¡Burócrata, prohibido reír!

 

La indignación que embarga a grandes sectores del país no admite más amagos, más anuncios delirantes, más retórica para masas. Recientemente publicaba en una red social que las mitificaciones y la religionalización de la política (la política funcionalizada desde los resortes de la Fe y la esperanza), podía tener efectos pseudo-terapéuticos en tiempos difíciles, sobre todo si se tiene un barril de petróleo a 110 dólares. Que en tiempos de vacas gordas, las loqueteras y delirios gubernamentales, esas maromas y desvaríos podían ser aceptados; incluso celebrados; en tiempos de abundancias y petrodólares la fiesta parece inexorable. Pero ahora, cuando el rentismo petrolero muestra mustia cara, cuando el barril de petróleo no rebasa la barrera de los 40 dólares, el espíritu festivo se torna de pronto en su contrario, la risa feliz devino amargura, tristeza, dolo.

En ese marco, buena parte de la izquierda se sumó al coro laudatorio. Algunos barbudos marxistas comenzaron a explicar el "efecto Buen Abad" con excesiva candidez, como justificándolo; mientras uno se interrogaba, sin tener la estatura intelectual de otros, cómo era posible que un Jesús Farías (confesamente de izquierda y marxista) podía cohabitar, y no sólo cohabitar, sino planificar en términos económicos un país con la nueva vedette de la economía socialista: el buen empresario capitalista Pérez Abad. Otros "camaradas", algo más "comedidos", hicieron mutis, se enfrascaron en hacer sesudos análisis sobre la situación en Irak o Siria; uno quedaba admirado por esas proezas exegéticas, por la contundencia de los argumentos esgrimidos por ese analista (de izquierda) que lograba denunciar, claro y puntualmente, cómo el capitalismo operaba tras bastidores dentro de aquellos países. Esos mismos analistas, expertos en Irán o Siria, no tenían la misma actitud exegética para explicar las larga y continuas contradicciones de nuestra muy elástica forma de manejar la economía (que va de Jesús Farías, el sociólogo Luis Salas a Pérez Abad). Luz exegética para afuera (Irán y Siria), oscuridad exegética para dentro (¿silencio cómplice y acomodaticio?).

Hay intelectuales de izquierda que son así, descubren las formas y lógica del capitalismo hasta debajo de las piedras en el fondo del mar. Mientras uno se pregunta: ¿Qué fuerza político-partidista inhabilita algunos intelectuales de izquierda al momento de ver las propias contradicciones del movimiento que defiende? ¿Se pondrán brutos y no son capaces de advertir, por ejemplo, que la minería a gran escala es nociva para la propia vida? ¿Por qué no dicen que, otro ejemplo, el Gobierno no será capaz, con los CLAP, de llevar la papa a los hogares de millones de venezolano? No entiendo (o entiendo mucho) cómo es que ese intelectual que brillantemente denuncia y exhibe las formas perversas de Trump y Clinton, se vuelve de pronto un baldado espiritual al momento de explicar su propia realidad socio histórica; tanto peor, se suma acríticamente a la porción de discurso oficial para explicar el porqué de nuestros problemas: Guerra Económica, Guerra No Convencional (este es el último comodín que se reparte para que se expliquen los problema del país), el Imperio, la OTAN, la OEA, Rajoy, Almagro. Lo peor es que anuncian y denuncian tanto al "lobo" que hacen que el "lobo" termine siendo un enunciado más, carente de significado, erosionado simbólicamente.

Pero el hambre no admite "peros". El hambre es la anti-risa. Cuando uno comienza a ver cómo Lorena Freitez explica lo de la agricultura urbana y comienza a lanzar cifras al garete, y luego uno va a Quinta Crespo y ve que la lenteja cuesta 10 mil, entonces uno no puede menos que indignarse, pues el discurso oficial contrasta con lo que uno observa en Quinta Crespo o en el Mayor de Coche. ¿Entonces cómo me piden que confíe en la nacionalización de Kimberly Clark? ¿Me piden que confíe, una vez más, así como confié en la Fábrica de Pañales Guayuco? Esos pañales estuvieron "al aire" poco tiempo, semanas quizá; sí lector, "al aire" porque su vida sólo existió en aquella cadena televisiva donde Chávez los mostró (¿por cierto, qué habrá pasado con esa fábrica, dónde es que queda?).

Finalmente, y esto es para los burócratas de oficio, aquellos que jugaron con la esperanza del pueblo, a ellos les prohíbo la risa. No pueden ni siquiera esbozar una breve sonrisa tímida mientras muchos venezolanos estén pasando grandes necesidades. Que ustedes, burócratas estafadores, hayan alcanzado la mayor suma de felicidad posible producto del latrocinio y el despojo en "nombre del pueblo", no los habilita para reír, orondos y redondos, frente a la cámara. De hecho, no estamos para inventos ni truquitos del lenguaje; para anuncios rimbombantes que a la vuelta de un par de meses terminan siendo un absoluto fiasco; ya esos efectismos los vivimos en vivo y directo por VTV en tiempos de Chávez, en tiempos de petróleo a 100 dólares. La risa se las prohíbo porque mientras haya niños y ancianos padeciendo, mientras haya gente pasando hambre, comiendo una vez al día o hurgando en la basura; mientras todo ello acontece, la risa ante las cámaras se las prohíbo. Ríanse en sus festines privados, en sus haciendas fastuosas, al compás de un 18 años. Ríanse de espaldas al pueblo que los eligió, tengan la dignidad de no hacerlo en estos momentos de profunda crisis económica y social.



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Johan López


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