Venezuela en el filo de la navaja

La enorme manifestación del 19 de abril fue a la vez una manifestación antigolpista dirigida a reforzar la lealtad de las fuerzas armadas y una movilización anti-imperialista. En medida mucho menor fue igualmente un intento de pesar sobre un sector importante y popular de la oposición clasemediera que no quiere la invasión estadounidense con la que amenazó abiertamente el jefe del Comando Sur yanqui y que, en este punto esencial, no sigue a los aventureros como Capriles o López, que carecen de cualquier escrúpulo.

Fue una manifestación de apoyo a la legalidad (no a la política del presidente Maduro y de la burocracia y la boliburguesía) y un intento popular de pesar directamente en la política venezolana por sobre los errores graves de la burocracia y contra las maniobras de los agentes del imperialismo que buscan dividir las Fuerzas Armadas, el verdadero "partido" de Maduro.

Un golpe sólo es posible en Venezuela si un sector de los mandos militares se alza en armas y acepta la intervención armada y muy sangrienta de los Marines, como sucedió en la invasión de Panamá para deponer a Noriega.

Sólo un sector de la oposición acepta esa opción colonialista y antinacional. El grueso de los que, también el 19 de abril, marcharon con la oposición lo hicieron en realidad contra la grave situación económica y contra los groseros y graves errores de Maduro, no porque sean proimperialistas.

Separarlos de los Capriles sigue siendo necesario y posible. Pero para eso Maduro debería dejar de confiar sólo en el aparato estatal capitalista (jueces del TSE, militares y policía) convirtiéndolo peligrosamente en árbitro de la lucha política. Lo que todos, amigos o enemigos, consideraron un intento de clausura de la Asamblea Nacional (el fallo del TSE que la desposeía del poder legislativo), decisión rápidamente anulada cuando el gobierno comprendió lo que había desatado, provocó la nueva escalada de la violencia en el país, alentó a los golpistas y dio argumentos a Estados Unidos y a sus siervos de la OEA, como el uruguayo Almagro. Ahora el país camina sobre el filo de la navaja.

La influencia burguesa en las Fuerzas Armadas es muy grande pero es preponderantemente la de la boliburguesía, que mediante el Estado hace toda clase de negocios sucios y eso por ahora dificulta un golpe . Pero la estabilidad política no puede depender de los militares ni mucho menos aún de los que están implicados en el saqueo.

Venezuela está dividida por mitades (la que moviliza la reacción tiende a ser mayor que la chavista, pero es menos homogénea) y eso podría llevar a la guerra civil.

La alternativa es la que planteó Chávez: recurrir al poder popular, a la decisión y organización de los trabajadores, a su control y planificación económica a partir de las necesidades y acabar con la especulación y con la boliburguesía. El control burocrático de la burocracia y del Estado, que sigue siendo capitalista, resultó imposible en la URSS y en Cuba y es imposible en Venezuela. No será Maduro el Salvador, el que evite la guerra civil: sólo los trabajadores se pueden salvar a sí mismos, con un cambio radical, con el Golpe de Timón que pedía Chávez y que Maduro ni sabe ni quiere dar.
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Almeyra, Guillermo

Marxista argentino que vivió durante muchos años en México. Doctor en Ciencias Políticas y Master en Historia, recibido en la Universidad de París VIII, enseñó Política Contemporánea en la Universidad Nacional Autónoma de México y en el Posgrado Integrado en Desarrollo Rural de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, donde se especializó en movimientos sociales y en las consecuencias de la mundialización. Es editorialista y comentarista internacional del diario La Jornada.

 



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