La Bicha (culebra de ornamentación)

Según el Pequeño Larousse, bicha es una culebra o una figura fantástica que se emplea como objeto de ornamentación. Un actor de la comedia hacía el papel de afeminado en un programa de televisión y ponía como elemento principal de su actuación, la palabra bicha.

Por la esquina de Miracielos, elementos del mal vivir, choros, vagos, indigentes del ocio, rateros, hampones y drogos que no saben lo que es sufrir y que emplean el machismo como arma ante su impotencia varonil, llaman bichas a esas damas que se ganan la vida con su sexo en esas terribles noches de infortunios y dolores. Desde hace tiempo hemos escuchado de una señora a la que llaman la Bicha en un canal de televisión. Con la curiosidad de viejito reilón, y bonachón un día nos dispusimos a ver a la susodicha Bicha. Mi hijo Ángel que es más bromista que la casa de los trucos, me dijo: “Esa es papá…esa gorda con cara de troglodita”. Lo censuré: “Así no se trata a una dama, hijo”
Pero él, como revolucionario al fin que no se queda callado, ripostó: “Perdona papá, pero es que esa señora no entiende o no sabe cual es la verdadera función de una dama en la sociedad, sobre todo si tiene como profesión la comunicación social”. No entendí muy bien y él optó por irse a pintar sus retratos del Che Guevara, Sandino, Bolívar y Chávez por las calles de los barrios caraqueños.

Ver la pantalla de ese canal golpista me causa náusea, pero, coye, yo escribo vainas. Acompañaba a la Bicha un hombre con cara de tucusito recién nacido, que hablaba como un loco en tercera dimensión. Supe que se llama Miguel Ángel Rodríguez y me sentí triste de que ese señor llevara mi primer nombre en su ídem segundo. La fulana Bicha es una infamia al oído, su voz es grotesca y su cuerpo grasoso. Recordé a las mujeres que salen a marchar en las multitudinarias concentraciones chavistas. Ellas tan dulce, tan humanistas, tan humoristas, dispuestas a dar alegría y amor en sus mensajes, y ésta, oh, Dios, casi masculina, diciendo cosas que no son verdad, intentado cambiar lo dulce por agrio, lanzando imprecaciones y burlas, haciendo el papel de comediante de basurero, tratando de ridiculizar lo imposible, en estas horas revolucionarias de la historia. La Bicha es un argumento de la miseria humana, de lo que no es posible en la simetría biológica femenina. Sentí pena por ella, sin ser machista,
ni mojigato, se me sale el loco que llevo colgado en la fístula de marcapaso, porque en la vida, aunque no sea yo un Luis Edgardo Ramírez de la poesía romántica, la mujer debe mantener un gran valor intelectual por si misma. ¿Se imaginan ustedes a la Bicha es un jardín de infancia, besando a un niño negrito como el café y el petróleo, construyendo un oragami, dibujando un barquito bajo una estela azul, en un barrio, ayudando a la misión Barrio Adentro, caminando entre el gentío de un Mercal, empalagada por las frases de una aborigen, escogiendo unos ladrillos para ayudar a construir la vivienda de una mujer minusválida, acariciando el bebé con olor a orine de la chica adolescente a la que traicionó el camionero que la trajo engañada de la provincia? Es algo así como una fantasía virtual. Y Ahí ahí estaba la llamada Bicha. La del nombre ordinario.

La que se presta a que se le vulneren sus valores profesionales, por mantener un puesto laboral en un canal de televisión, al que el pueblo en su mayoría detesta. La Bicha es una empleada de Marcel Granier y seguramente debe soltar todo lo que le pauta ese golpista canal, igualmente como deben hacerlo todo los empleados del mismo, pero la Bicha, hijo mío, quizás no sea más que una de esas periodistas a las que agarra en sus tentáculos el fascismo mantuano y pro yanqui, para que se convierta en su vocera, mientras la credibilidad ética y profesional de ella, rueda por el fango y la podredumbre.


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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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