De manera insistente se presenta a la clase trabajadora como la vanguardia en la construcción del socialismo. Esta postura parece evidente si se toma en cuenta que el trabajador no tiene otra cosa que vender que su propia fuerza de trabajo física e intelectual. En las crisis de crecimiento y acumulación del capital el trabajador lleva la peor partida ya que, por una parte, la falta de explotación de su mano de obra por el capital pone en crisis su subsistencia; y por la otra, en esas mismas condiciones económicas su explotación intensiva no solo desgasta rápidamente al trabajador sino que contribuye a que el resto de la clase trabajadora vea esfumarse su subsistencia con el desempleo.
En otro orden de ideas, la clase trabajadora no es monolítica ni uniforme. En ella co- existen seres humanos con distintas competencias y habilidades, unas en el plano físico y otras en el plano intelectual. Sobre esas competencias y habilidades se establecen las relaciones económicas productivas. Sin embargo, se puede distinguir dentro de los trabajadores, cuya explotación se basa más en el uso de su capacidad intelectual, a los técnicos, supervisores, gerentes y directores.
Estos trabajadores son los que le han dado forma a la economía capitalista. Sobre ellos recae el esfuerzo de la organización de la producción de riqueza; así como, buena parte de la labor ideologizadora de las relaciones sociales capitalistas sobre el resto de la clase trabajadora. A la domesticación y sumisión del personal de dirección, gerencial y de supervisión le debe el capitalismo su desarrollo.
De allí que en la unidad contradictoria que forman los trabajadores que organizan la explotación del trabajo a nombre del capitalismo y el resto de la clase trabajadora se encuentre la esencia antagónica de su transformación al socialismo. En ese sentido, en la transformación ideológica de los supervisores, gerentes y directores en trabajadores de dirección que organizan el trabajo para la satisfacción de las necesidades del resto de la clase trabajadora se halla la clave del cambio en las relaciones de dominio entre el trabajo y el capital: ahora en manos del trabajo con el socialismo. No es toda la clase trabajadora la constructora del socialismo; es, sobre las cenizas de su ala más reaccionaria (la gerencia y la dirección capitalista) de la que emergerá una gerencia y dirección socialista que no solo organice la producción de la riqueza sino que contribuya a la ideologización socialista del resto de la clase trabajadora. Y entre ella, el peso de la dirección de las empresas y de la economía socialista se presenta como el punto de quiebre con el capitalismo. En la dirección socialista confluyen la habilidad política y las competencias técnico- gerenciales para representar los intereses de la clase trabajadora, emprender iniciativas de gobierno empresarial y estructurar la organización y los procesos productivos para garantizar su sostenibilidad. He ahí el objetivo de la política socialista al procurar espacios para el desarrollo de estos nuevos equipos humanos que dirijan el proceso productivo bajo la guía de los intereses de la clase trabajadora. Viviremos y venceremos, que viva el socialismo, Carajo.