Desde Guayana Bolívar obtuvo los recursos necesarios para liberar cinco naciones

Manuel Piar inició la libertad de Venezuela en San Félix

La batalla de San Félix, de la cual se conmemoran hoy 200 años, fue la culminación de la campaña más ambiciosa y arriesgada ejecutada por el ejército libertador durante la Guerra Independentista, no sólo por la gran cantidad de obstáculos superados, sino por la benefició que insufló a la liberación de Nueva Granada, Quito, Perú, Bolivia y Venezuela.

Esta no fue una confrontación aislada. El terreno para la acción fue escogido previamente, la campaña se ejecutó conforme a los planes y se logró conquistar un territorio con recursos abundantes, con hombres para engrosar los ejércitos, con caballos para formar escuadrones, con industrias para la elaboración de armas, además de una vía fluvial a través de la cual podía comercializar con las naciones de Europa y El Caribe.

Manuel Carlos Piar, curazoleño, hijo de europeo y mulata, perteneciente a la clase social de los pardos, fue el cerebro y motor de esta hazaña que dio a los patriotas un territorio con defensas naturales para continuar la lucha, luego de reiterados fracasos.

Antecedentes

Para comprender la importancia de la campaña de Guayana es necesario recordar parte de la historia patria, tomando como punto de partida el 19 de Abril de 1810. Ese día se creó una Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII, quien había sido apresado por Napoleón Bonaparte, despojándolo de su autoridad y colocando en su lugar a su hermano José.

En dicha junta los pardos, indios y negros no tenían representación. Sólo los blancos mantenían su hegemonía como los principales sucesores de los funcionarios españoles en el país.

José Félix Ribas, uno de los mantuanos más encumbrados se erigió como representante de los pardos y como tal se unió a la junta.

Con esa junta se formó un primer ejército autónomo nacional que estuvo al mando del marqués del Toro y donde los soldados y oficiales estaban separados por clases sociales. Había batallones y regimientos de blancos, otros de pardos y ni los negros ni los indios contaban para cargos que no fuesen los de ayudantes o peones de carga.

La Independencia, decretada el 5 de julio del año siguiente aceleró las diferencias de clase, por la que los pardos, en su mayoría, acompañados de los isleños, protagonizaron alzamientos en Caracas y Valencia, los cuales generaron una respuesta de fuerza por parte del naciente gobierno.

También los esclavos se alzaron en armas contra la república naciente y un terremoto devastador minó las bases morales de la ciudadanía, llevando a Francisco de Miranda a una capitulación en 1812, que acabó con lo que se llamó la Primera República.

Luego se produjeron las campañas de oriente y Admirable que sirvieron a los patriotas para retomar el mando, con la desventaja de una división territorial que contaba con Santiago Mariño, como jefe de oriente y con Simón Bolívar como jefe en occidente.

Este período se conoció como la Segunda República, la cual estuvo signada por la Guerra a Muerte, la cual abrió una brecha para la aparición de hombres como José Tomás Boves, Francisco Rosete, Vicente Campo Elías, Juan Bautista Arismendi y muchos otros jefes de uno y otro bando, quienes derramaron cantidades inútiles de sangre en todo el territorio venezolano.

Esta Segunda República también terminó en fracaso y los patriotas comenzaron a vagar por las Antillas y por las naciones vecinas con el objeto de volver a reconquistar la patria perdida.

Con la ayuda del presidente haitiano Alexander Petion, los patriotas regresan al país. Bolívar es derrotado nuevamente en su intento de llegar a Caracas y sale del país.

Gregor Macgregor, Santiago Mariño, José Tadeo Monagas, Manuel Cedeño, Manuel Piar y muchos otros, lograron reconquistar el oriente, logrando su punto culminante de esa etapa con el triunfo de Piar en las sabanas de El Juncal sobre las tropas de Francisco Tomás Morales.

La campaña de Guayana

Sin el comando de Bolívar y enemistado con Mariño, Piar concibe la idea de conquistar Guayana con un ejército de apenas mil hombres que le quedaron de la diáspora patriota. En una reunión de oficiales plantea su idea y son pocos los que acceden a lo que consideran un plan descabellado.

No bastaron las explicaciones sobre la necesidad de contar con un lugar seguro para el establecimiento del comando general, con una defensa natural como el Orinoco y con todos los recursos que podían conseguir en ese territorio escapado de la guerra.

Su condición de general con mayor graduación le permitió anexarse las tropas de Manuel Cedeño que operaban en la ribera sur del Orinoco y las de José Tadeo Monagas, quien también ejercía su acción guerrillera por esos contornos.

El 19 de noviembre se acerca a la margen norte del Orinoco y dos días después todo el ejército había traspasado el río. Las dificultades fueron muchas, desde la construcción de las embarcaciones, hasta el enfrentamiento constante con tropas realistas dispuestas en las riberas para evitar el traslado. Piar decidió abrir una gran pica que atravesara la montaña, en las cercanías de Río Claro.

Piar utilizó una maniobra de diversión para hacer creer a los enemigos que trataba de atravesar el río por un lugar, mientras que el grueso del ejército pasaba en balsas por otro lugar río arriba, sorprendiendo a soldados y oficiales realistas que ejercían la vigilancia con flecheras armadas y en trincheras.

Más de 130 kilómetros por selvas vírgenes y el cruce de varios ríos caudalosos debió transitar el ejército patriota para reunirse con el resto, comandado por Cedeño en el sector de La Bendición.

Avanza hacia el río Caura y el 26 de diciembre ya estaban frente a sus riberas con las lanchas que habían construido en las orillas del río Sipao sobre sus hombros. Allí le esperan los realistas en los tres puntos por donde el acceso era más frecuente. El paso de San Pedro fue forzado con un ataque de la infantería; en Paso Real también simulan un ataque con caballería. En el paso de Maripa se da un espectáculo de arrojo y valentía por parte de la caballería de Cedeño, cuyos jinetes, con una daga en la boca y navegando sobre sus caballos, atacaron a los enemigos de la flechera, logrando cruzar y haciendo huir a los realistas que los esperaban atrincherados.

Reclutando indígenas de la zona, manteniendo los territorios conquistados, se presenta la oportunidad de batirse contra tropas españolas al mando de Miguel de la Torre y Pando.

La Batalla.

Pablo Morillo había enviado a De La Torre para apoyar a los realistas cercados en Angostura. El oficial español se envalentonó cuando la caballería de Cedeño huyó ante un ataque de su ejército y se dirigió hasta los castillos de Guayana, apoderándose de algún ganado encontrado en las inmediaciones.

Piar obtiene la información de la llegada del general español a los castillos y decide enfrentarlo en San Félix, tomando como apoyo una pequeña altura llamada hoy en día el Cerro del Gallo.

De La Torre avanzaba hacia San Félix desde San Miguel y Piar salió a buscarlo. Al tenerlo al frente ordenó a sus carabineros que los entretuvieran haciéndoles fuego, mientras él dirigía el ejército hacia las inmediaciones del cerro mencionado. El enemigo también tuvo la intención de apoderarse de la cima y, al llegar a la parte más alta, se encontró con los batallones de Pedro Manuel Chipía y de José María Landaeta, quienes ordenaron "fuego a la bayoneta" y cargaron con tal intrepidez que desbarataron las filas enemigas. Mientras esto sucedía, Piar, a la cabeza de la caballería, atacó por la retaguardia destrozando las filas enemigas, dispersándolas y haciendo que huyeran hacia los bosques cercanos.

Un testigo de la confrontación, Tomás Surroca, aseguró que las tropas atacaban a los españoles, especialmente a los oficiales, mientras gritaban a los criollos que rindieran las armas, que eran hermanos. "Luego se mezcló también Piar con la infantería, y mandó cesar el degüello inhumano de gente rendida, e hizo prisioneros a los pocos que quedaron vivos".

Un mes después Piar entrega el mando a Bolívar, quien, al parecer, se convenció de las bondades que les daba Guayana. En carta a Leandro Palacios afirma: "La victoria que ha obtenido el General Piar en San Félix, es el más brillante suceso que hayan alcanzado nuestras armas en Venezuela".

Luego de la conquista de Guayana, el ejército libertador se fortificó, tal y como afirmaba el curazoleño en carta a José Antonio Páez en diciembre de 1816: "Guayana es la llave de los llanos, -escribió- es la fortaleza de Venezuela; Guayana ha sido el centro y refugio de los enemigos; ha sido la fuente que ha derramado la esclavitud en la República. Ella, por su posición, está en contacto con los países extranjeros y con todo el interior; ella está cubierta y defendida por un muro más fuerte que el bronce, por el Orinoco, ella, en fin, es el único país de Venezuela que exento de las calamidades de la guerra anterior nos ofrece recursos para proveernos de lo necesario y el único punto de defensa que podemos elegir para así establecer nuestros almacenes, como para tener un asilo seguro si la suerte nos reduce al último término. La ocupación de Guayana debe ser, pues, con preferencia el objeto de nuestros esfuerzos. Sus ventajas son incalculables y los males que produciría el dejarla a nuestra espalda, son conocidos de todo venezolano".

El tiempo le dio la razón a Manuel Piar. Allí, en Guayana se consolidó la nación. Su territorio sirvió de base para la conquista de Nueva Granada, para el refugio de los ejércitos vencidos en 1818, para el encuentro de los venezolanos dispersos y para la reconquista de Venezuela en 1821.

igorgarca@hotmail.com



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