El talento sin probidad

Razón tuvo nuestro Libertador Simón Bolívar al advertir que “el talento sin probidad es un azote”, y por si alguna duda queda de eso, para disiparla basta con ponerle un poco de atención a la vocería de las“nulidades engreídas y las reputaciones consagradas” (Romero García) que en América Latina, sin que les quede nada por dentro, pontifican las “bondades” del capitalismo y del fascismo, no obstante los crímenes de lesa humanidad que uno y otro ya no se ocupan de ocultar
Vemos, así, a un Mario Vargas Llosa que luego de coquetear en sus años mozos con la izquierda y después de haber acumulado méritos como hombre de letras cercano a la causa popular, da un giro a la extrema derecha, reniega de su identidad peruana y adopta la española, para con ésta arremeter contra indígenas, afrodescendientes y, en general, contra los pobres de América Latina que ayer fueron sumidos en esa condición tras ser sometidos a la explotación y al saqueo de sus riquezas naturales por el imperio español y que hoy mantienen ese bajo nivel de vida por obra y gracia del sistema capitalista.
El escritor apátrida nacionalizado español odia a Fidel Castro, a quien halagó y alabó en tanto y cuanto a través de la lente del oportunismo, percibió al líder de la Revolución Cubana como un reformista más que al saborear las mieles del poder, se olvidaría de su pueblo, pero tan pronto como se percató del error en que había incurrido, Vargas Llosa se sumó al coro de la mafia que desde Miami, lleva más de medio siglo denigrando del proceso revolucionario cubano y vaticinando su derrumbe.
Más todavía, Vargas Llosa odió a Hugo Chávez Frías, tanto o más que por liderar una revolución anti-imperialista en Venezuela, por la condición, nunca ocultada ni negada, de mestizo del líder del proceso bolivariano; de allí que el novelista apátrida y racista, destaca entre quienes más se alegraron de la prematura desaparición física del comandante. Ah!, el talentoso escritor también odia a Evo Morales y a Daniel Ortega, por indios, y a Cristina Fernández y a Rafael Correa por reconocer los derechos de los indígenas y de los pobres de sus respectivos países.
Caso parecido al de Vargas Llosa, es el del mejicano Carlos Fuentes, quien de militante activo de la causa anti-fascista y partidario declarado de la República Española, dio el salto a posiciones de extrema derecha y puso su talento al servicio de los enemigos de la Revolución Cubana, del proceso revolucionario venezolano y del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que ya es bastante decir en materia de sumisión y de entrega a las peores causas.
Fuentes llegó al ocaso de su vida literaria como prologuista del libro Un empresario global, panegírico escrito por el chileno Pablo Bachelet, figura sin ningún brillo intelectual, para sacarle unos cuantos dólares a Gustavo Cisneros, a quien el autor de la apología califica de “Franco defensor de la democracia y la libertad”, no obstante haber tenido éste participación activa en el golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Hugo Chávez Frías, el 11 de abril de 2002.
Del lado colombiano solemos leer y oír a talentosos escritores y periodistas que de espaldas a Bolívar, odian a Venezuela y a los venezolanos, -sin excluir a sus congéneres oligarcas- y que por si fuera poco, nunca han ocultado sus propósitos de hacernos la guerra. En tiempos recientes se les soltó la lengua y así conocimos los planes de Uribe de bombardear la represa de Guri y los campos petroleros de la región oriental de nuestro país, no obstante que de este lado de la frontera común habitan millones de colombianos que, igual que nosotros, sufrirían las consecuencias de un conflicto armado. Ese talento sin probidad tampoco toma en cuenta que si a alguien le conviene la paz con Venezuela, es al vecino país, por cuanto éste obtiene la mejor tajada del intercambio comercial con el nuestro, a lo que se suma el contrabando, incluido el de gasolina, sin el cual el vecino hostil vería acentuada la miseria y la conflictividad social que explica la creciente migración a Venezuela, como dejamos dicho, de millones de colombianos.
En el caso de Venezuela, la Guerra Federal puso de manifiesto hasta dónde es capaz de llegar el talento sin probidad, cuando de defender los intereses de la clase dominante se trata, y es que de no ser por el advenimiento del chavismo, a comienzos del siglo XXI, nos habríamos tenido que seguir calando el cuento según el cual el ejército comandado por el general Ezequiel Zamora, habría estado formado por asaltantes de caminos, asesinos sin entrañas, ladrones de ganado y saqueadores de pueblos, pues los pocos escritores que habían levantado sus voces para decir la verdad acerca del “General del pueblo soberano” y sus seguidores, entre ellos Federico Brito Figueroa, las habían visto ahogadas por historiadores bien pagados al servicio del imperio inglés, en aquel tiempo, como ahora del yanqui.
¿Quién puede negar el talento de Arturo Uslar Pietri y de muchos otros escritores exaltados, mimados y elevados al salón de la fama por la clase dominante venezolana hasta las últimas décadas del siglo XX? Claro que nadie! ¿Pero al servicio de qué y de quién estuvo ese talento? ¿Sirvió acaso ese intelecto para debilitar la coyunda de la dependencia imperial? ¿Reconocieron esos honorables intelectuales al pueblo como principal sujeto de la historia? ¿Responsabilizaron esos sabihondos pensadores al sistema capitalista del hambre, la miseria, el analfabetismo y las guerras civiles que agobiaron al país hasta avanzado ese siglo?
¿Quién puede negar el talento de Guillermo Morón y de muchos otros historiadores nativos que se han ocupado de ahondar en nuestras raíces. Claro que nadie! ¿Pero incurrió acaso en exageración o en tremendismo literario la investigadora venezolana que demostró cómo Morón no ha hecho otra cosa, aparte de enriquecerse con sus obras, que “desmoronar” la historia? A ningún escritor, en tanto que ser humano, se le puede exigir objetividad, pero en el caso de Morón, salta a la vista su odio y su desprecio al indígena, cuya extinción llegó a vaticinar en 1981, cuando escribió, para MENEVEN, la obra Los presidentes de Venezuela.
El no menos talentoso escritor Francisco Herrera Luque se ganó el odio y el rechazo de la clase dominante venezolana, porque se atrevió a bajar del pedestal blasonado que habían ocupado desde la colonia, a “los amos del valle”, lo que revela que cuando al intelecto se le reviste de probidad, corre riesgo de ser condenado a la exclusión y al ostracismo.
Lo anteriormente señalado explica, en buena medida, el caso de intelectuales de la talla de Germán Carrera Damas y de otros tantos especímenes de la misma fauna literaria que, desde el campo del neofacismo, exteriorizan su odio y su desprecio por todo y hacia todo lo que les huele a pueblo, a chavismo, a indio, a negro, a mestizo, a pobre, a obrero y a campesino, y que son capaces de propiciar una intervención militar estadounidense y de provocar una guerra civil en Venezuela, para sacar a Nicolás Maduro de la Presidencia de la República.
Hablamos de la misma clase talentosa y dominante que en el siglo XIX, en tiempos de la Guerra Federal, sin un ápice de vergüenza y menos de patriotismo, ofreció parte del territorio nacional a los ingleses (actual Guyana), a cambio de que el imperio británico invadiera Venezuela y frenara el avance de las tropas del general Ezequiel Zamora, que se acercaban a la capital. Los Zuloaga saben bastante de lo que estamos hablando.
Y no otra es la clase talentosa que tras el derrumbe de la Unión Soviética, lloriquea al reseñar los crímenes de Stalin, evoca en actitud plañidera el muro de Berlín y moquea ante las víctimas del Holocausto, pero se hace la indiferente, por no decir la loca, ante los crímenes de Truman, quien ordenó destruir parte de Japón, y mucho más ante los cometidos por los sucesivos presidentes de los Estados Unidos, incluso Obama, en Cuba, Panamá, República Dominicana, Granada, Irak, Afganistán, Libia, Siria y… paremos de contar. Para ellos los muros levantados en Méjico y la Franja de Gaza, tanto o más largos y altos que el de Berlín, forman parte del mundo de la fantasía, como de este mismo mundo irreal formarían parte los aberrantes crímenes del sionismo contra el pueblo palestino, al que se le niega hasta el agua.
Cuánto razón tenía Bolívar al hablar del talento sin probidad de su tiempo, el mismo que hoy pasa de largo frente a la injusticia social, rinde pleitesía a la clase dominante que la genera y arremete, al estilo Carrera Damas y María Corina Machado, contra quienes la combaten en el terreno de las ideas. Buen provecho..!



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Beltrán Trujillo Centeno


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