Mujer sin rostro

Años de profunda penetración lleva la publicidad de la cerveza de producción nacional cuya imagen es la “Catira regional”.
En palabras de su vicepresidente de mercadeo: “La Catira Regional representa la utopía de muchos consumidores venezolanos, pues es casi un mito o figura perfecta hecha persona”. Vale recordar que esta empresa vende cervezas, no mujeres.

De este nefasto elemento que hace parte de la violencia simbólica presente en la cultura, hace gala y acción práctica esta multimillonaria campaña publicitaria que posiciona, acentúa o perpetúa en el imaginario colectivo que “la utopía de un hombre” es una mujer sin rostro. Un cuerpo de mujer moldeado esculturalmente por los dibujantes de la belleza hegemónica y comercial.

Una mujer que puedes tomar a tu antojo y utilizar de ella lo único que te interesa: su cuerpo. Y especialmente, las partes de su cuerpo que de manera dominante se han erigido como simbólicas en el consumo sexual.

Así, construyen simbólicamente mensajes en función de la subvaloración de la mujer en la sociedad. No es una tontería cuando la gente expresa “una imagen, un gesto, un símbolo, una frase” a veces expresa y penetra en la mente de las personas con mucha más fijeza que otras formas de comunicación más directas.

¿Qué es el rostro?, en primer lugar es la primera puerta a la identidad de una persona; allí, se concentran las expresiones, emociones y sentimientos. A través del rostro hacemos vínculo con los otros ya sea con la mirada, la expresión verbal y la gestual.

No hacemos contacto con la mayoría de las personas a través del resto del cuerpo, sino principalmente del rostro. Con él comunicamos lo que somos. El mensaje es muy claro: “no importa lo que las mujeres somos, pensamos o hacemos”.

Lo único que importa son las partes de nuestros cuerpos que pueden brindarte placer, a ti exclusivamente, sujeto masculino. En ello debe constituirse tu utopía y anhelo de vida. Y eso a su vez, está a un paso de la ausencia de decisión, si no hay cabeza que piense, no hay cabeza que decida. Decido yo por ella. Decido sobre su cuerpo, decido sobre su vida.

Con esta aberrante y ya tan generalizada forma de publicidad sexista, se trabaja continua y sistémicamente una forma de violencia simbólica que ni mujeres ni hombres parecieran percatarse de su peligrosidad.

¿Cuándo abriremos los ojos? ¿Cuándo reaccionaremos con fuerza frente al mercantil uso de la violencia simbólica contra la mujer?



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Gioconda Mota


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