Mayra Alejandra, Cheo Feliciano y El Gabo. Hay dolor

Tanto, en un solo día, es injusto. Cuando éramos jevitas y chamos, en la Venezuela, que pasaba de la televisión a blanco y negro a la de color, nos llenaba ver a la siempre protagonista, Mayra Alejandra, solo así, sin apellidos, la belleza inalcanzable, quien además se lució en el cine venezolano, sabiendo ser, tanto un "ángel", como "el diablo en pantaletas", como le dijeron en "Carmen la que contaba 16 años".

Ella, fue nuestro amor platónico, la belleza con pudor, siempre admirada y querida, Mayra Alejandra. Y se fue, batallando contra un cáncer, que nos la arrebató a tan pronta edad.

Y, Cheo Feliciano, el portorriqueño que llenó los corazones románticos, se nos va accidentalmente, con su carro. En la Venezuela que salió comiéndose las sobras de la bonanza petrolera, la de los techos de cartón, no faltaba un elepé de Cheo Feliciano, tan universal, que las salas elegantes de los quince años, celebrados por la pequeña y alta burguesía, no eran fiestas, si no se ponía una canción de Cheo Feliciano y no se servía el respectivo tequeño, junto al caviar. Y ha sido tan clásica su producción musical, que igual un viejo a un joven, hoy lo escuchan y se inspiran en sus letras, aunque en MP4, Iphone u otro artilugio que suplante al acetato, en alta definición.

Cheo Feliciano se nos hizo tan familiar que ya no era boricua, pues era, primero, latinocaribeño, para luego, ser universal. Ya no lo tenemos vivo. Eso desgarra el corazón de generaciones románticas y de todos los herederos del arte musical, en especial, de la salsa y sus baladas bailables, que perdimos a nuestro juglar.

Además, como para retorcernos el alma de dolor, se nos anuncia, así, en la tardecita, como en "La siesta del martes", que ha muerto "El Gabo", nuestro Gabriel García Márquez, nacido en Aracataca, pueblo bucólico colombiano, que inspiró al "Macondo", de esa novela mar, a la que le sacaron punta, tantos chulos teóricos de la crítica literaria, con las pajuatadas del "realismo mágico" y lo "real maravilloso americano", como todo canon hipócrita del establishment académico, que jamás se detuvo a pensar o manosear la idea de que el Gabo nos pinto "un realismo inusitado", que solo el pueblo llano y humilde, podía ver, con los ojos de la pureza y Gabo plasmaba con el pincel de la palabra sencilla, cargada de colores tropicales.

Y, aun cuando el Gabo no pegó una, cuando vino a trabajar en Venezuela, lo hemos amado como muy nuestro y ha sido nuestra inspiración, incluso, para estudiar literatura y admirar la valentía de su posición política, frente al fascismo, refinado y sofisticado en el mundo mediático, desde donde le critican a El Gabo su fe en el socialismo y su admiración por el Comandante Fidel Castro Ruz, a quien satanizaron para que sus amigos se alejaran. El Gabo estuvo con Cuba y con los pueblos oprimidos. El Gabo no prestó su verbo, ni su pluma, ni se rentó para satanizar al Comandante Hugo Chávez, como lo hicieron otros escribidores puteados con el oropel, porque el Gabo botiquinero de todos nuestros pueblos, era ese Pueblo macondiano que se ha hecho libertad, felicidad y paz, muy por encima de ese Premio Nóbel de Literatura, que recibió y gozó, sin hipotecar sus principios.

Estos tres grandes, en un solo día, murieron físicamente, para el mundo. Sus obras no los trascendieron, sino que se hicieron ellos y en cada filmes de Mayra Alejandra y su hermosa feminidad, en cada canción de Cheo Feliciano, en cada lectura de El Gabo, ellos están tan vivos o tan vívidos, que conjurarán la muerte para siempre, como en Cien años de Soledad. Al menos, estarán presentes, hasta que se extinga la raza humana. Aún así, hay dolor. Mucho dolor.


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Luis Alexander Pino Araque


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