Allan García, Rafael Caldera y Carlos Andrés, son la misma m...

“Nunca segundas partes fueron buenas”, así reza el refrán. En Venezuela sucedió con Caldera y CAP. Caldera, un intelectual de la UOD (Universidad Opus Dei), le estuvo haciendo creer al pueblo venezolano que él era un “intelectual” de alcurnia durante muchos años. En esa época a los adecos no les decían tierrúos, ni desdentados, ni nada de eso. A los adecos los tenían como unos tipos que escuchaban a Bach comiéndose una arepa con chicharrón y leyendo una revista hípica, pero que en el fondo (del Guayre) eran muy inteligentes (¿?). Caldera era el “niño bien”, vestía en Dovilla, ¡qué maravilla!, usaba zapatos William Shoe, y, por supuesto, se peinaba con Glostora con rubina “el peinado que fascina”. Rómulo era la antítesis. Con la nariz vuelta añicos por la viruela que sufrió cuando era niño en Guatire, Rómulo se vestía con un flux que le regaló su eterna novia René Hartman, una corbata descolorida que le llevó Marianella Salazar el día que cumplió treinta años y unos zapatos Super que compró en Los Flores de Catia en cinco bolívares. PERO CLARO QUE SÍ, LECTORES. Rómulo no vestía así por sencillez.

Lo hacía porque Rómulo era más “agarrado” que una anciana de parrillera en una moto. Todos sabían que Rómulo tenía dinero y en dólares, que sus amigos de la “casaguai” le enviaban para que jodiera a Venezuela regalando el petróleo. Pero está claro que los hombres más crueles del mundo han sido unos inmensos avaros. Bien, Caldera resultó ganador en unas elecciones chucutas, por veinte y pico mil votos. AD se las cedió, para que el pueblo inocente viera que había “democracia de dos”. Caldera, un eterno luchador (eso no se le puede negar) se volvió loco. Dijo que haría millones de viviendas por año y los pobres se lo creyeron. En Mamera, cuando se hizo del triunfo, mandó a construir “cajitas de fósforo”, que los habitantes a los que les fueron cedidas, tumbaron y las reconstruyeron a su manera. Caldera tenía otra visión del pueblo. SE CREÍA UN NUEVO Antonio Guzmán Blanco y su anhelo era convertir el Country Club en una “cunita de oro cochano”. Ante sus ojos sólo aparecían los millonarios y su hijo (“Pasmarote con sueño”) Juan José. Lo demás no contaba. Pero era experto en demagogia al extremo que tenía un programa semanal donde explicaba todo lo que no hacía. Se valió de la cobardía de TEOCHORO PECÓN, para adjudicarse la “victoria” de la pacificación.

Mientras TEOCHORO PECÓN brindaba con su novia del Canal 5 y el propio Caldera, con Don Perignon, en Humocaro, San Luis, y otros lugares de la selva venezolana, muchos de los adolescentes que siguieron a TEOCHORO en la aventura guerrillera, quedaron enterrados para siempre. Teochoro algún día tendrá que pagar eso ante la justicia popular. AL TÉRMINO del gobierno calderiano, el país era una locación de película vaquera gringa: pura miseria y sol. Al paso de los años, Caldera se convirtió en una chiripa vieja. Astuto como todo zorro senil, Caldera se aprovechó de la rebelión de Chávez y sus amigos, para erigirse como el defensor non plus ultra de la democracia que “estaba en peligro”. Chávez fue preso. La gente no quería más nada con los escuálidos (antes adecos) y Caldera y sus hijos “Tortuga con sueño” Juan José y Andrés pusieron sus hediondos culotes en Miraflores. El remedio resultó peor que la enfermedad. Caldera, viejo, fané y descangayado, le entregó las riendas del país a Andrés y éste, tratando de ganarse a la gente del 23 de Enero, se iba todos los sábados a ese lugar, donde los jodedores le chuleaban la cerveza, le sonreían y luego que se iba decían: “¿Qué se habrá creído el oligarca ese, que nos está comprando con unas cervezas?” Caldera llevó al país al caos.

No había ni para pagarle a los empleados públicos. “Tortuga con sueño”, Juan José, buscaba minimizar la obra…da del padre, pero “lo que estaba a la vista no necesitaba anteojos”. Por otra parte, en el primer gobierno de Carlos Andrés, el llamado gocho, brincaba como una Barisnikova sobre charcos de agua, corría como Arquímedes Herrera y mentía como un amante. Comenzó a aparecer en todas partes su figura, viajó a los emiratos con su carga de chulos. Su amante, Cecilia Matos, vivía por El Marqués rodeada de funcionarios de la Disip que él le puso para que nadie se la tocara. Con Blanca, su verdadera esposa, con quien tenía una ristra de hijos, sólo aparecía en las fotos sociales. A espaldas del pueblo inventó una tramoya con los gringos, engañando al soberano con aquello de que “El petróleo es nuestro”… “El hierro es nuestro”. La persecución política era terrible. El sótano de la Disip en Los Chaguaramos estaba atiborrado de presos, sobre todo jóvenes de Catia. EL BARRIL DE PETRÓLEO, EMPERO LLEGÓ A 37 DÓLARES, pero se quedaban con ellos los llamados “meritocráticos”, los mismos del paro contra Chávez.

Crecía el Este, mientras el Oeste, el Sur y el Norte seguían igualitos. Carlos Andrés era cínico, regalaba becas de arroz, azúcar, leche y harina de maíz, que los pobres iban a buscar en equis bodega de tal avenida, haciendo tremendas colas, y luego sus patanes ministros alzaban sus bocotas para decir: “Este hombre sí camina”. La burla era letal, el hambre jugaba kikingball y las finanzas de la nación estaban a nivel de alfombra. De eso se valió el otro partido, que era la misma mierda, para hacerse de la Presidencia. Años más tarde, el pueblo, ¡Dios mío, por favor no olviden!, lo volvió a instalar en Miraflores. La mortandad que su gobierno propició aquel macabro 28 de febrero de 1989, fue una nota triste y lamentable en el corazón del soberano. POR FAVOR SEÑORES PERUANOS, Allan García posee el mismo guión que este par de infernales hombres. Recuerden lo que hizo Allan con Perú en el pasado y recapaciten en bien de los que menos tienen. La Historia no la escriben los fanáticos, sino los verdaderos prohombres.


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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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