Transitamos sin duda alguna uno de los momentos más difíciles de nuestra revolución, nuestro país está sufriendo un asedio inmisericorde en forma de guerra no convencional: económica, mediática, de asedio internacional por parte del imperialismo norteamericano con el apoyo de los lacayos de la burguesía criolla, cuyo único objetivo es derrocar el gobierno constitucional del presidente Nicolás Maduro y acabar con los logros de la revolución bolivariana.
El asedio imperialista conspira a favor de nuestra unidad patriótica, nacionalista y hoy la sentimos exacerbada, más fuerte que nunca; sin embargo, esa unidad hay que fortalecerla. Para ello es indispensable construir la unidad partidista, militante en todos los partidos del Gran Polo Patriótico. En adelante me referiré a la unidad dentro del psuv, por respeto a los demás partidos del GPP.
Heredamos los llamados a la unidad de nuestros libertadores, formaron parte de su quehacer. Simón Bolívar y Hugo Chávez, nos dejaron haciendo llamados a la unión en sus últimos momentos. Esos llamados los seguimos escuchando de nuestros actuales líderes nacionales y regionales; en mí opinión se quedan en petitorios, no se practican; digámoslo de otra manera, no se hacen los esfuerzos ni las acciones necesarias para que esa unidad sea real. Es muy fácil hacer llamados la unidad, lo difícil es que los acompañemos con el ejemplo y la acción, que se practique. Deberíamos observar de nuestros líderes, que sus llamados a la unidad, estuvieran acompañados de propuestas de cambio en la dirección partidista, para lograr cada vez más la participación protagónica de la militancia.
Contrario a este planteamiento el continuo llamado a la unidad, hoy se percibe como algo retórico, repetitivo, sin resultados tangibles. La realidad es que en las filas de nuestro partido existe mucha inconformidad o descontento y que por este motivo nuestra unidad es frágil. Da la impresión que no todos los revolucionarios estuviéramos al mismo nivel, que fuéramos lamentablemente y circunstancialmente de primera, de segunda o de ínfima categoría atendiendo a la cercanía o lejanía de quien ejerce el poder. Es indispensable por esto en las filas de nuestro partido, dejar a un lado el sectarismo, el grupismo y el egoísmo.
Es necesario erradicar de nuestra organización partidista los grupos que se constituyen alrededor de alcaldes y gobernadores que son determinantes de la división partidista. Son grupos hay que decirlo, que se conforman alrededor de quien ejerce uso indebido del poder y de los recursos que de él se derivan, para construir liderazgo.
El momento histórico nos exige la unidad practicada con el ejemplo, con el desprendimiento, con el aporte consciente a la permanencia en el tiempo de la revolución para que esta se haga irreversible. Es cuesta arriba construir unidad con este tipo de desviaciones. Le toca entonces a un pueblo consciente, enseñado por el Comandante Eterno Hugo Chávez, tomar parte activa a favor de la revolución, un pueblo que con irreverencia y lealtad exija más participación, más democracia interna tanto en la selección de las autoridades partidistas como en la de quienes aspiran a servidores públicos. Ensayemos nuevos mecanismos de selección; el mecanismo de cooptación hasta ahora puesto en práctica, debe ser sometido a juicio crítico por no haber dado los resultados esperados; no por el mecanismo en sí que pudiera tener justificaciones circunstanciales, sino por los encargados de su aplicación.
La unidad de los revolucionarios es fundamental para salvar la revolución, esa unidad hay que edificarla con base sólidas, para lo cual no es suficiente el llamado retórico, repetitivo y sectario, hay que dedicarnos con el ejemplo a construirla.
