Desde hace tiempo vengo alertando sobre lo que considero la mayor deuda de la Revolución Bolivariana para con la Patria. Y esa autocrítica no es otra que la no superación del modelo rentista. Es verdad que se han tomado muchas e importantes iniciativas en la materia pero lamentablemente han chocado con una realidad y tradición histórica llena de anomalías económicas.
En primer lugar la dinámica histórica de nuestra economía. Siempre nos hemos caracterizado por ser en mayor o menor medida monoexportadores. Cacao, Café y Petróleo han preconfigurado las relaciones sociales, políticas y económicas en las diversas etapas de nuestro desarrollo como nación. Y en todo el común denominador ha sido la utilización negativa de la renta generada. Segundo, a diferencia de otros contextos socios históricos el modelo rentista es el resorte propulsor de la instauración del modelo capitalista. Antes de la explotación petrolera la articulación de Venezuela con la economía mundial era marginal. En el país existía un estadio económico equiparable a un mercantilismo incipiente. El país pasa de un sistema de producción "artesanal" a ser uno de los principales productores de crudo del mundo antes de la segunda década del siglo pasado. Esto trajo contrastes y disfuncionalidades en todo el orden social. La más dramática de toda es la inexistencia de un verdadero aparato productivo nacional y por consiguiente el mercado nacional resultante también se creó en torno a la renta petrolera. Este mercado no estimula la producción nacional por el contrario responde a la incorporación unilateral del país al sistema económico mundial como importador.
De esto se desprende que producción nacional y mercado nacional son dos entes abstractos inconexos y autónomos. Esta circunstancia se mantuvo hasta la llegada de la Revolución y lamentablemente no hemos podido superarla.
