Una tarea inaplazable

El Presidente Nicolás Maduro ha emprendido una batalla contra la corrupción. No obedece este proceder a compromisos electorales o a guiños obligados para una audiencia cautiva. Hay mucho de franqueza en esta postura. El Primer Magistrado está consciente del lastre que significa esta anomalía. Este proceder es lo que lo que la clase política alemana ha denominado la real politik, que tiene mucho que ver con la crudeza con que se exponen las cosas y cómo se procede a reducirla.

No olvidemos que es un fenómeno social que acompaña a las sociedades desde los albores de las civilizaciones. El Presidente Maduro con visión de estadista ha entendido que es el momento y la circunstancia para dar la batalla frontal en este campo. Sabe que en esta misión no está solo. Lo acompaña la inmensa mayoría de nuestros compatriotas. Una porción de ellos no comparten las líneas políticas del proceso social que adelantamos pero se sienten identificados con esta iniciativa. Son patriotas de corazón. Y tienen la gallardía de acompañarnos en esta gesta que nos beneficia a todos.

Por supuesto las fuerzas de la ultraderecha se han negado a participar en esta batalla de todos. La miopía y la estrechez con que miran al país los hace aparecer junto a los corruptos. Han inventado un juego retorcido donde proclaman que sólo el gobierno en ejercicio puede ser corrupto. Para ellos el sector privado está más allá del bien y del mal. Son doncellas que cuidan el templo de la economía del mercado transparente. Intocables. Semejante tontería no tiene ningún asidero.

Se van a quedar solos y el Pueblo tarde o temprano les cobrará esta falta de solidaridad, de deber social.

La meta de esta campaña de profilaxis social es lograr una administración sana con funcionarios públicos y empresarios privados que puedan realizar transacciones transparentes, exitosas y cuyos mecanismos de funcionamiento puedan ser conocidos, al detalle, por los ciudadanos de a pié, sin trabas ni ocultamiento. Así ganamos una sociedad sana éticamente, con niveles apreciables de producción y metas de crecimiento que posibiliten un despegue. Con un solo objetivo: hacer posible el Plan Nacional Simón Bolívar, ese valioso instrumento para echar andar la Nación venezolana que nos legó el Comandante Chávez.

Muchas sociedades, antes que la nuestra han logrado reducir esta plaga y han podido avanzar en los planos tanto económicos como de rendimiento social y han logrado dar el salto que hablaba Mao Zedong en la China campesina y atrasada de la década de los años cincuenta del pasado siglo. Ese gran impulso lo lograron los alemanes vencidos en la Primera Guerra Mundial, aislados internacionalmente y sometidos a feroces sanciones económicas y pese a ello pudieron reconstruir su nación. Lamentablemente las fuerzas burguesas posibilitaron el acceso del nazismo con las consecuencias que todos conocemos. De igual manera el pueblo estadounidense logró superar las especulaciones bancarias y el mal manejo de su economía durante la década de los años treinta y salieron adelante. Un ejemplo al sur del río Grande fue el gobierno de Lázaro Cárdenas en México que conquistó el control y manejo de su petróleo, atendió las demandas laborables de sus trabajadores, fijó reglas de juego clara para todos y construyó las bases para un México posible.

Una nota aparte lo constituye el caso argentino. Que pudo conjugar el talento y la voluntad de tres estadistas como lo fueron Sarmiento, Alberdi y Roca que ordenaron los planes educacionales, sociales y económicos, que hizo realidad la Argentina moderna y que entre 1880 y 1930 pudo alcanzar el puesto número siete de las naciones con mayor poderío económico y con menos desnivel social.

Nos queda acompañar al camarada y compañero Maduro en este arduo y riesgoso desafío. Pero es una tarea inaplazable.


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Hector Agüero


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