A propósito de la nueva etapa

Un gobierno obrero no pega con la agricultura empresarial en Venezuela

“Si yo me callo, gritarían las piedras de los pueblos de América Latina que están dispuestos a ser libres de todo colonialismo después de 500 años de coloniaje”.

Hugo Chávez.


El comandante eterno actuaba como pensaba, su práctica estaba íntimamente ligada a su palabra. A pesar que la democracia capitalista lo empujaba a tomar acciones que mantenían fuerte el sistema que adversaba, siempre dejó claro que era necesario un máximo esfuerzo de organización popular para enfrentar con contundencia las contradicciones que nos oprimían.

La cita de arriba, también la llevó a la práctica y en el ámbito agrario desarrolló procesos de descolonización, al atacar el latifundio como contrario al interés social, al visibilizar y revalorizar la cultura campesina con los cuentos de su vida en el campo, al reivindicar al campesino en necesidades esenciales que les habían sido negadas por décadas, al desenmascarar a los grandes “propietarios” de la tierra, que de grandes productores pasaron a mostrar su verdadera cara, pues quedaron al descubierto como parásitos explotadores cuya producción era ínfima comparada con las necesidades alimenticias del país y que en muchos casos eran más bien importadores de alimentos. Chávez hizo su parte, y el pueblo campesino la suya. Él promulgó la Ley de Tierras y promovió con su discurso y con políticas concretas el rescate de tierras en manos de seudopropietarios usurpadores, los campesinos ocuparon las tierras.

A pesar de las graves consecuencias para el gobierno y el pueblo: una campaña mediática descomunal contra la Revolución Bolivariana y cientos de campesinos asesinados por terratenientes opositores; la política implementada no se paralizó sino que se profundizó hasta alcanzar más de tres millones de hectáreas rescatadas y de miles de campesinos con condiciones favorables para la producción sana de alimentos. Hoy en día, la mayoría de los alimentos que se producen en el país lo generan los campesinos y no los grandes empresarios del campo cuya producción se limita a no más de 4 rubros. La debilidad es que esa producción campesina diversificada de más de 70 rubros es apropiada impunemente por los intermediarios y las grandes agroindustrias que precisamente esta semana han ocasionado en el país un desabastecimiento que ha obligado a parte de la población a hacer grandes colas en los supermercados chinos, que no corren riesgos de ningún tipo en el proceso productivo pero se hacen millonarios en pocos años acaparando y especulando con la comida de los venezolanos.

El recordatorio lo hago, motivado por la preocupación que ha generado en el movimiento popular, las declaraciones del Presidente Nicolás Maduro, donde afirmó que los campesinos produjeron en una época pero que hoy hay necesidades superiores que reclaman el auxilio de empresarios agroindustriales de Uruguay y de Argentina; y anunció que se trabajaría con ellos en 7 frentes o ejes productivos en Venezuela.

Es obvio que el Presidente está siendo mal aconsejado y que, por la dinámica que le ha tocado vivir en los últimos meses, no se ha sentado a estudiar los sistemas de producción de alimentos de los pueblos del sur. Cuando analice la temática profundamente, se dará cuenta que los actores empresariales que convidó a producir en el país, han desplazado a millones de campesinos de sus tierras en sus respectivos países; mantienen relaciones de explotación con los trabajadores inconcebibles para un proceso como el venezolano; los sistemas de monocultivos transgénicos a gran escala, han vulnerado la soberanía alimentaria de las localidades, pisoteado las culturas originarias, contaminado y erosionado los agroecosistemas, envenenado a los consumidores y generado tanta dependencia de las transnacionales, que la soberanía política de sus gobiernos ha sido puesta en duda.

Esta etapa de la Revolución estará signada por las agresiones imperiales con sus lacayos internos y por las permanentes críticas constructivas de los aliados. Esa es la naturaleza de estos párrafos. Recordarle a Maduro que los campesinos también son trabajadores, que en sus tierras diversificadas están las claves para el logro de la soberanía alimentaria de la nación y que el gobierno de calle no debe llevarlo al callejón sin salida que le señala el capital agroindustrial transnacional sino que debe transitar en conjunto con el pueblo, por la inmensidad del territorio nacional que Chávez dignificó para nunca más sentirnos ni volvernos colonia de nadie.

 

Por la boca muere el pez, si controlan nuestros sistemas alimentarios, perderemos en un abrir y cerrar de ojos la independencia política que hemos conquistado recientemente.
Nicolás Maduro, Presidente, hijo de Chávez, los campesinos te esperan a puerta cerrada para discutir, fortalecer y concretar el Plan Patria, sin desarrollismo y con estrategias del vivir bien y el buen vivir que nos permitan alcanzar la mayor suma de felicidad posible para nuestro pueblo.

 



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