Tareas y retos (urgentes) de la Revolución

Esta victoria electoral del domingo pasado no puede menos que invitarnos a reflexionar de forma trascendente cómo hemos ido avanzado, nuestras contradicciones y, sobre todo, nuestros desatinos. Desde hace varios años, algunos intelectuales de izquierda han venido advirtiendo esto; gente como Javier Biardeau, Santiago Arconada, Juan Carlos Monederos, Rigoberto Lanz, Roland Dennis, Vladimir Acosta, entre otros, han señalado los yerros y contradicciones (que no dialécticas) del proceso revolucionario. Lejos de tomar el camino fácil del panegírico, de la crítica complaciente y palaciega, estos camaradas tomaron el camino largo; ese que si bien no garantiza estar en la movida o en algún  puestico manque sea de ministro, por lo menos dejan constancia de su palabra comprometida con un movimiento que va más allá de unas elecciones, de un partido o de una dirigencia. ¿Por qué costó tanto tomar las recomendaciones de esta gente? ¿Por qué privilegiar lealtad ciega y total por encima de peritaje, experticia, compromiso, valor e inteligencia? ¿Por qué no convocar a esta intelectualidad orgánica de izquierda para hacer un gobierno más eficiente y trascendente? En fin, habrá que revisar eso. Habrá que entender que si no se hace un gobierno colectivo, con los más probos, responsables, capaces y comprometidos con la transformación social (que no propagandística/electorera), entonces estaremos a las puertas de una derrota electoral que terminaría por cerrar el círculo de una derrota perfecta: en lo político-estratégico y en lo electoral.

La lealtad política no siempre es buena, sobre todo cuando se viste de lealtad y termina por ser sumisión, complacencia y lisonja. Leal es aquel que es capaz de estar contigo siempre, en las buenas y malas, pero que también tiene la valentía de decirle al líder que sus procederes y pareceres no son siempre los más acertados y, a veces, los más prudentes; sobre todo porque ese hombre o mujer leal y comprometido/a tiene un alto sentido de responsabilidad histórica y porque su experticia en una determinada área del saber le permite identificar errores y prever soluciones.

El buen líder es capaz de escuchar a ese/a que tiene la experiencia y el conocimiento suficiente como para ser ministro/a de, pongamos por caso, salud o educación. Si ese ministro o ministra están allí sólo para recibir órdenes y obedecerlas, entonces vamos mal. Vamos mal porque un líder no es experto en todo y por eso necesita de la ayuda y consejos de otros que sí conocen una determinada área del saber. He visto a muchos leales rodar porque sólo se interesan por complacer al líder y no por gestionar cambios sustantivos y verdaderamente trascendentes en la sociedad. Tampoco estoy abogando por un tipo de lealtad al garete, ministros/as que se responden sólo a sí mismos/as, no; no hablo de eso. Hablo de ministros/as y gobernadores/as que siguen directrices que apunten a la resolución de los problemas estructurales del país, a partir de los planes marcos definidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

¿Cuántas veces una política pública en salud o educación no terminó diluyéndose en el marasmo de las buenas intenciones y transitó el penoso camino de la impermanencia y el efectismo porque ese ministro o ministra no fue capaz de decirle al líder que era un desatino acometer tal o cual plan en esa materia? ¿Alguien recuerda Misión Ciencia o Vuelvan Caras? Allí hubo grandes presupuestos e ideas truncadas porque simplemente se suplantó lo electoral por lo político. Entonces, muchos camaradas terminaron siendo tristes, lánguidos operadores políticos (eufemismo para referirse a pega afiches y marchistas) que se dedicaron a tareas de agitación y propaganda y no -por hablar de ciencia y tecnología- a montar un sistema nacional de ciencia y tecnología realmente superador de los esquemas cientificistas funcionales al capitalismo.

Si se hace balance de inventario en estas materias, si revisamos las políticas públicas adelantadas por los ministerios en función de ver qué se ha hecho por desmontar las lógicas del Estado burgués heredado, entonces saldríamos raspao de toda raspazón como diría el maestro Rigoberto Lanz. Y más aún, si extendemos esa revisión para ver y evaluar cómo hemos ido avanzando para romper con el duro piso de los problemas estructurales del país, ¿qué nos dejaría esa revisión, cuánto hemos avanzado en ese sentido? Axioma político o de cómo no se le para bolas a la crítica justa y necesaria: los problemas estructurales de un país sólo se resuelven con soluciones estructurales y no con paños calientes, so pena de que esos paños calientes o políticas de asistencia directa, logren solventar de entrada alguna carencia. La idea es que se haga un movimiento acompasado que asista a la gente y sus urgentes necesidades, pero que a la vez apunte a la resolución estructural de sus problemas; de resto se hace poco, o nada, a la larga. Una misión no apunta a lo estructural, camaradas míos. No rompe con las lógicas instaladas en las mentalidades de los pobres ni de los funcionarios públicos; una misión apunta a lo mientras tanto y no a lo trascendental: a la ruptura definitiva con las lógicas del capitalismo sólido, líquido, etéreo o en cualquiera de sus formas. El reto está en apuntar a eso, a la ruptura definitiva de esas lógicas capitalistas, mientras tanto, las misiones son necesarias. Lo que pasa es que el mientras tanto no puede suplantar a la resolución estructural de los problemas sociales.

El papel de la crítica y de los intelectuales en la Revolución

Rigoberto Lanz se nos fue físicamente, muy temprano para los gustos de quienes disfrutamos de sus textos y sus conferencias. Una voz crítica y contundente se nos fue. Lástima que su prédica inteligente y sagaz no fue asumida por la Revolución. Lo mismo ha pasado con otros camaradas que son buenos sólo cuando señalan al capitalismo y apuntan fieros dardos en contra de sus lógicas. Pero que cuando intentan debatir la Revolución en códigos densos y críticos, son tenidos como quinta columnas o intelectualoides que no entienden los cambios políticos, entre otros descalificativos. La crítica no puede ser sólo en contra del enemigo de clase, también es importante hacerla a lo interno del movimiento revolucionario. No hacerlo sería conspirativo en contra del propio movimiento. ¿Cuánto de lo que hoy padecemos a propósito de los infaustos resultados del 14-A se hubiese podido evitar si hubiésemos sido más consecuentes con el pensamiento crítico en vez de mirarlo de soslayo, con dudas y sospechas?

Un intelectual orgánico es una voz que pone el acento en la crítica al Sistema pero que a la vez llama la atención sobre los grandes desafíos que tiene por delante la Revolución. Por lo general, su mirada no es de corto alcance, coyuntural ni complaciente, por lo que a veces termina siendo relegado. Eso es un error, sobre todo porque se impide, a limine, cualquier posibilidad de discusión seria que permita enderezar entuertos. Cuestionar superficialmente la crítica de los intelectuales es asumir que la Revolución no se critica, no se discute, no se pone en cuestión; todo ello bajo la excusa cada vez menos convincente de que estamos siendo asediados (cosa que no se niega, pero eso de estar constantemente asediados puede terminar siendo una cobertura para que no se den las reales transformaciones) o el manido argumento de que no es el momento para discutir esas cosas, camarada. Una revolución o es hija del pensamiento crítico o termina por desvanecerse a sí misma producto de su incapacidad para entender que la crítica, el debate y la discusión no son concesiones para que un grupo de iluminados intelectualoides se regodeen en el más estéril onanismo intelectual. No, no se trata de eso.

Sobre los resultados

Decir que los aparatos de la derecha fueron quienes confundieron a nuestro pueblo resulta ser un argumento poco serio. Varias cosas habría que discutir. Entre ellas, tendríamos que revisar si este resultado (una derrota en lo político) no es producto de la acumulación de yerros y desatinos políticos. Por otro lado, tendríamos que ver si en efecto, Maduro logró hacerse del capital político-electoral de Chávez. Queda demostrado, de entrada, que no fue así. Que no se transfirió el liderazgo de Chávez a Maduro. Porque sencillamente no es transferible, no se copia y pega. Entre tanto, tampoco podemos decir que es una derrota imputable a Maduro, sólo porque éste no posee el mismo carisma y arraigo que Chávez, eso sería una lectura injusta. Sobre todo porque creo, y de acuerdo a lo que planteé inicialmente en este apartado, esta derrota en lo político (o leámosla más elegantemente, esta victoria en lo electoral) tiene que ver con el hecho de que no se ha logrado avanzar en la resolución (efectiva/trascendente) de los grandes problemas estructurales del país. O por lo menos, no se han sentado las bases para que pueda vislumbrarse un derrotero que apunte efectivamente a la resolución de las problemáticas estructurales de nuestro país.

No creo que la derecha haya logrado macerar un plan propagandístico-electoral para horadar las bases de la Revolución. Habría que hacer una lectura más justa y ver, por ejemplo, cuánto hemos avanzado en lo que el propio comandante Chávez denominó las Tres R y luego las Tres R al cuadrado y,  finalmente, Misión Eficiencia Revolucionaria; para lo cual, incluso, creo un ministerio. De pronto, y desde allí, desde el propio reconocimiento de fallas y errores, tendríamos que ubicar las razones de estos resultados tan ajustados; que si bien nos dan una victoria en lo electoral, nos deja un panorama muy difícil en lo político. 

Estoy lejos de creer que la oposición venezolana haya sido la artífice intelectual del resultado electoral del 14-A. Primero porque no creo que hayan entendido bien nuestros problemas, porque creo que sus análisis-¡enhorabuena!- son más de tipo visceral; les cuesta ver más allá de las pantallas de Globovisión; sus intelectuales también terminan por transitar el mismo camino de una opinión vaga, sin mayor densidad, fútil, insustancial y definitivamente estéril. Visto así, la miopía de la derecha, terminaría por favorecer la ineficiencia e imposibilitar un análisis serio y profundo de las fallas a lo interno de la gestión revolucionaria.

No caben dudas que buena parte del ardid propagandístico de la derecha algo hizo para arrimar algunos votos a Capriles, pero de allí a decir que la campaña manipuladora de la derecha apátrida logró calar fuertemente en las bases del chavismo, de allí los resultados del 14-A. No, por ahí no iría, según creo, el análisis. El asunto no puede ser despachado con tanta ligereza, camaradas míos. Habrá que entender que a lo interno de nuestro particular proceso se fueron creando las condiciones objetivas y subjetivas para el desgaste progresivo del movimiento popular bolivariano. ¿Acaso no se hicieron los análisis de los resultados del Referéndum de 2007? ¿No advirtieron los intelectuales revolucionarios que los resultados de las elecciones legislativas de 2010 no eran motivo de celebración, sino llamados de alertas que estaba enviando el pueblo a la dirigencia chavista? La ineficiencia, la impunidad,  la inoperancia, la corrupción y la mediocridad, entre otros males del espíritu, no pueden ser desechadas al momento de hacer los respectivos análisis del porqué hemos ido decreciendo en términos electorales.

Hay que seguir adelante, ello es cierto, pero hay que hacer los ajustes necesarios para poner en marcha al país en códigos realmente trascendentes. Ello se hace convocando a los mejores, a los más capaces, eso sí, capaces intelectual y moralmente; no queremos a los Ricardo Combellas ni Luis Giusti de la IV; queremos a los Vladimir Acosta, a los Javier Biardeau, entre otra pléyade de camaradas que han demostrado ser intelectuales orgánicos de izquierda capaces de entender el momento histórico actual, pero que no han sido genuflexos al momento de la crítica puntual. Habrá que convocar a esa intelectualidad, habrá que hacer equipo con otros actores de la izquierda nacional e internacional, que sean capaces de pensar y ejecutar políticas trascendentes este país. No hacerlo sería traicionar al pueblo y sus aspiraciones emancipadoras.

Una premisa

Al país hay que pensarlo de forma trascendente, es decir, pensar en sus problemas estructurales. No hay que confundir lo electoral con lo político/trascendente. Lo electoral puede dar una sensación de avance (siempre vano, cortoplacista), pero nunca apunta a la resolución estructural de los problemas heredados por años de expoliación capitalista. La democracia electoral-propagandística no nos dará las soluciones que demanda este país. Este país se construirá a base de trabajo duro, constancia y sacrificio; no a base de marchas, franelas, gorras, jingles y otras acciones que si bien sirven para la agitación, poco sirven para la construcción efectiva de un nuevo orden social más justo, equitativo y humanista. 

Una propuesta

Habría que armar un equipo multidisciplinario y transdisciplinario (sociólogos, demógrafos, geógrafos, químicos, matemáticos, físicos, ingenieros, médicos, antropólogos, etnólogos, historiadores, lingüistas, artistas, educadores, psicólogos, arquitectos, biólogos, paisajistas, urbanistas, farmacéuticos, abogados, diseñadores, comunicadores, economistas, filósofos, politólogos, botánicos, entre otros) que reúnan dos grandes condiciones: experticia y calidad comprobada en su área del saber y que además tengan la suficiente claridad política y moral para entender la dimensión del trabajo patrio que van a acometer. Pues, estas personas deberían, en un plazo no mayor de un año, montar un plan de reordenamiento territorial que apunte-¡Eureka!- a una nueva geometría del poder; creando nuevos polos de desarrollo que permitan, entre otras cosas, reorganizar, re-urbanizar y adecentar física y espacialmente la patria toda. No es posible que el 20% del territorio esté ocupado por el 80% de la población. Eso conspira en todo sentido con la posibilidad de siquiera pensar un país distinto. Este plan debe ser integral y debe respetar las potencialidades socio-económicas y productivas de las regiones. La gente en Caracas, pongamos por caso, no debe salir forzosamente de la capital, debe salir porque en otros escenarios del país hay mejores oportunidades de vida, porque hay otros espacios atractivos para hacer vida y para echar raíces. Mientras ello se hace, que sigan las misiones, pero en el entendido que la política pública apunta a generar todas las condiciones materiales para que la gente pueda ocupar de forma más justa y equilibrada otras zonas del país.

Este plan de reordenamiento urbano y social implica la creación de todo un nuevo aparataje productivo, así como la acometida de toda una infraestructura que viabilice otros modus vivendi, otras lógicas de estar juntos. Eso pasa por la creación de nuevas universidades (con todo el equipamiento físico y con los mejores docentes: los más capaces y más comprometidos con un cambio estructural). Este cambio, que es un cambio societal, pasa además por la creación de nuevas fuentes de empleo, empleos dignos (de suyo ello debería ser redundante) que permitan las mejores condiciones de vida posibles. Ello también pasa por una nueva estética, por una nueva forma de sensibilidad, por una nueva forma de entender la vida; en paralelo, habrá que hacer cambios sustanciales en la vida material de la gente para que puedan dedicarse a pensar (se) otras formas de ser y sentir. El cambio material debe ser impostergable. Ya no se soportan nuestras grandes urbes a sí mismas. Son ciudades inviables en casi todo sentido. Son soluciones fallidas de ciudad. Traer gente al centro de Caracas no es una solución que apunte a lo estructural Hubo tiempo de pensar en esas grandes soluciones. Quedan seis años para comenzar la tarea titánica de reconfigurar al país. Redefinirlo en lo espacial y en lo moral. Primero habrá que construir las condiciones objetivas para que las otras condiciones (las subjetivas y trascendentes) puedan ser viables. Finalmente, cada plan de la nación en salud, vivienda, seguridad, educación, empleo, entre otros; debe dimensionarse a partir de esta reconfiguración urbano-espacial. Ello es vital para el telos de la Revolución.

Espero que el buen tino esté de lado del presidente Maduro. Hago votos para que se rodee de los mejores, de esos que tienen el compromiso irreductible por sacar adelante este país. Sé de gente que está dispuesta a poner el hombro, la mente y las ideas al servicio de la patria, de una patria distinta, bonita, soberana y pujante. Hay que apostar a eso, es la forma más eficiente de allanarle el camino a la derecha rapaz que está esperando que nuestros yerros y desatinos sigan acumulándose; entonces, debemos enviar otras señales, señales de sapiencia, de justicia, de eficiencia, probidad, trascendencia en la ejecutoria de políticas públicas, en definitiva, hay que trabajar duro; es nuestro compromiso, nuestro destino.

johanmanuellopez@hotmail.com



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Johan López


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