Usando cualquier sinónimo y buscando las mejores estrategias es necesario insistir testarudamente en la necesidad de un diálogo nacional, donde todos las fuerzas de poder que mueven un país se sientan protagonistas, y sí, me refiero a todas la fuerzas: político, económico, social, religioso, cultural, indígena, militar, en fin todos y otras partes de interés que a bien quieran ayudar. Nadie en su sano juicio le interesaría una confrontación en armas en un país, que además tiene altas ventajas comparativas para la región Latinoamericana y más allá, por sus abundantes minerales, agua dulce, potencial agrícola y pecuario, y gente amable. Si existiesen intereses para una confrontación armada pues habrá que enfrentarlo en el mismo terreno, pero los venezolanos todas y todos hemos sido gente de paz, bondadosa y receptores de inmigrantes desde las guerras en Europa, esa mezcla nos ha llevado a obtener la fama del país con la mujeres más lindas del mundo.
A la nada nos puede llevar el camino de la violencia, el vandalismo y el terrorismo, léame bien, sólo nos dejará dolor y orfandad. Al final del túnel alguien se sentará a conversar, hablar y dialogar con resultados satisfactorio para el avance de una sociedad más justa, igualitaria y en paz. Hay que insistir testarudamente que esos alguien que se sienten a dialogar sea esta generación, sí, esta generación, porque si no lo hacemos ahora las próximas generaciones lo harán con el amargor del dolor y la orfandad. Experiencias recientes lo demuestran, ¿cómo terminó el conflicto en armas colombiano? En un diálogo de dos años y el amargor del dolor y la orfandad de 5 generaciones.
Ojala todas y todos podamos entender que la solución a esta coyuntura política comienza por una gran mesa de diálogo y para ello los que así lo entendemos debemos insistir testarudamente desde nuestros espacios y haciendo lo que sabemos hacer, pero con el objetivo común de pedir DIÁLOGO. A mis compañeros venezolanos que están en las calles haciendo vandalismo y terrorismo es momento de rectificar, ningún poder político los va a defender mañana por sus acciones individuales, las generaciones futuras no los entenderán, otras sociedades no los entienden, entonces ¿qué sentido tiene?, quemar el cacao en la entrada de la UCV en Maracay, echarle candela al hospital infantil "Hugo Chávez" en Caracas, por mencionar dos acciones violentas: vandalismo y terrorismos, respectivamente, ambas deben ser fustigadas por la ley, pero peor aún es el látigo de la historia que recaerá sobre uds en las siguientes generaciones que se quedarán sin entender, de dónde y por qué, estudiarán en las hemerotecas dónde pudo haber ocurrido el hito violento en nuestra cultura de gente buena, bondadosa y receptiva.
Insistir en el diálogo, significa reflexionar constantemente, significa reconocer al otro, significa actuar como ciudadano del siglo XXI, significa hacer institución de estos tiempos, el diálogo es expresión concreta de la democracia. La concepción de diálogo no se reduce al mero intercambio de intereses que necesariamente debe ir transitando a medida que la dialéctica vaya dando sus frutos. Corregir los errores de otros tiempos es cuestión del diálogo en su funcionamiento, buscar otras estrategias, e incorporar otros interlocutores y facilitadores son parte del escenario. Armar la orquesta del diálogo, ya el presidente Nicolás Maduro nombró tres voceros por el ejecutivo, sigamos avanzando, que aparezcan los demás factores de poder: tres voceros de las cámaras empresariales, tres voceros de los estudiantes, tres voceros de los campesinos, tres voceros de los indígenas, tres voceros las organizaciones del Poder Popular,…, etc. y vamos pues a tocar una sonata (exposición, desarrollo y re-exposición) en la orquesta del diálogo.
Mostrar la distopía de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela es cosa del cine, teatro o televisión, pero no nos permitamos verlo en la realidad, aboguemos y hagamos todos para ni siquiera acercarnos a ello.