Por qué el pueblo ama a Chávez

Cuando yo trabajaba en el periódico EL CORREO DEL PRESIDENTE una vez llegó un joven al lugar donde yo escribía y me llamó con cierta timidez. Era un adolescente como de 16 años, usaba lentes, vestía una franela blanca y unos desteñidos bluyines rotos en las rodillas, amén de unos viejos y raídos zapatos de goma. En el lugar estaba la periodista Ebe Rivas y él me confesó que lo que quería decirme, no podía hacerlo con ella ahí. Le sugerí que saliéramos a un lugar cercano donde podríamos hablar solos. Bien, nos sentamos en sendas sillas, en el comedor. “Señor Ángel (me conocía por mis escritos) tengo que hacerle una confesión, pero le pido por favor que no se ría de mí”. “¿Por qué he de hacerlo?”, le riposté con asombro. Él se movió sobre la silla. Sus manos se asieron a la gruesa carpeta que descansaba sobre sus muslos. Levantó su mirada. Percibí la luz juvenil que emergía de los cristales de sus lentes. “Señor Ángel, el presidente Chávez es el hijo de Dios”. Luego, como impulsado por un arbotante, se puso de pie y se fue, no dándome tiempo de escapar del asombro que eso me produjo. Lo vi cruzar la puerta de vidrio y perderse presuroso por la escalera abajo. No quise seguirlo. Me quedé estático. Con el correr de los años le he añadido a esa humilde creencia, que CHAVEZ ES GENIAL (agrego que a Chávez no le hacen falta los panegíricos).

Chávez es un hombre de pueblo. Su característica principal es la humildad. No se escuda en nada superficial. Igual habla de Gramsci, de Sábato, de Maquiavelo, que de su amigo el General que hizo trampa, cuando jugaban una partida de pelota en equis estadio de Venezuela. Chávez puede dar la sensación de estar enojado, gritando contra el mister Danger y de pronto, la metamorfosis… “Yo soy como el espinito…” “A mí me decían Tribilín”… “Yo vendí arañas”. Cuando Chávez se dio cuenta de que su grupo, aquella madrugada del 4-F no tenía nada que buscar, plasmó la frase que se hizo histórica: “Por ahora los objetivos…” Cuando Marcel Granier, y su grupo de vándalos sacaron a Chávez de Miraflores, desde la prisión donde se encontraba en La Orchila, habló con un soldado y este, el soldado, no pudo aguantar las ganas de ayudarlo, porque Chávez exhala humanismo. El mismo que siente la mujer a la que abraza, al niño que besa con cariño, al joven que le da la mano, al anciano que reconforta en su poca esperanza. POR ESO EL ODIO de Felipe Mujica, un infeliz de la política al que estoy seguro no lo tolera ni su perro, con esa cara adusta, sin una mueca de felicidad, de cariño, ni de inteligencia, que descarga su frustración contra Chávez, al extremo de nombrarle la madre en una televisora, mientras otros imbéciles a su lado le celebran la gracia, “Siempre habrá tontos que les ríen las tonterías a los tontos”. Por eso ha venido gente de todo el mundo a enterarse del porqué de ese fenómeno. Por eso las sangres envenenadas de la IV-R no soportan a Chávez. No les cabe en las pocas células de sus cerebros, que cómo es posible que un hombre que no estudió en Yale, en La Sorbona, en Stanford, pueda tener la inteligencia suficiente para captar a la gente, sólo con el carisma, la bondad, la comprensión, y el humanismo, que el Presi deja caer sobre sus seguidores y no seguidores. Estos últimos (se niegan obstinadamente a confesarlo). Y es que existe una inteligencia superior, la que analiza al ser humano en toda su conformación espiritual, la que oye a los mudos, la que se deja ver con los ciegos, es esa inteligencia con la cual la naturaleza dotó a Chávez, para hacerlo digno de la atención de amigos y enemigos.

Es la inteligencia que a los estúpidos y mentirosos no les llega, pues no es compatible con el egoísmo, la traición, la pequeñez. La sencillez de Chávez hace enojar al clero, acostumbrado a alienar a los fieles desde el púlpito de la iglesia. Hace rabiar de ira al militar que no entiende que dentro de su uniforme tiene que estar siempre la figura de un hombre, cuya única misión es defender la soberanía de su país y a los que habitan en él. Hace enojar al empresario de enormes colmillos, que ignora que la riqueza que posee es el producto del sudor del obrero, a quien no le paga lo que se merece. La inteligencia de Chávez no es compatible con la dama de la “jai” que ofende con palabras y gestos a los que no habitan en mansiones, quintas o penthouses. Por eso Chávez se agiganta en el espacio del tiempo. ¿A cuál de los gobernantes que ha tenido Venezuela se le ha escuchado decir que: “Al salir de esto me iré a la orilla de un río, sin riquezas, sin auto, a jugar con mis nietos”. La inteligencia de Chávez no es superficial. Igual canta una ranchera que un joropo o declama una poesía. Para eso hay que tener sabor a pueblo, sangre indócil, mente de viento y calma. Por eso la oposición de María Corina, de Marianella Salazar, de Ibéyise Pacheco, de Marta Colomina, de Ángela Sago, no son más que escrituras en noches de clara luna, en la feliz composición del retrato del hombre amado. CHÁVEZ es un gigante y en eso la envidia, la ira, la maldad, el egoísmo debe hacer mutis. Es difícil pelear contra alguien que desparrama amor y es amado por LA MAYORÍA del pueblo.


Esta nota ha sido leída aproximadamente 4779 veces.



Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

 legavicenta@gmail.com      @legavicenta

Visite el perfil de Angel V Rivas para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: