Se dice que existen pueblos, personas, políticos e hijos malagradecidos; pero, qué es una persona malagradecida, cómo se comporta y la gran pregunta, ¿estos malagradecidos nacen o se hacen? La conducta que calificamos como propia de una persona o pueblo malagradecido se refiere a aquella que no reconoce ningún valor al esfuerzo o trabajo de otros (padres, allegados o el mismo Estado) para procurarle un beneficio. Nos referimos a personas de muy corta memoria (de ayer o antes de ayer) que dicen merecérselo todo y que no están dispuestos a dar nada. Estas personas creen que los otros (sus padres, el partido y el Estado) son responsables de él; pero, él no es responsable de nada ni de nadie. De allí que no les importe derrochar, dilapidar o desperdiciar el esfuerzo, dinero y el servicio de otros, “siempre habrá más para ellos, ese es su derecho”. Su filosofía se resume en el dicho “con lo que nada cuesta hagamos fiesta”.
Este mismo malagradecido tiene otra cara; también acepta que lo maltraten y lo vejen los que considera tiene poder y hasta el derecho de hacerlo. Desprecio y sumisión en una misma cultura: en un mismo malagradecido. Son las dos caras de una misma moneda. Frente al autoritarismo del poder son sumisos; pero, frente al trabajo que reciben con amor y vocación son crueles, arrogantes, prepotentes, despreciativos, exigentes y flojos. Cabe preguntarse, ¿esta situación refleja un problema individual, propia de alguien con baja auto estima o es el resultado de un sistema cultura que alimenta y retroalimenta unas prácticas sociales dañinas para la persona y la sociedad? Y por otra parte, será esta la razón de que siempre estén tras un caudillo que se haga responsable de ellos?
Otra pregunta no menos importante, el malagradecido, ¿nace o se hace? Excluyendo, de este análisis, a todas aquellas personas con problemas de personalidad, podemos señalar que los malagradecidos son el resultado de un sistema cultural que premia y refuerza el desprecio por el trabajo. Se les enseñó a pensar que otros proveerán lo que él se merece. El malagradecido se hace, porque se les educa para recibir sin dar nada a cambio. Reciben sin que nadie exija, sin haber obtenido los méritos para obtenerlo. Pero, ello ocurre cuando existe alguien (padres, Estado) dispuesto a dar (a compensar afecto o a poner un bozal de arepa) para quitarse de encima un problema mayor; donde no recibir es quizás el problema menor. Este cruel sistema cultural que estimulamos y reproducimos los padres y el mismo Estado (petrolero) produce los llamados sinvergüenzas: personas con un bajísimo nivel de consciencia (de responsabilidad) y alto nivel de oportunismo, que como sanguijuelas parasitan el trabajo y beneficios de otros (padres, familiares, comunidad o Estado) hasta acabarlos. No agradeciendo nada a quienes se los brindan. Malagradecido e inconsciente son uno y lo mismo. Es tan fuerte esta cultura depredadora que puede ser suicida; al extremo de contribuir a agotar los recursos de un Estado benefactor con su acción inmediatista y oportunista (los bachaqueros) que atenta inclusive contra su propia subsistencia a mediano plazo.
Este sistema cultural denominado malagradecido produce en las personas, comunidad, pueblo, políticos y Estado una aptitud de total irresponsabilidad frente a los demás y frente al mal que contribuyeron a crear con su acción oportunista. Son los mismos que critican injustamente a quienes trabajan, achacándole todos los problemas y calificándolos de incapaces. Para el malagradecido el problema lo tiene el otro, es producido por el otro y lo causó el otro. Ellos son absolutamente irresponsables de su participación en dicho problema. En su lógica, “él no tiene que hacer nada (más allá de aprovecharse de la oportunidad) para obtener lo que merece”; la responsabilidad, es de otro, del que él parasita.
De aquí que el capitalismo aproveche la aptitud del malagradecido para confundir a la clase trabajadora con propuestas neoliberales que justifiquen su explotación; así como, la pérdida de derechos sociales, como única manera de ganarse lo que se desea (que en otras circunstancias dice que se merece). Hecho, que trata de invisibilidad que en el socialismo el trabajo colaborativo y socialista (el trabajo sin explotación) de cada trabajador es la única salida para ganarse su propio bienestar.
Para finalizar, quién puede cambiar la cultura del malagradecido? Pues, quien crea al malagradecido: los padres, la familia, la comunidad y el propio Estado. Y esto solo lo pueden hacer rompiendo con la compensación de afecto y el bozal de arepa, dando afecto, haciendo presencia y estableciendo valores que propicien y estimulen el trabajo productivo y socialista. Para ello se debe tener la suficiente tenacidad para exigir trabajo primero antes de dar algo a cambio. Es difícil exigir cuando nunca se ha pensado en ello; es difícil, persistir cuando el amor y la compasión dictan otra actuación. Es difícil esperar que maduren los resultados del esfuerzo del otro para dar. Pero, es la tarea fundamental para crear una sociedad distinta basada en el trabajo reconocido y valorado por todos: basado en el socialismo. Trabajar para que el hijo, el familiar, la comunidad, el pueblo, el político y Estado aprendan a valorar lo que recibe se logra después de que se lo hayan ganado con esfuerzo y trabajo. En este punto, el que recibe estará preparado para valorizar el trabajo del otro y ser agradecido. Estará preparado para valorizar el esfuerzo de construir relaciones sociales distintas en la sociedad.
En fin, si queremos cambiar la cultura del malagradecido: si queremos aumentar el nivel de consciencia del pueblo, estamos obligados a cambiar como padres, como familia, como comunidad, como políticos y como Estado progresistas. Debemos exigir y obtener resultado del otro (del hijo, del familiar y del propio pueblo) antes de dar. Son los que trabajan los que deben exigir esfuerzo y trabajo al otro antes de dar su amoroso beneficio. Solo de esta manera estos últimos aprenderán a valorizar lo que se ganan. El socialismo, nuestro bienestar y la esperanza se construye con mucho trabajo nunca llega del cielo ni se gana. Viviremos y venceremos, que viva el socialismo, Carajo.