La Escala de Ritcher

El pensamiento emancipador en Latinoamérica

No es preciso de manera alguna exagerar, cuando constatamos que desde su integración subordinada al sistema de dominación occidental (primero europeo y después estadounidense-europeo) hace más de 500 años, las naciones y los pueblos latinoamericanos no han podido tener soberanía política y mucho menos económica.

Pero hablar de ausencia de soberanía en los países que integran América Latina significa hablar de la expoliación de sus riquezas económicas ocasionada por la violencia dominadora que estuvo siempre presente en la historia, guiada por la rebatiña y rapacidad para apropiarse de los recursos ajenos (sobre todo de los países que anteriormente fueron colonias y que hoy son considerados "naciones subdesarrolladas".

Esta fue la lógica de los colonizadores ibéricos y es la lógica que atrae ahora al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a los marines a las costas latinoamericanas.

El pensamiento de la emancipación de los pueblos latinoamericanos puede, por ende, no significar otra cosa que el ideario de nuestros próceres independentistas apoyado en los paradigmas de las revoluciones francesa e inglesa, en aquella época donde se buscaba fervorosamente un camino para ser independientes de los imperios español y portugués; pensamiento que hoy aún está vigente, enriquecido por las ideologías emancipadoras y revolucionarias de los siglos XIX y XX, y que lucha por la ruptura de la asimétrica dependencia externa, así como por la transformación a fondo de las estructuras represivas internas que son el legado de medio milenio de evolución truncada.

En esta vía encaminada hacia el levantamiento de una sociedad fraternal, participativa y democrática es menester guiarnos por la historia que mira hacia adelante, como lo propone el historiador Eduardo Galeano. Los pueblos latinoamericanos dependen de su identidad para determinar su propio destino, es decir, de la comprensión de las tres dimensiones de nuestro ser histórico: pasado, presente y futuro. La Identidad es lo que confiere al cambio, la esencia de continuidad, autodeterminación y razón del sujeto, mientras el cambio le permite a la Identidad, la permanencia de su esencia.

Un pueblo sin identidad es un cíclope, un gigante que mira con un solo ojo y que además es miope. Por esa razón le es imposible discernir cuál es el camino que ha de transitar para su liberación. Acabar con su identidad significa dejar ciego al pueblo soberano y sujetarlo aún más a las cadenas que le han sido impuestas por el imperialismo de ayer y el imperialismo de hoy. Coadyuvar a la reedificación y al desarrollo de esta Identidad, es decir, su disposición a la emancipación y autodeterminación es, por consiguiente, exigencia de cualquier legítima aspiración emancipadora latinoamericanista.

Es así como el pensamiento emancipador nace en Latinoamérica de la fusión de diferentes ideologías progresistas europeas, que a mediados del siglo XIX, contribuyeron al derrumbe de los imperios europeos de la época.

Posteriormente esas ideologías se acrisolaron en el fragor de la lucha independentista y fue tomando cuerpo un pensamiento propio emancipador, adecuando el ideario revolucionario europeo a nuestra gesta emancipadora.

Será dentro de la magna idea de Bolívar sobre "América la Patria Grande", reafirmada en el pensamiento de "Nuestra América" de José Martí, y la praxis abnegada de millones de latinoamericanos, como se ha de crear el nuevo mundo americano, poblado por mujeres y hombres hermanados viviendo juntos como integrantes de una poderosa y única nación.



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Ritcher Antúnez


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