, pues es el pueblo en mayoría el llamado a construir su futuro republicano.

Las violaciones infringidas a la Constitución de 1999 surgida de una Asamblea Nacional Constituyente promovida por Hugo Chávez, son hoy lo cotidiano por parte de altos personeros del ejecutivo, secundados por las decisiones de la Sala Constitucional, que ha propiciado esta profunda y delicada crisis estructural.

En atención a esto se han dado las últimas actuaciones de la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, quien amparada por la Constitución y la ley actúa en defensa del estado de derecho, y ha elevado su voz con actos de orden jurídico en la búsqueda de preservar la institucionalidad del país, ante la vulneración de los sistemas políticos hoy en Venezuela.

La Constituyente de 1999, precursora de la Constitución vigente, fue mucho más que una esperanza, fue el instrumento para alcanzar la igualdad social negada por décadas a la mayoría de la población y sigue siendo el instrumento ideal y genuino para lograr las grandes transformaciones anheladas por todos y todas.

Es evidente que las dificultades actuales no se corrigen con un proceso constituyente difuso, donde una minoría pretende decidir el futuro de la nación, rompiendo la regla clásica de la democracia participativa y protagónica. La constituyente anunciada, no solo echará por tierra y para siempre el legado y la doctrina chavista real y auténtica, sino que además convertirá a Venezuela en un peligroso Estado centralizado donde una minoría determinará el futuro y la razón de vida de la mayoría. Una asamblea constituyente de esta naturaleza no es un proceso para preservar la paz y contribuir a la transformación de la sociedad que a diferencia de Hugo Chávez, que nunca temió acompañar electoralmente decisiones soberanas del pueblo.

Tal como está planteada, la convocatoria de esta nueva constituyente viola de manera clara la letra y el espíritu de la actual constitución que debe ser observada por chavistas y ciudadanos de bien que desean un país capaz de dar la mayor suma de felicidad al pueblo.

Con la convocatoria a la ANC queda claro que diferentes instituciones del Estado han violado procesos establecidos en la Constitución Nacional para, por todos los medios posibles, ser obedientes a lo dicho por el presidente Nicolás Maduro de que, aun carente de legalidad, ese proceso va.

Para ello cuenta con los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, quienes de manera expedita han rechazado a cada una de las acciones y amparos que han interpuestos en sus salas para oponerse a la Constituyente.

Llama así la atención, que un poder público como el CNE, en tiempo récord aprobó las bases comiciales del gobierno y dio una celeridad digna de asombro a ese proceso para complacer cada una de las peticiones realizadas por el gobierno, sin evaluar si dichas solicitudes cumplen o no con lo establecido en la Constitución.

En conclusión, TSJ y CNE dan muestras del franco deterioro institucional en el que está sumergido el país. Lo peor es que eso puede agravarse si se sigue burlando la Carta Magna y las leyes. Se sigue sin escuchar lo que pide la mayoría del pueblo que no es una Constituyente, sino respuesta a sus problemas cotidianos de acceso a los alimentos, medicamentos y seguridad, entre otros tantos factores que han mellado la calidad de vida de los venezolanos.

Finalmente. Debemos volver a la racionalidad y retornar al dialogo y la sensatez como única manera de evitarle a nuestra patria sufrimientos mayores que, de no hacerlo, lamentaremos demasiado tarde.



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